El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se han esforzado, con gran profesionalidad, en mostrar un «punto y aparte» en sus relaciones institucionales y políticas, y en abrir una etapa nueva basada en el entendimiento y las respuestas (según Ayuso), o en la ayuda, colaboración y apoyo (según Sánchez). Ambos presidentes llegaban a esta cita con un balance crítico: nueve de cada diez regiones europeas con peores indicadores en la pandemia son españolas y quien lidera el ranking es la Comunidad de Madrid. Inexplicablemente, han tardado un año en verse y siete meses en organizar esta reunión bilateral tan necesaria.
Sánchez ha conseguido, con la reunión, su tono positivo y la cooperación institucional con Ayuso, imponer su relato. El presidente ha remachado varias veces su enfoque: «esta es una lucha epidemiológica y no ideológica», y ha vuelto a reclamar que no es tiempo de reproches, sino de unidad institucional. Y la presidenta, con su eficaz rueda de prensa y su «Madrid es España en España», reforzar el carácter de líder política nacional. Ambos llegaban con dificultades y ambos se refuerzan. Sánchez, con un uso más intensivo que nunca de las tríadas retóricas, asegura que no quiere «ni evaluar, ni juzgar, ni tutelar» lo que ha hecho o propone la Comunidad. Y Ayuso ha aparcado las críticas al Gobierno, ha reivindicado el carácter excepcional de Madrid y ha mostrado un carácter sólido, después de semanas de declaraciones y decisiones no siempre bien explicadas o eficaces.
En una cuidadísima escenografía, Ayuso ha recibido a Sánchez con un vestuario corporativo (rojo y blanco) que ha sido reforzado con la presencia de un ancho fondo de banderas españolas y madrileñas, intercaladas (al más puro estilo norteamericano) y con una tarima de rojo intenso. Ayuso ha querido remarcar que jugaba de local y de anfitriona. Sánchez ha mostrado sobriedad formal con continuos gestos de atención y consideración hacia la presidenta. Desde el saludo inicial, con la mano en el corazón y una leve reverencia (como ahora recomienda la OMS, evitando los codos y manteniendo la distancia), hasta sus agradecimientos a la hospitalidad madrileña.
Arthur Miller escribió un texto imprescindible para los interesados en el making off de la comunicación política. En La Política y el Arte de Actuar, decía que «la política tiene que ilusionar, pero no es una ilusión; debe de afrontar la realidad, la realidad de la crisis; la política debe ser divertida pero no es diversión; no debe confundir la fantasía con la realidad, no puede ser un teatro, pero ha de querer ser arte y creación, arte comprometido y creación colectiva». Ambos siguieron guiones complementarios cuidadosamente pactados. Han cumplido en la comunicación. Y las formas son fondo. Ahora falta que acierten en la gestión, y su futuro político ha quedado más condicionado que antes. Han puesto a cero sus marcadores en el kilómetro cero de España.
Publicado en: El País (22.09.2020)
Fotografía: charlesdeluvio para Unsplash