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El pánico: del crac del 29 al coronavirus

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ / MARTÍN SZULMAN

El pánico en la política, o en los mercados, es muy contagioso. La Real Academia Española (RAE) lo define de la siguiente forma: «Del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso». Su raíz proviene de la palabra griega marenguakös. Ésta hace referencia al terror pánico que los viajeros sentían en las encrucijadas de los caminos, cuando se les aparecía el semidiós Pan, similar a un fauno con cuernos y extremidades inferiores de cabra. El temor que despertaba en ellos hacía tomar el sendero equivocado a los que, aturdidos y desorientados por su aparición, huían de él.

John Kenneth Galbraith (1908-2006), un reconocido economista canadiense de la posguerra, escribió en su famosa obra The Great Crash (1954) que el pánico fue la principal emoción que expresaron los inversores bursátiles durante el crac del 29, que, en consecuencia, guió su comportamiento. Una hipótesis del pánico como elemento desencadenante del hundimiento de Wall Street que, si bien no ha sido universalmente aceptada, algunos otros colegas suyos, aunque con una interpretación más economicista y menos sociopsicológica, han terminado dándola relevancia.

Precisamente en esa línea, el economista Irving Fisher (1867-1947) optó por hablar, en cambio, de bajadas psicológicas («the psychological short swing», en inglés), un término que acuñó para definir los declives de los mercados por cuestiones anímicas. Para Fisher, las emociones operaban como una forma de dar sentido a lo inexplicable del comportamiento bursátil: si el precio de las acciones excedía su valor subyacente, se debía a que los inversores se regían por el exceso de otra emoción: el entusiasmo; si, después del crac, caían por debajo del valor citado, Fisher se lo atribuía al pánico de los inversores. Se empeñó en intentar demostrar que las tendencias bursátiles se movían al margen de las predicciones racionales, lo que suponía algo irracional y distorsionador. Para el economista, ese algo que no podía explicar no era otra cosa que la interacción de las emociones con los mercados.

Esta discusión binaria y dual sobre la racionalidad (o irracionalidad) de las emociones, y su intervención en las decisiones de los mercados, es explicada por John Marsh, profesor de la Universidad de Pensilvania. En su artículo sobre cómo las emociones afectan al mercado de valoresMarsh sostiene que cada vez más psicólogos, filósofos y neurólogos han llegado a la conclusión de que las emociones no son necesariamente irracionales sino que, por el contrario, pertenecen al orden de lo racional. Añade que es posible pensar que éstas, por su carácter inescindible de la naturaleza humana, están fuertemente presentes en el mercado, aun cuando éste parezca ser racional y perfecto.

Casi un siglo después de aquel estallido, el sistema capitalista atraviesa otra profunda crisis sistémica, a la que algunos incluso se animan a señalar como la más fuerte de su historia, por la parálisis de prácticamente todos los sectores de la producción a escala global. La crisis del coronavirus se ha propagado rápidamente a nivel mundial, provocando alteraciones en nuestros comportamientos y nuestras subjetividades.

Según datos del reciente Barómetro Covid-19 de Kantar, un relevamiento con más de 30.000 casos en más de 50 países en todo el mundo, tres de cada cuatro ciudadanos afirman estar preocupados por la situación que despierta esta pandemia. Más aún, del universo total, un 41% enfatiza estar muy preocupado. En el caso de España, esta variable se dispara y alcanza prácticamente al conjunto de los españoles y las españolas (86%). Además, más de la mitad de ellos (55%) también acentúa esa sensación.

Al indagar acerca del motivo de la preocupación, en el ‘top of mind’ de los españoles aparece la cuestión económica. Esta particular intranquilidad por la marcha de la economía empuja a España hasta los últimos escalafones del optimismo (otra emoción central en esta crisis), en comparación a otros países respecto a la confianza en la recuperación tras la crisis. Así, tan solo uno de cada cinco ciudadanos y ciudadanas confía en que, una vez superada la pandemia, habrá celeridad en esa recuperación; un dato no menor si lo comparamos con el primer epicentro del virus, China, donde a pesar del elevado número de población afectada, un 65% de confía en la normalización de la vida económica post-crisis.

‘Momento VUCA’

El Army War College, una institución educativa del Ejército de los Estados Unidos con casi 120 años de vida, acuñó el término VUCA’ (acrónimo en inglés de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) para describir la realidad para la que debía prepararse en el mundo multipolar emergente con el fin de la Guerra Fría.

Como ejemplo de este salto del terreno bélico al mundo corporativo, VUCA fue adoptado con posterioridad por los líderes empresariales y expertos en gestión económica para describir el ambiente caótico, turbulento y velozmente cambiante que la nueva normalidad ha naturalizado.

Apartarse de la previsibilidad en lo económico es una certera descripción del momento actual, marcado por la crisis del coronavirus. Sin ella, no hay escenarios; y sin escenarios no hay sostenibilidad ni seguridad. El desafío de los líderes durante y después de la crisis será, más que nunca, proveer certezas.

Golpes de optimismo

«Señoras y señores, hemos terminado», anunciaba el director de Asuntos Legislativos de la Casa Blanca, Eric Ueland, en la madrugada del pasado 25 de marzo, tras abandonar la oficina del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, después de arduas negociaciones. De esta manera, los líderes de la Casa Blanca y del Senado llegaron a un histórico pacto, por el que acordaron un paquete que inyectará 2 billones de dólares en la principal economía del mundo para paliar los efectos de la pandemia.

Al golpe del coronavirus, el golpe o shock del Estado al mercado. Como un boxeador que recibe un golpe y sabe que necesita dar otro para dar pelea.

Esta determinación del Poder Ejecutivo y el Legislativo de EE. UU. no ha hecho otra cosa que inyectar optimismo (y respaldo) en los mercados, después de fuertes caídas de hasta un 10% en Wall Street. En ese sentido, este contragolpe de las principales instituciones del sistema democrático estadounidense ha producido un efecto muy claro: el Dow Jones acumuló al final de la semana ganancias de alrededor de un 14%. Todo ello un día después de que se convirtiese en el país con más casos de personas infectadas del mundo.

Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad

Las emociones, positivas y negativas, pueden provocar resultados imprevisibles. Hace tan sólo un mes, la COVID-19 era una mera gripe. Pocos días después, el virus que la provoca ya era catalogado como el cisne negro de 2020. Ahora, sin lugar a dudas, es un sismo económico de alcance global y tamaño impredecible. La Bolsa española, testigo privilegiado de ello, lo sufrió el jueves 26 en carne propia: el IBEX registró el mayor hundimiento de su historia, un descenso del 14,06%. Desde la propagación de la epidemia por Europa, las 35 empresas más fuertes del mercado de valores español han perdido alrededor de 235.000 millones de euros de capitalización bursátil.

El pesimismo es tan contagioso como el optimismo. El miedo moviliza tanto como la alegría; son opuestos, pero con igual fortaleza. Los estados de ánimo son hoy los auténticos termómetros sociales. La reinvención del sistema económico y financiero, pero también de los tejidos sociales, deberán venir acompañados de fuertes emociones para brindar certidumbres. El optimismo en el porvenir y en las expectativas de vida es una de ellas.

El pensador italiano Antonio Gramsci dijo alguna vez: «Soy un pesimista debido a mi inteligencia, pero un optimista debido a mi voluntad». El optimismo es una manera de vivir y de afrontar el presente, que aplica (también) en política y en finanzas.

Publicado en: Agenda Pública (13.04.2020)

Enlaces de interés:
El Podcast de Agenda Pública. El pasado 19.04. tuve el placer de participar en esta conversación organizada por la coordinadora editorial de Agenda Pública, Yanina Welp, junto a dos analistas invitadas más: Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, y Natalia Aruguete, profesora de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Austral, investigadora del CONYCET de Argentina y autora de Fake News, trolls y otros encantos.

Este es el enlace al podcast: ¿Y el gobierno del pueblo? ¿Qué hacen y qué dejan de hacer los gobiernos enfrentarse a la pandemia? ¿Se trata de una oportunidad para concentrar poder?

Artículos de interés:
How emotions affect the stock market (OUPblog. John Marsh, 18.03.2020)

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2 COMENTARIOS

  1. En los sueños cuando tienes pánico e intentas correr tus piernas no se mueven y si te das cuenta de que estás soñando e intentas despertar no lo consigues hasta que caes por el precipicio.

  2. Ahora mismo es difícil proveer de certezasm, ya que todo el mundo está seguro de que nadie sabe nada. Algunas personas que nos gobiernan, con poca información, con muchas dudas, con escasas certezas, con medios reducidos y en un entorno absolutamente VUCA tendrán que tomar decisiones difíciles. Creo que no nos queda otra que estar vigilantes!!

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