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«La política debe recuperar la capacidad de crear esperanzas que hagan posible lo necesario» (Entrevista para Ethic)

Entrevista con Guadalupe Bécares (@upebecares) para la revista Ethic que reproduzco a continuación.

Improperios en el Congreso, gritos en las tertulias, insultos en los medios de comunicación… Y, en medio del fuego cruzado, unos ciudadanos que tienen que sobrevivir a una pandemia en un ambiente cada vez más tenso y enrarecido. Antoni Gutiérrez-Rubí (Barcelona, 1960), director de ideograma, lleva más de treinta años inmerso en el mundo de la comunicación y la consultoría política y cuenta con casi una veintena de libros publicados –el último, hace apenas unos días–. En un tiempo crítico en el que la valoración de los representantes y la confianza en las instituciones parece flaquear, el experto aboga por resetear el sistema y caminar hacia uno donde la empatía y la esperanza vuelvan a tener hueco. 

La crisis del coronavirus ha sido intensa en todos los sentidos, también en el de la comunicación política. A grandes rasgos, ¿qué lecciones podemos aprender de ello?

La pandemia nos ha puesto en jaque, nos obliga a pensar y repensarnos. Nos descubre vulnerables y frágiles. Evidencia que sin proyectos colectivos y futuros compartidos no hay posibilidades individuales sostenibles de desarrollo y realización, y nos reafirma la importancia de una comunicación clara. La crisis ha puesto en cuestión las tradicionales fuentes de inspiración y de ejecución de la comunicación política y la importancia de comunicar con valores como la sinceridad y transparencia, la empatía, sensibilidad, colaboración, humildad y ejemplaridad. Sin duda, estamos frente a una nueva forma de entender la comunicación política, de manera más útil y eficiente, pero también más democrática.

Tú qué tanto has escrito acerca de las emociones en la política, ¿cuáles han dominado y siguen dominando estos meses? Ahora que ha pasado casi un año, ¿qué crees que se ha hecho bien y qué mal?

Es evidente que no estábamos preparados para una situación así, ni tampoco para una resistencia resiliente tan larga, continuada y desgastante. En este tiempo, la fatiga y la impaciencia, junto con el desánimo y el miedo al futuro, han dominado nuestras emociones. A este estado, hoy se le ha sumado la acedia. Estamos aburridos, apáticos, asustados e inseguros, nos hemos llegado a preguntar qué sentido tiene nuestra existencia. La acedia es un malestar que afecta al ánimo, a la percepción y la reacción frente a las dificultades o adversidades. Es una especie de resignación que nos aísla y nos llena de desesperanza. Estos días desconcertantes —nuevas cepas, las incidencias sobre las vacunas— son los más inestables y peligrosos. La política debe recuperar el liderazgo moral de la sociedad frente al nihilismo resignado o la rebelión creciente. Se trata de liderar, no solo de administrar medidas o dosis.

Como todas las grandes crisis, ha producido un importante desgaste, sobre todo en los líderes que han estado más expuestos. Aunque sé que es complicado, ¿quiénes crees que han salido mejor y peor parados?

En esta pandemia se ha destacado el papel de las mujeres. Sea en Nueva Zelanda o en Alemania, hemos ido viendo un liderazgo muy comprensivo y empático de la angustia, un liderazgo muy horizontal, que busca la cooperación y que comprende los miedos y los recelos. Me parece que tenemos que prestar atención a este modelo de liderazgo de las mujeres, en el que vemos avanzar visiones y maneras de hacer alejadas del híperlíder, donde destacan rasgos como la integración y la formación, que acompañan y abrazan. Me parece que, en general, las mandatarias políticas lo han sabido gestionar mucho mejor. Otros liderazgos que vemos que funcionan son los que cooperan, con todas las administraciones, los que confían en la ciencia y no en su instinto, los que creen en el trabajo cooperativo y colaborativo y no en la personalidad.

Esta pandemia genera una crisis sin precedentes que va a provocar cambios de gran calado en la mirada que tenemos de nosotros sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Esta es una crisis que será recordada por generaciones, que dejará una huella emocional profundísima, y que marcará el avance o retroceso de determinados liderazgos. Aquellos que se caractericen por los valores, la capacidad de transformar y generar consensos, que se construyan desde la humildad, la empatía, con una cierta mirada científico-técnica, y poniendo siempre al ciudadano o ciudadana en el centro. Las y los líderes relevantes serán aquellos que otorguen previsibilidad en un clima de riesgo inminente, capaces de recuperar la ilusión colectiva, de trazar los caminos hacia las oportunidades futuras y de recuperar la confianza en las instituciones, anteponiendo la esperanza del bienestar a cualquier otro interés y conscientes de que las oportunidades solo cuando son comunes hacen la diferencia.

Los primeros momentos de colaboración –recordemos por ejemplo la llamada a ella de Almeida y Maestre– parecieron desvanecerse pronto como un espejismo. Ahora que parece descartado eso de que saldremos mejores, ¿saldremos más divididos?

La política debe recuperar esta dimensión de pacto y equilibrio del interés general y para eso debemos hacer un reset. El reinicio debe ser personal: conciencia, compromiso y cooperación. Hay que recuperar la dimensión cívica de la dimensión ciudadana. Y, en el ámbito público, nos enfrentamos a un momento decisivo de complejidad que va a poner a prueba el multilateralismo, la cooperación, la calidad democrática y la necesidad de construir alianzas por el interés general y el bien común, más allá de la capacidad competencial de Estados y Gobiernos. Lo que viene solo podremos enfrentarlo estrechando lazos de cooperación.

Hace poco, en un artículo en Ethic, hablabas de cómo no solamente la política se ha tornado en un espacio ultracompetitivo: las redes sociales actúan como enormes cámaras de eco que no ayudan a dejar de lado las trincheras. En un tiempo en el que solo importa el presente, como dices, ¿cómo construimos el futuro, si cada vez nos polarizamos más?

Es una muy buena pregunta. La polarización avanza y abre grietas invisibles pero profundas. La grieta, a diferencia de cualquier otra división, rompe el suelo común, crea trincheras, resquebraja consensos básicos, hace insalvables las distancias convertidas en abismos bajo nuestros pies y condena a las personas a destinos de beligerancia sin tregua ni paz. En este contexto, la política debe recuperar la capacidad de crear esperanzas que hagan posible lo necesario y urgente lo posible. Si la política democrática nos desampara para lanzarse a la lucha sin cuartel por el poder –haciendo del lenguaje político un gesto soez, de estilo vulgar, con un tono superficial o un vocabulario hiriente–, recuperar el sentido de las palabras es la primera tarea. Sin palabras no hay pensamiento y no hay creación de lo nuevo.

Siguiendo con Twitter, si 2020 se cerró con la derrota –quizá más pírrica de lo esperable– de Donald Trump, 2021 ha empezado con su cuenta baneada en la red. ¿Qué supone que una empresa privada ejerza ese tipo de censura, aunque sea para evitar la desinformación? Y, del otro lado, ¿qué pasa con otros líderes que también incitan a la violencia?

Como viene sucediendo con las empresas tecnológicas, la realidad se ha precipitado a la regulación. El país ha vivido un momento traumático, con cinco fallecidos en su segunda institución más importante, y ha visto peligrar las instituciones que, precisamente, representan y protegen esa soberanía nacional que garantiza los derechos de la ciudadanía. Los empresarios tecnológicos tomaron como una responsabilidad individual la defensa de las libertades colectivas. Ciertamente, genera preocupación que sean unas pocas personas del sector privado, ricas, poderosas y sin supervisión o autorización de la sociedad, las que tomen decisiones sobre los límites de la expresión en redes sociales, especialmente de un cargo electo democráticamente. Este tipo de decisión no debe recaer sobre empresarios, sino que deben tomarlas los representantes electos de la ciudadanía.

Trump se va, pero ¿el trumpismo se queda en sus herederos en la forma de hacer política, también en Europa? ¿Qué perfil comunicativo crees que adoptará Biden?

Sí, el trumpismo existirá sin Trump. La grieta en Estados Unidos es profunda, polarizada y no acabará con la salida de Trump. Biden debe representar también a la mitad de un país que lo considera ilegítimo y es por ello que tiene un largo camino por delante. Debe abrazar a los norteamericanos que han votado a Trump, liberarlos de las garras del trumpismo y ofrecer un liderazgo inclusivo y dialogante. En esta línea trazó su primer discurso como presidente, en el que estuvieron presentes valores como la esperanza, el amor y la reconciliación frente a un final de odio y división. Como comentaba antes, desde el inicio, le ha dado importancia a las palabras, con una gran carga simbólica, un sentido ético al lenguaje y creo que ese el camino que debe transitar Biden si se quiere superar la división social que existe en el país.

Pronto estará en librerías Artivismo. El poder de los lenguajes artísticos para la comunicación política y el activismo, el nuevo libro en el que abordas precisamente esos espacios comunes entre el arte y el activismo. En el último año hemos visto protestas en un espectro amplio que abarca desde el #BLM al asalto al Capitolio en EEUU o, más cerca, las caceroladas en el confinamiento. ¿Qué papel crees que puede jugar en ello la polarización de la que hablábamos antes? ¿Vuelven el arte y la canción protesta, pero esta vez en las redes?

Desde la crisis de 2008, los movimientos sociales y políticos, que van desde el 15-M, Occupy Wall Street o Ni una menos, han explorado el activismo con una fértil renovación del lenguaje y de los formatos. Estos activismos usan la plasticidad estética de las artes –escénicas, literarias, plásticas, entre otras– para despertar, señalar, conmover y movilizar. A esta combinación debemos sumarle la dimensión digital que ha permitido potenciar los mensajes y alcanzar públicos más amplios en poco tiempo. El arte como medio para la disidencia. La tecnología para potenciar la voz. Pero, una advertencia: esta creatividad en lo digital y de gran eficiencia, no es ajena a la extrema derecha. Estamos en presencia, también, de un activismo provocador, desafiante, que reclama nuestra atención.

«El deterioro de la política democrática y de comunicación es debido en parte al deterioro de las palabras, del lenguaje», sostienes. ¿Cómo se ha producido ese deterioro y qué podemos hacer para remediarlo, también a través de la creación artística?

Estamos en un momento delicado tanto para la democracia como para nuestros representantes. Según últimos estudios, la satisfacción con el sistema democrático retrocede a nivel global. Y esta situación se debe, entre otras cuestiones, a que la política ha dejado de conectar con la ciudadanía. Los ciudadanos no solo reclaman a los gobernantes atender a sus demandas sino, también, mayor empatía, identificación y comprensión para establecer un vínculo de confianza. Al no suceder esto, se produce una fractura, que no es una ruptura entre elector y representado sino una ruptura entre elector y el sistema. Esta situación debilita a los sistemas democráticos y también a las instituciones en un momento en el que las necesitamos fuertes, eficaces y con mayor credibilidad que nunca.

Una sociedad con nuevas demandas, desencantada de la política, que atraviesa una severa crisis de representación, y saturada de información institucional, comercial y política, que vive tiempos de infoxicación, necesita nuevas formas, nuevos lenguajes. Ludwig Wittgenstein, el pensador austríaco que intentó definir la lógica del pensamiento humano escribía, ya en 1921, «que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». El mundo está cambiando mientras que el lenguaje político parece haberse reducido en una versión inservible, caduca y previsible. Por eso, creo que los lenguajes artísticos, con su gran creatividad y plasticidad, pueden ser un puente para ayudar a reconectar a la ciudadanía con la práctica política.

Para acabar, como ciudadanos, ¿cómo podemos ayudar a restaurar la confianza en medio de la gritocracia? 

Creo necesario centrar la atención en la creativa plasticidad de los movimientos de protestas que han surgido en la última década y reflexionar sobre su capacidad para trascender los canales habituales y transmitir sus mensajes, en un contexto de tanto ruido. El uso de lenguajes más ricos permite un diálogo distinto entre ciudadanos y ciudadanas que representan una nueva forma de entender el compromiso político y social. A la par, internet desarrolla un papel clave en la forma de comunicación, que también aporta recursos gráficos, visuales… con gran riqueza expresiva, y que se difunden con gran rapidez.

Publicada en: revista Ethic (24.02.2021)

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1 COMENTARIO

  1. Probablemente el futuro está hecho de palabras cuyo significado todavía no conocemos, espero que los seres humanos ocupen ese territorio… tus palabras tejen ideas poderosas, por sencillas, por sólidas, por esenciales.

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