La palabra «momentum» no es un término fácil de traducir. Su campo natural es la física, y quien la fijó por primera vez no fue otro que Isaac Newton (1643-1727). La física define momentum como «el producto de la masa de un cuerpo por su velocidad medidas en un determinado sistema de referencia». En otras palabras: el término momentum define el efecto que la masa y la velocidad tienen en un cuerpo en movimiento: es el empuje generado por un objeto en movimiento.
En comunicación política, el término se emplea para expresar el impulso —en cuanto notoriedad y oportunidad— que una idea o persona tiene en un momento determinado, bajo un contexto determinado. El momentum se presenta como imparable, inevitable por extraordinariamente oportuno, por saber conectar el espíritu del momento.
En el Reino Unido, Jeremy Corbyn logró sacudir al Partido Laborista con Momentum, una red extramuros del partido que canaliza la mayoría de la energía política que se concentra alrededor del líder británico. Este es, posiblemente, el mayor uso del término y la palabra momentum en política, pero no es el único.
Otra figura importante de la política contemporánea que lo incorporó a su lenguaje y discurso político es Vladimir Putin. En su discurso de asunción del 7 de mayo del año pasado, Putin dijo: «Toda persona debe comprender que solo nuestra participación proactiva en los asuntos del país puede agregar un nuevo momentum a la renovación. Nadie lo hará por nosotros, ya que todos nosotros, los ciudadanos de Rusia, somos la principal fuerza de cambio».
No obstante, esta no fue la primera ni única vez que utilizó este término. En octubre de 2014, durante su intervención en la Asamblea Federal de Rusia, ya hablaba de conservar esa energía transformadora del impulso. Hace décadas, y en otro contexto, el presidente norteamericano Ronald Reagan también utilizó el término de Newton en la Convención Nacional Republicana de julio de 1980: «Es esencial que mantengamos el momentum hacia adelante del crecimiento económico y la fuerza de la red de seguridad entre aquellos que, en la sociedad, necesitan ayuda».
El uso de este término en todos estos discursos tiene un común denominador: es utilizado para dar fuerza —propulsión— a una iniciativa política, a un contexto determinado. Tampoco es menor el momento que eligen. Representan momentos de grandes pulsaciones, de fuerte exposición y que buscan conectar con la oportunidad política. Nunca hay que dejar pasar esta fuerza que crea más fuerza si se impulsa en el momento adecuado.
Latinoamérica tampoco es la excepción. Del momentum progresista vivido en la primera década y media del segundo milenio al giro a la derecha en los últimos años, la región vive ciclos muy marcados y contagiosos por los procesos electorales y socioeconómicos de cada país. Saber interpretar el contexto —cuándo acelerar y desacelerar, frenar o dejarse llevar— resulta clave para saber aprovechar esta oportunidad política.
Albert Hirschman escribió en su ensayo Shifting involvements. Private interest and public action que las sociedades alternan períodos más replegados sobre lo privado —con la preeminencia de valores individualistas— con otros donde lo que resurge es lo público, la participación colectiva. Identificar temas y sensibilidades de cada momentum permite, de igual forma, sacar temas que no están presentes en la agenda mediática, pública ni política, pero que pueden contar con un cierto consenso. En ese sentido, Hirschman observó que existen ciertos momentos en donde los ciudadanos aceptan y abren terreno a que se empleen grandes energías e ideas para mejorar en conjunto (interés general y colectivo). Mientras que en otras ese terreno se cierra y el espacio gira hacia la búsqueda del interés privado.
En consecuencia, la causa de esta alternancia estaría en la frustración de las expectativas iniciales y en los excesos de las políticas de cada ciclo. El recorrido de esa frustración y esos excesos hacen que, según Hirschman, las sociedades operen como un péndulo, el cual depende de cada impulso, de cada momentum. Decía Sófocles que «cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr para alcanzarlas».
Pues eso, no pierdan las horas decisivas o después lamentarán perder el momentum.
Publicado en: La Política Online España (7.09.2019)
Fotografía: Alexander Grey para Unsplash
El tiempo siempre es más veloz que nuestras piernas, incluso que nuestras ideas, intuirlo es éxito.