XAVIER PEYTIBI & MARTÍN SZULMAN
Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2020, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
«Radical democrats», «The do nothing democrats», «left radicals», «radical socialist democrats»… es raro no encontrar alguna palabra que no acompañe siempre a la palabra «demócrata» en los labios de Trump, o en sus tuits, o en sus correos electrónicos a activistas. Siempre tiene un adjetivo, siempre un epíteto. Esta forma de referirse a su oponente empezó especialmente a partir de julio de este año, coincidiendo con el esclarecimiento de los candidatos finales en las primarias demócratas. No es solo en relación al Partido Demócrata, también usa The Fake News Media, The Deep State, The Hollywood Elites o The D.C. Swamp. Pero sí es con el Partido Demócrata donde más se está notando este uso de epítetos peyorativos en su lenguaje.
Aunque Trump ya usó este tipo de lenguaje antes, en su campaña de 2016. Entonces, una de sus palabras fetiche era «Crooked Hillary». Nunca nombraba a Hillary Clinton si no iba acompañada de este adjetivo. Su objetivo: enmarcar a Hillary con la corrupción. Como indicaba Sergio Pérez-Diáñez en un extraordinario trabajo de final de máster sobre este tema, ya el 23 de febrero de 2016, Gallup publicó un estudio que señalaba que Hillary Clinton era percibida por un 23% de los adultos encuestados como «deshonesta» y por un 7% como una «criminal» «corrupta» [crooked], «ladrona» o que «debería ir a la cárcel». Esa percepción fue la que quiso aumentar Trump y, a partir del 17 de abril de ese mismo año, empezó a añadir «crooked» cuando la citaba —que era constantemente—. De hecho, incluso admitió que le funcionaba esta estrategia, en unas declaraciones en The New York Times.
Se trata de una estrategia de framing o enmarcado. Trump enmarcaba a Hillary, y ahora a los demócratas. El framing intenta, en comunicación política, tres cosas. En primer lugar, construir metáforas que puedan influir en el «inconsciente cognitivo», tal como indicaba Lakoff. En segundo lugar, citando a Entman, intenta destacar algo, hacerlo más sobresaliente. En tercer lugar, el framing funciona cuando no cuestiona la misma visión del mundo que tiene el receptor del mensaje, que se lo hace suyo e interioriza.
Estos tres usos básicos del framing tienen correspondencia con lo que intenta hacer Trump a través de sus mensajes. Porque no hay que olvidar que los frames no pueden existir si no se los moviliza, es decir, si no se los activa. Trump es la espoleta que permite que sus frames lleguen a cada vez más gente, y que sean usados también cada vez por más gente.
Respecto a los radical democrats y esta tipología de mensajes, si se analiza cuantitativamente, el epíteto peyorativo que los acompaña es común en casi todos los correos electrónicos de Trump a activistas. En Twitter es menor, pero también muy común. Por ejemplo, de los 184 tuits, desde el 1 de julio de 2019, en que Trump cita la palabra «democrats», la frase «The do nothing democrats» ha sido usada en 35 tuits, con especial virulencia en septiembre de 2019. «Radical democrats» se ha citado en solo 2 tuits los últimos meses (aunque es muy usual en sus correos); «The radical left democrat», en 11 ocasiones; «crazy democrats», en 25 tuits; «The radical Dems» en 7 ocasiones, o «the radical left» unas increíbles 41 veces. El combo perfecto lo realizó en un tuit del 21 de octubre, donde los llamó «Do Nothing Radical Left Democrats».
Este lenguaje polarizante entronca con los mensajes de Trump, que siempre apelan a valores estadounidenses: America, libertad, sueño americano, seguridad, nostalgia de tiempos mejores, etc., mientras que al citar a los demócratas (y a sus candidaturas) apela a elementos negativos en el imaginario estadounidense republicano, como radical o socialista. Un reciente análisis hablaba de la intensa negatividad que les provoca la palabra «socialismo» a los republicanos —o cercanos ideológicamente a ellos—. Cuando Trump usa «socialismo» sabe perfectamente lo que hace. De paso, polariza, a través del lenguaje, aún más a la sociedad.
Porque, como indican todos los estudios, la polarización política es una realidad en Estados Unidos. Si la media en la que se situaban los votantes demócratas y republicanos, del 1 al 10, tenía una distancia corta en 1994, en 2017 (sobre todo a partir de 2014), esa diferencia ahora mismo es enorme. Y es a través del lenguaje usado como se acrecienta esa polarización política. De hecho un artículo de Pew Research de julio de 2019 indica que los estadounidenses creen que el debate político de la nación se ha vuelto más tóxico y que la retórica ‘acalorada’ podría incluso conducir a la violencia. De ellos, es interesante que un mayoría (55%) dice que Trump ha cambiado el tono y la naturaleza del debate político para peor.
Trump sabe perfectamente lo que hace. Porque le interesa una sociedad polarizada, ya que eso moviliza a sus votantes y a sus activistas. El lenguaje es su vehículo principal para polarizar, mediante la creación de marcos a través de ese lenguaje. Empieza a ser una constante en su comunicación, y todavía queda un año de campaña.
(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2020)
Fotografía: Steve Harvey para Unsplash
Muy interesante, pero ahora que nos hemos saturado de mítines, debates, declaraciones, tertulias y ruedas de prensa a mí me ha quedado la sensación de que todos los políticos utilizan el «framing» de forma exagerada.