El debate de política general del Parlament de Catalunya corre el peligro de ser irrelevante para amplios sectores de la sociedad catalana, a pesar de los enormes desafíos a los que nos enfrentamos. Es una peligrosa paradoja: nos encontramos en un cruce de caminos inédito y transcendental, pero la política catalana parece que ha quedado atrapada dando vueltas en la rotonda, sin tomar ninguna salida, sin decidir, sin avanzar. Y lo que es más preocupante, también bloqueada y paralizada. El tedio pareciera que recorre el hemiciclo. Líderes agotados, algunos de ellos amortizados, ceñidos a un papel en el que ya no creen, sin energía y entusiasmo, y esperando que el tiempo resuelva la parálisis.
La política catalana parece resignarse al empate permanente. Hay miedo a desempatar, a abrirse a construir mayorías más inclusivas, representativas y superadoras. El bloqueo conforta a los convencidos; el campo abierto inquieta y explora caminos y soluciones audaces y creativas. Todo el mundo esperando el agotamiento del adversario, aspirando a las pírricas y raspadas mayorías que, aunque legítimas, no transforman ni son gobernables. Hay que renunciar a la victoria absoluta, tan improbable como ineficaz. Y trabajar el campo incómodo pero pragmático del acuerdo o, si no, del arreglo.
Catalunya necesita recuperar ilusión y energía y, para ello, el Parlament debe recuperar su propia atmósfera revitalizadora del debate y el diálogo político. Atreverse a desempatar, renunciando a la victoria, para liderar en lugar de esperar. Hay una gran diferencia entre la paciencia estratégica o el tedio irresponsable. Hacer todo lo posible para avanzar o ir respondiendo con la inercia de los roles asignados según sucedan hechos, escenarios, amenazas u oportunidades.
¿Qué pasa cuando la política se vuelve átona, cuando todo el mundo se resigna a un bloqueo permanente, cuando se instala el desánimo, la inapetencia, el aburrimiento por cansancio, la pereza, el desencanto o el estancamiento? Decía Voltaire que «el destino del hombre es vivir en las convulsiones de la angustia o en el letargo del tedio». Catalunya corre el riesgo, si es que no está ya en un bucle sinfín, de que nada cambie, cuando más urgentemente necesitamos cambios. No hay futuro sin mayorías irreversibles, amplias y reforzadas. ¿Quién se arriesga a desempatar renunciando a ganar en solitario?
Si se quiere ir lejos, hay que ir paso a paso. Sustituir la audacia estética por la persistencia consistente; la ambición voluntarista por la determinación estratégica; la retórica estéril por el pragmatismo lúcido, y la confrontación inteligente por la simple y sensata inteligencia. El tacticismo es un lujo solo al alcance de las grandes y poderosas naciones. Catalunya necesita estrategia compartida, no regates cortitos y autocomplacientes.
El debate de política general en el Parlament parece recorrer, por lo que hemos visto hasta ahora, el guión de los reproches cruzados y los recelos profundos. Es probable que los parlamentarios se aburran de sí mismos y de este bloqueo. El tedio es peligroso. Nos lleva a la desidia y a la resignación claudicante.
El Parlament no debe ser una cámara de eco o el escenario para hacer un corte audiovisual para redes, para los medios o para el consumo interno. La política átona alimentará la desconfianza entre amplios sectores de la ciudadanía respecto a nuestro sistema democrático, sus instituciones, sus medios y sus protagonistas. Hay que atreverse a desempatar, aceptando que la única victoria posible es la que sea capaz de ser reclamada por todos, con las mínimas exclusiones posibles y la máxima generosidad.
Publicado en: La Vanguardia (17.09.2020). RESET (7)
Fotografía: Hassan Pasha para Unsplash
«Es probable que los parlamentarios se aburran de sí mismos y de este bloqueo. »
I la ciutadania estem FARTES . La meva generació de gent polititzada aguantem, la resta està arribant a la conclusió que la política no serveix per res.
Correm riscos que poden ser irreversibles durant molts anys.