Partido de ida

La llegada de los candidatos, decidida por sorteo como el resto de los turnos del debate, nos ha dado algunas pistas interesantes. Pablo Casado ha llegado con su esposa, Isabel Torres; Albert Rivera, solo; Pedro Sánchez con su director de gabinete y asesor estratégico, Iván Redondo; y, finalmente, Pablo Iglesias también en solitario. Todos han reconocido sus «ganas de debatir» y todos, menos Sánchez, han afirmado que estaban tranquilos.

Este partido de ida ha durado 100 largos minutos. Un combate sin tregua en el que los cuatro candidatos han exprimido sus enfoques estratégicos, aunque parece que los mejores golpes se los han reservado al partido definitivo de vuelta. Este primer debate va a servir para medir la eficacia de cada estrategia. Mañana veremos cambios, seguramente.

Pablo Iglesias ha apostado por un ‘look’ en mangas de camisa bien arremangadas y así se le ha visto: por faena. Sus rivales han sido previsibles en relatos y, también, en corbatas, trajes y colores. Albert Rivera, pertrechado con un montón de papeles, cartones de gráficos y fotos, con bolígrafo y pulsera naranja, ha estado hiperactivo en iniciativas, documentos y también en interrupciones. Demasiados «papelitos», como ha dicho Iglesias quien ha sabido ocupar el espacio progresista que Sánchez ha dejado vacío, algunas veces.

Sánchez ha estado vacilante, con menos claridad en sus conceptos que en otras ocasiones, salvo en la posición sobre la independencia en Catalunya o la violencia machista donde ha estado firme. Ha invertido tanto tiempo en no perder que puede haber acabado sin puntuar al no ser claro en algunas preguntas directas. Sánchez, que ha reprochado a Rivera su decepción por el cordón sanitario al Partido Socialista, ha sido el único que ha recordado al rival ausente: Vox. Casado, quizá, ha estado más presidencial en este debate que en toda su gestión como presidente del PP y durante toda la campaña. Su moderación calculada puede haber atraído a votantes que dudan con Ciudadanos y con el PSOE.

El moderador ha animado el debate con sus consejos de ‘coach’ y alentaba a los candidatos a «que podían perderse un poco el respeto… educadamente». No lo ha conseguido: no ha sido el debate bronco que se esperaba. El debate ha sido denso en las propuestas. Imposible seguirlas, compararlas, contrastarlas. Y mucho menos entender los gráficos que, inevitablemente, han sacado Casado, Sánchez y Rivera para reforzar sus argumentos con gráficos de barras. Todo ello salpicado de palabras y expresiones coloquiales: la gente no es idiota, el lucero del alba, el hábito no hace al monje, eurazos, no sabe pegar un sello, señor Sánchez baje del Falcon o vaya chapa.

Iglesias ha reivindicado las propuestas frente a los adjetivos calificativos, pero al final cada rival ha buscado su etiqueta, su palabra marca. Rivera ha encontrado la suya: el señor Torra. Iglesias: la Constitución. Sánchez: el detector de mentiras y verdades. Y Casado: las izquierdas.

«Yo te he preguntado Pedro, hasta dos veces, si rechazas pactar con Ciudadanos», preguntó por tercera vez un Iglesias casi bíblico. No hubo respuesta. La noche, a pesar del escapismo del candidato socialista, acaba con dos bloques bien diferenciados. Partido de ida. Mañana el de vuelta, y definitivo. Empieza la campaña justo cuando acaba.

Publicado en: El Periódico (22.04.2019)

Fotografía: Fånga Images para Unsplash


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