Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2020, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
Quedan menos de 100 días para que se celebren las elecciones estadounidenses. Estos días, en medio de la pandemia, y con cifras terribles en cuanto a las políticas del presidente Trump para hacer frente al virus, serán los que determinen si Trump puede o no puede ser reelegido el 3 de noviembre.
De lo que suceda con la COVID-19 y de si la ciudadanía estadounidense cree que su presidente lo está haciendo correctamente, dependerá la decisión final de aquellas personas aún indecisas. Hoy en día, las encuestas indican no sólo que Biden gana a nivel nacional, sino que gana —y esto es lo importante— en los swing states que dieron la victoria a Trump en 2016. La campaña del presidente debe ser, por tanto, más permanente que nunca, porque el tiempo apremia.
De hecho, y he aquí lo importante, apremia más que nunca porque un 40% de la ciudadanía no vota en noviembre, sino que lo hace antes, por anticipado o por correo, con la posibilidad que otorga el voto por anticipado y que, aunque varía según los estados, se realiza de media entre un mes y medio y una semana antes de las elecciones. Es decir, que el 40% de los votos se van a depositar en la urna en el mes de octubre. Eso significa que a Trump le queda un mes menos de campaña, y un mes menos para mostrar recuperación, sea económica o sea sanitaria ante la pandemia de la COVID-19. Son treinta días preciosos de campaña en los que no podrá convencer a casi la mitad de los votantes.
El aumento del voto temprano (o por correo) es una tendencia al alza desde hace años, y 43 estados lo permiten. Ya en 2016 y 2018, aproximadamente el 40% de los votantes lo hizo. Se ha doblado en veinte años (en 2005 lo hacían el 20% de votantes), y con una enorme tasa de éxito en estados como Oregón, Colorado o California, donde el 60% de sus votos son ya por anticipado.
Y todo este avance pese a las trabas de los republicanos, que intentan poner dificultades a esta tipología de votos por miedo al voto de minorías (aunque todos los estudios muestran que realmente no benefician ni perjudican a ningún partido). Como apuntaba Antoni Gutiérrez-Rubí, el propio Trump y altos cargos del Partido Republicano han indicado expresamente que no les interesa que aumente el voto y que, precisamente, el voto por correo puede provocar ese aumento. Desde febrero de 2020, el Comité Nacional Republicano está litigando, con 10 millones de euros, contra todas las leyes que puedan facilitar el voto por correo. Que en muchos swing states gobiernen los demócratas pero la mayoría parlamentaria sea republicana genera, también, la seguridad de que habrá desacuerdos.
Algunas de estas leyes que intentan evitar el aumento de voto en minorías ya están en marcha. Hay muchos ejemplos, pero cito uno que me ha parecido realmente impactante: en Carolina del Norte, en 2018, tal como indicaba Michael Coren, al ver que las iglesias negras organizaban eventos de «almas a las urnas» para alentar a las congregaciones a votar los domingos después de la misa, los legisladores republicanos prohibieron que se pudiera votar por correo los domingos). Un problema menos para los republicanos.
Ayer mismo, el propio Donald Trump, a través de Twitter, se hacía eco de teorías conspirativas sobre el voto por correo para decir que podrían ser las elecciones más fraudulentas de la historia y que tal vez habría que aplazarlas. Los analistas han certificado que el fraude es mínimo, insustancial, pero sigue siendo un tema de interés para los republicanos más cercanos al gobierno Trump.
Pero la gente sigue queriendo votar por correo, porque es más sencillo, rápido (sin colas) y barato (sin demasiados desplazamientos), y en el momento que se desee. Para estas elecciones de noviembre, si además tenemos en cuenta que si las cosas siguen como en la actualidad en Estados Unidos poca gente querrá ir a un colegio electoral y arriesgarse a enfermar, es más que probable que este año el voto anticipado incluso aumente. Por tanto, disminuirán los días de reflexión de muchos votantes, que acelerarán su decisión para votar a distancia.
Ello significa que quedan, de media, treinta días menos para que la campaña de Trump mejore y permita seducir a algunos de esos votantes que confiaron en él en 2016 y que tal vez ahora querrán un cambio. Son treinta días menos para hacer campaña, treinta días menos para mostrar que es un líder con soluciones, y treinta días menos para que la economía (su gran baza electoral) muestre signos de mejora. A la campaña de Trump no le quedan 100 días, y deben prepararse para entenderlo.
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Fotografía: Mick Haupt para Unsplash