Entrevista con Javier García para Sintetia, que reproduzco a continuación: «O se entiende el corazón de las personas u otras fuerzas entenderán mejor sus tripas».
La crisis del coronavirus es sanitaria, unos dicen que de consecuencias bíblicas, pero también es una gran crisis de comunicación. Comunicar lo que está pasando, cómo ha pasado y, sobre todo, cómo hacerlo para cuando todo esto vuelva a la normalidad de crítico.
No se puede liderar, innovar, ni motivar sin una buena comunicación. La mala comunicación es causante de muchos problemas sociales, empresariales y económicos.
Precisamente de esto hemos tenido el lujo de conversar con una referencia nacional en materia de comunicación estratégica, Antoni Gutiérrez-Rubi. Asesor de comunicación de
Ideograma, colabora con los principales medios de este país, es profesor en diversos másteres, autor de varios libros de obligada lectura y un apasionado del mundo digital. Su blog y su participación en las redes sociales le colocan como un experto con cosas muy interesantes que decir. Antoni es un gran combustible intelectual para el debate de la regeneración política, social y económica de España, en un momento en el que el país se encuentra en jaque con más incertidumbre que nunca.
:: Antoni, ¿dónde te pillamos confinado?
En Barcelona. Llegué el jueves 19 de marzo después de un largo viaje por República Dominica, EE. UU., México, Chile, Argentina y Brasil. Pude embarcar en el último vuelo disponible desde Río de Janeiro.
:: El otro día Dragui dijo en el Financial Times que esta crisis del coronavirus es de proporciones bíblicas. Si tuvieras que definir la crisis del coronavirus en una única frase, ¿cuál sería?
Una crisis imprevisible, inimaginable, incierta, inclemente e iniciática. Tras el coronavirus empieza algo diferente, muy diferente.
:: Desde una perspectiva de comunicación política… me gustaría que nos hicieras una reflexión en varios planos:
1.- Primero, en España. ¿Crees que hemos actuado bien y a tiempo?
Desde una perspectiva de comunicación política creo que, en general, todas las fuerzas políticas han mantenido la misma frecuencia de comunicación con la que actuaban antes de la crisis. Quizás ha faltado reflexión sobre si esta crisis nos obligaba —a todos— a un cambio de registro, de modulación, de estilos, de palabras. La sensación que tengo es que la política no ha renovado su lenguaje para esta situación excepcional. ¿Se puede hablar —desde el gobierno, aliados y oposiciones— de la misma manera? O bien, por el contrario, hay que explorar nuevos registros de empatía, sensibilidad, colaboración y cooperación.
Hay como una sensación de ausencia de emocionalidad profunda. La gravedad no es apretar la mandíbula, bajar la cabeza o fruncir el ceño. Quizás me equivoco y, probablemente, juzgar el comportamiento comunicativo de personas que deben decidir sobre asuntos tan importantes no deja de parecerme, incluso, algo frívolo. No deseo y no sería justo hacer un juicio severo sobre nuestros representantes.
Pero la verdad es que siento una distancia emocional en los discursos y relatos. Usan palabras adecuadas, pero no resuenan diferentes. Lo que vivimos será la experiencia vital más relevante para millones de personas.
La política debe rearmarse moralmente para entender, abrazar y canalizar un estado de ánimo colectivo de alta emocionalidad. O se entiende el corazón de las personas u otras fuerzas entenderán mejor sus tripas.
2.- ¿Consideras que el parlamento español ha estado a altura de una crisis global?
El Parlamento no debe detenerse. En ninguna circunstancia. Ni la labor de la oposición. El derecho a discrepar —incluso en una excepcionalidad como la actual— es un derecho que nos hace más fuertes. Esta crisis va a necesitar más y mejor política. Más presencia del Estado en la vida económica y una revisión profunda de nuestros modelos productivos. Necesitaremos un Parlamento intenso, activo y exigente.
3.- ¿Crees que esta crisis puede acabar con el Gobierno y nos enfrentaremos a nuevas elecciones cuando esto pase?
Es un escenario que no podemos descartar. Pero antes hay que ver qué significa “salir o cuando esto pase”. Es probable que nada será un continuará, sino algo más parecido a un reset. Miles de muertos, millones de desempleados y una fractura social y económica sin precedentes activarán, de nuevo, la inacabable e inagotable fase competitiva de nuestras fuerzas políticas. La tentación por imponer un relato que enjuicie, justifique, ataque o defienda al adversario será una tentación cainita casi irresistible. Hay que situar una dimensión histórica excepcional a lo que nos sucede. ¿Podrán hacerlo? Solo así será posible a un gran pacto transversal. En caso contrario viviremos una guerra política sin cuartel. Si la cooperación no parece rentable, se abrirá paso la competición. Y sin prisioneros.
4.- Y Europa… ¿es ésta una nueva prueba de fuego para el proyecto europeo?
Europa es la gran ausente. Europa no se ha dado cuenta, todavía, que con 500 millones de habitantes es un diminuto actor político en un mundo global. Hemos perdido la centralidad geopolítica. La idea de unión es desbordada por la de nación. La tentación ultranacionalista nos resquebraja.
:: El otro día llegué a través de tu timeline a un artículo de José María Lasalle que me gustó especialmente, donde decía: «El neofascismo se prepara para el horizonte de la pospandemia»: ¿Esta crisis puede poner en riesgo la libertad a cambio de la seguridad?
Vamos a cuestionarnos muchas cosas. También vamos a resituar y reevaluar valores, principios y esfuerzos para sostenerlos. Quizá, más que hablar de qué modelos (democráticos o autocráticos) garantizan más y mejor el interés general en casos como una pandemia… deberíamos hablar de tradiciones culturales y de psicología social. Esta crisis se enfrenta mejor con disciplina cívica, con sacrificio solidario y resiliencia cooperativa. Creo que esta crisis nos interpela, también, sobre valores y estilos de vida. Y nos interroga sobre la relación entre lo importante, lo urgente y lo necesario.
:: Uno de los grandes desafíos es gestionar la incertidumbre. Comunicar sin poder predecir bien qué va a pasar en los próximos días, meses, entiendo que es una de las tareas más complejas. ¿Alguna recomendación al respecto?
Humildad. La incertidumbre obliga a la sinceridad extrema, a transparentar dudas y temores. La mejor manera de dar seguridad, hoy, es con transparencia. Los electores y ciudadanos valorarán mejor un discurso prudente, cauto y concreto. La política debe abandonar la arrogancia tecnocrática. Nos enfrentamos a una lucha en la que las certezas deben ser iluminadas por las seguridades.
Podemos no saber qué ocurrirá exactamente, pero podemos afirmar con qué actitudes, valores y métodos haremos frente a lo imprevisible. Menos certezas en lo tangible y más seguridad en lo intangible.
:: ¿Se propaga más rápido la confianza/desconfianza que el propio virus?
Sí. La infodemia (infoxicación pandémica) que padecemos ha sido el ecosistema favorable para la desinformación en sus variantes más sofisticadas, como los deepfakes. Nos enfrentamos a un volumen extraordinario de contenidos que desinforman con intereses muy diversos: desde contaminar a la solvencia científica, a las agendas políticas de desestabilización o acoso político.
Las plataformas digitales están trabajando para evitar este deterioro de la calidad y veracidad de la información que los usuarios comparten en sus redes… pero es todavía insuficiente.
:: ¿Crees que esta crisis puede ayudar a reforzar la credibilidad e importancia de la ciencia, la investigación y cómo nos enfrentamos como sociedad a la complejidad creciente de nuestras vidas?
Sí, claramente. Espero un renacimiento de la cultura científica en nuestra sociedad que vaya acompañado de políticas públicas para proteger el pensamiento, la investigación y la divulgación científica. Así como una poderosa estimulación de la innovación en nuestro sistema económico y productivo.
:: Tú siempre has sido una referencia en los ámbitos de la comunicación y la digitalización, ¿Te imaginas este confinamiento sin Internet?
¿Sin Internet? No, no me lo imagino. Creo que sería un confinamiento dentro del confinamiento. Ya tenemos otros confinamientos: de la mente, del cuerpo, del espacio, del presente y de las esperanzas. El psicológico: trastornos o enfermedades.
El físico: movilidades limitadas. El cotidiano: infraviviendas. El económico: rentas bajas o vulnerables. El social: soledades. Y, en parte, el digital, aunque afortunadamente esta pandemia nos encuentra con unos niveles de penetración de Internet muy profundos, intergeneracionales, sociales y territoriales.
:: Pero a la vez vivimos infoxicados, y en una crisis de esta magnitud esto es aún más acuciante. Tim Wu en El País decía: “Muchos no se dan cuenta de la cantidad de información que es ignorada; la mayoría de las cosas pasan desapercibidas”, ¿A más información más necesidad de filtro y de rigor?
Sí. La información crece en velocidad, cantidad, accesibilidad y formatos. Pero lo que no “crece” es el tiempo. Un segundo sigue siendo un segundo. Un minuto, una hora, un día… igual. Crece la oferta disruptivamente, pero no crece nuestra capacidad cognitiva ni de atención. La tensión entre bien abundante (información) y bien escaso (tiempo) es una de las grandes ecuaciones. De ahí la lucha de los algoritmos por nuestra atención y nuestra limitadísima paciencia cognitiva.
:: En este sentido, ¿Cuál es vuestra misión en ideograma y cuál es el papel que queréis desempeñar en la sociedad?
Creemos que la comunicación pública y política es como un servicio público. Queremos dejar “la cancha de juego” siempre mejor después de nuestra intervención. Ganemos o perdamos una elección, un contrato o un servicio… queremos contribuir a que el espacio público de la comunicación fortalezca la democracia y el interés general. Además, creemos en el enorme beneficio de compartir ideas, pistas y contenidos. Creemos que la generosidad es rentable. Son semillas en el tiempo y dejan la huella profunda de la trayectoria y el conocimiento reputado que en tiempos de incertidumbre se convierte en un faro para clientes pasados, presentes… y futuros. Además, como es conocido, apostamos claramente por nuestro compromiso social con la Fundación Ideograma y las muchísimas iniciativas académicas que impulsamos entre las que destaco la Cátedra Ideograma-UPF de Comunicación Política y Democracia.
:: Con el tejido empresarial parado y una economía frenada (como nunca en la historia moderna), ¿qué les dirías a esos millones de empresarios y empleados que no saben qué pasará y cómo la bicicleta puede ponerse a la misma velocidad que antes?
Les diría que es la hora de la solidaridad corporativa. Si frenan en seco o externalizan al sistema los costes laborales, por ejemplo, no podrán reanudar su actividad cuando la crisis amaine. Nuestros sistemas económicos y sociales están más preparados para crecer o decrecer que para un frenazo en seco. La resiliencia solidaria y justa es mejor que la resistencia individual. Mejor decrecer juntos que romper vínculos. Así, la recuperación es posible.
:: Desde la última vez que hablamos han pasado muchas cosas, por ejemplo, la llegada de Trump. Me decías: «El hombre que miente (sin rubor, sin pudor), que insulta (sin complejos) y que desprecia (sin respeto) puede ganar las elecciones. O al menos puede llegar con posibilidades hasta el final. Estamos en una situación límite e inédita: ¿puede un mentiroso compulsivo ser el próximo Comandante en Jefe del país más poderoso del mundo? Puede.» No puedo perder la oportunidad de preguntarte por este personaje que a la vez es presidente:
¡Vaya! ¿Eso dije? Parece que me acerqué, lamentablemente. Me hubiera gustado equivocarme.
1.- ¿Cómo crees que pasará a la historia como presidente?
Como un presidente que perjudicó a su país con su unilateralismo y aislacionismo. EE. UU. solo se ayuda cuando lidera y asume sus responsabilidades globales.
2.- ¿Cómo lo describirías desde una perspectiva de comunicación con sus tuits mañaneros?
Una personalidad peligrosa al mando del volante del país más poderoso del mundo.
Entrevista publicada en: Sintetia (5.04.2020)