La confianza no se negocia, la confianza se construye… o se destruye. Un gobierno de coalición —o la versión sucedánea de gobierno de cooperación— no es, estrictamente, un contrato como conocemos en la vida cotidiana. Aunque es indudable que ponerse de acuerdo en el qué, para qué, para quién, cuánto, cuándo y dónde ayuda a definir el quién y cómo. Una coalición es una cuestión de confianza política y personal.
Si los líderes que negocian el contrato no trabajan para construir confianza interpersonal, es evidente que el gobierno de coalición no será posible. Nadie mira hacia delante si está, en todo momento, pendiente de la traición o deslealtad que, por detrás, amenaza y que, de alguna manera, anticipa, espera y sospecha. La coalición no necesita afecto, pero sí complicidad. No necesita uniformidad, pero sí coherencia. No necesita disciplina, pero sí lealtad. No necesita sumisión, pero sí corresponsabilidad.
El gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es la opción favorita de los ciudadanos. No hay alternativa a esta fórmula y la repetición de las elecciones no alteraría —probablemente— el resultado actual. Además de suponer un grave descrédito político para sus principales protagonistas, un escenario indeseado para la mayoría de los ciudadanos y que conllevaría un seguro aumento de la abstención. Entonces, ¿por qué resulta tan difícil formar un gobierno de coalición?
1. CULTURA POLÍTICA. La coalición es cultura política. En cuarenta años de vida democrática no hemos tenido ningún gobierno de coalición. Esta fórmula, muy extendida en el ámbito autonómico y municipal, por no hablar del europeo, no ha dado el salto a la política nacional. Tras décadas de un sistema bipartidista de gobiernos monocolor, caracterizado por las alternancias y no las alternativas, los líderes políticos se han educado en una cultura donde pactar significa doblegarse ante el rival, en vez de encontrar un equilibrio que permita representar la pluralidad de opiniones y opciones políticas que ha escogido la ciudadanía y que se expresan en un programa compartido y una sólida y solvente mayoría parlamentaria. Así, aunque la ciudadanía parece reticente a volver a conceder las holgadas mayorías del pasado, y se muestra abierta a las coaliciones, los líderes todavía no están dispuestos a compartir el gobierno.
2. COMPROMISO. La coalición es compromiso. Esta legislatura ha de ser necesariamente una legislatura de negociaciones y compromisos continuos. Los números obligan a geometrías variables, amplias y múltiples, además de no pocos asuntos de Estado que exigirían mayorías reforzadas, más allá de la investidura o de la coalición de gobierno o parlamentaria. Un gobierno de coalición es, precisamente, un compromiso al más alto nivel, en el que sus miembros se comprometen a unirse en la diferencia para garantizar el funcionamiento de un proyecto acordado.
Ninguna fuerza política puede aspirar, en estos momentos, a aplicar unilateralmente su programa (la aritmética no lo permite). En este contexto, el compromiso no debe verse como un fracaso, sino como un paso necesario para un gobierno eficaz y estable. Compromiso solidario y mancomunado. Es decir, los errores no son del socio político, y los aciertos de mi facción. Un gobierno es solidario o no es gobierno.
3. RESPETO. La coalición es respeto. No hay relación más cercana entre fuerzas políticas que un gobierno de coalición, y no hay relación sana, duradera y estable que no se base en el respeto. En las últimas semanas se han cruzado descalificaciones y acusaciones entre ambos bandos, y los líderes parecen no ser conscientes de que el período del desgaste negociador tiene consecuencias a largo plazo. Sin respeto, no hay gobierno de coalición. Pero aún más, sin respeto puede no haber ni apoyos puntuales. El posible pacto no restaurará la desconfianza que está germinando entre líderes, equipo, partidos y proyectos. Si se quiere una coalición hay que parar la escaramuza pública.
4. CONFIANZA. La coalición es confianza. Un presidente debe confiar en su equipo, en sus ministros, para que el gobierno funcione correctamente. El PSOE teme que una coalición con Unidas Podemos termine siendo un gobierno de la división, y no quiere tener que hacer frente a disputas internas provocadas por los intereses políticos de sus miembros, por legítimos que sean. Unidas Podemos sospecha que el PSOE aprovechará el difícil escenario parlamentario para desviarse del proyecto acordado y quiere garantizar la influencia en el gobierno mediante algún cargo relevante. Las dificultades de pactar son innegables, pero lo que verdaderamente reflejan las negociaciones es la falta de confianza personal entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Si no mejora la relación personal entre ambos, no habrá gobierno de coalición ni pacto posible.
Un gobierno de coalición no es un contrato, es, ante todo, un pacto basado en un entendimiento de la cultura política, el compromiso, el respeto y la confianza. Solamente después de lograr establecer esto será posible hablar de un programa y unas responsabilidades compartidas. Dime cómo negocias y te diré cómo gobernarás. Esto es lo que está en juego tanto si acuerdan, como si no. Puede haber acuerdo, pero, de seguir así, nacerá ya con la semilla de la ruptura germinando aceleradamente.
Publicado en: La Vanguardia (19.07.2019)
Fotografía: Scott Graham para Unsplash
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