Comparto a continuación la entrevista que me hizo Héctor González para Aristegui Noticias, a raíz de la publicación de mi libro ARTivismo. El poder de los lenguajes artísticos para la comunicación política y el activismo.
Si hay un lenguaje capaz de crear conciencia y fomentar la movilización social de una manera eficaz es el artístico, sostiene el consultor en comunicación política español, Antoni Gutiérrez-Rubí.
Para el autor de ARTivismo. El poder de los lenguajes artísticos para la comunicación política y el activismo (Editorial UOC) vivimos un tiempo de descrédito de la política y las instituciones democráticas. La sociedad civil busca nuevas vías para reclamar sus demandas y se manifiesta alerta ante la datacracia (el poder de los datos), fenómeno que amenaza con convertirse en el elemento medular de la nueva economía.
A partir de diversos ejemplos, el analista y colaborador de Aristegui Noticias, revisa como a partir del arte y circuitos alternativos se están creando nuevas dinámicas de relación entre una ciudadanía decepcionada y crítica, y una clase política que de no reaccionar se verá rebasada.
¿Qué tan emparentado está su concepto de ARTivismo con La imaginación al poder de Marcuse?
Este era el lema de los estudiantes del Mayo 68 francés: “La imaginación al poder”, que luego se convirtió en grito de guerra de los movimientos juveniles con un significado simbólico más amplio que el de sus orígenes. Pasar de la sociedad del “tener” a la sociedad del “ser” como repetía Marcuse. Han pasado más de 50 años… y, salvando todas las distancias históricas y políticas, el ARTivismo habla de poder y de imaginación. Pero en mi libro reflexiono sobre la construcción de un poder alternativo, diferenciado que se nutre de la práctica activista con la germinación creativa del arte. Yo no practico la utopía, pero si la esperanza: la que cree que avanzar un milímetro en la dirección correcto, significa llegar a lugares diferentes de la inercia actual.
¿Los colectivos feministas son quienes mejor han aplicado lo que usted llama ARTivismo?
Tanto los colectivos feministas, como los movimientos que surgieron tras la crisis de 2008, como el 15M u Occupy Wall Street, han tenido la capacidad de convocar, identificar, movilizar y activar recursos múltiples y diversos para el compromiso político y social explorando una fértil renovación del lenguaje y de los formatos. Suelo decir que estos movimientos muestran cómo las causas (políticas) han desbordado a las casas (partidarias) en el liderazgo social. Es el éxito de las multitudes conectadas y su capital transformador. Y el lenguaje artístico tiene una capacidad de crear conciencia y de fomentar la movilización con una eficacia muy superior a la de cualquier otro lenguaje.
Banksy y el colectivo LasTesis son ejemplos de ARTivismo, ¿qué rasgos encuentra en ambos casos y cuáles cree que están echando raíces?
Banksy es un artista que inspira desde su arte callejero, potente, provocador, audaz… y las redes sociales han logrado una viralidad exponencial de sus obras. Por otro lado, la performance que creó el colectivo LasTesis ha dado la vuelta al mundo, convirtiéndose en un nuevo himno para el movimiento feminista. Una acción sencilla, fácil de aprender, con una melodía contagiosa, pero con una letra muy potente que ha logrado mostrar —una vez más— la fuerza del movimiento. Pero más allá de hablar de una acción u otra, prefiero pensar que el artivismo se nutre de muchos afluentes, influencias, experiencias inspiradoras y allí está lo impactante, la interrelación de todas estas prácticas que se van transformando según las latitudes.
¿Cómo discernir entre un artivista y un influencer político?
Es una muy buena pregunta… que me obliga a pensar en las diferencias. La más importante es el carácter coral y comunitario de la práctica artivista, muy alejada del narcisismo digital que, a veces, se refleja en el mundo onanista del influencer.
La pandemia ha dejado en evidencia la mala comunicación política de muchos gobiernos alrededor del mundo. ¿A qué lo atribuye?
La crisis ha puesto en cuestión las tradicionales fuentes de inspiración y de ejecución de la comunicación política que han sido la publicidad persuasiva y el marketing. A la vez, ha mostrado la necesidad de comunicar con valores como la sinceridad y transparencia, la empatía, sensibilidad, colaboración, humildad y ejemplaridad. Nos reafirma la importancia de una comunicación clara, honesta. La política estaba, en muchos casos, frente a un espejo trucado que creaba una atmósfera onanista y reverberante. Sin duda, la pandemia nos ha abierto una ventana para una nueva forma de comunicación política, más útil y eficiente, pero también más democrática.
Usted ha escrito sobre la necesidad de la política y sus protagonistas de recuperar el liderazgo moral, pero ¿cómo hacerlo? Precisamente España y México son países donde los escándalos de corrupción son cosas de todos los días.
Vivíamos en un mundo VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), que ahora también sabemos que es Frágil y Vulnerable. La pandemia evidencia que sin proyectos colectivos y futuros compartidos no hay posibilidades individuales sostenibles de desarrollo y realización. Esta crisis no es únicamente un grave reto sanitario, social y económico. Está en juego el interés general. El bien común. La política debe recuperar esta dimensión y para eso debemos hacer un reset. Pero el reinicio debe ser personal: conciencia, compromiso y cooperación. Hay que recuperar la dimensión cívica de la dimensión ciudadana. Derechos…y deberes con el entorno, con los demás, con el planeta y con las generaciones futuras. La etapa pospandemia no se gobierna sin una espalda política muy ancha. Necesitamos acuerdos y consensos. Los retos a los cuáles se van a enfrentar nuestros países van a exigir cohesión y acción política. Y los liderazgos políticos deben entender el desafío al que nos enfrentamos.
En el fondo, parte medular de su concepto Artivistmo atraviesa por la idea de creatividad, ¿en términos de política pública y de comunicación qué ajustes se necesitan hacer?
Como decía, vivimos tiempos de gran descrédito de la política y de las instituciones democráticas. Según estudios recientes, la satisfacción con el sistema democrático retrocede a nivel global. Creo que parte de esa desconfianza e insatisfacción tiene que ver con el descrédito del lenguaje de la política. No solamente las palabras sino, también, las formas… La publicidad ha sido el lenguaje dominante en la comunicación política, y este lenguaje tan vertical, tan unidireccional, que deja a las y los electores como simples espectadores, es hoy en día un lenguaje insuficiente para movilizar. Es momento de explorar nuevos itinerarios y me atrevo a pensar que la renovación de los lenguajes acaba generando renovaciones políticas.
¿Qué rol juegan en su propuesta las redes sociales? ¿No se han convertido en escenarios que promueven más la polarización que el diálogo?
El artivismo es una energía movilizadora, una energía que crea conciencia con una gran capacidad organizativa para hacer emerger compromiso político y social. Y, esta situación, se combina con una sociedad digital, conectada, que actúa en la transición on/off, es decir, en las plazas y en las redes. Me gusta decir que los nuevos lenguajes son el medio para la disidencia y las redes sociales son la poderosa herramienta para potenciar la voz, conectar y generar lazos. Y, también, son un reflejo de la conversación que transcurre en la sociedad. Si la polarización avanza y abre grietas invisibles pero profundas en la sociedad, las redes sociales también revelan esta situación.
Diversos analistas, intelectuales y filósofos han advertido de la tentación para los regímenes autoritarios que ha supuesto la pandemia y los mecanismos de control que promovido a partir de las políticas sanitarias. ¿Qué tipo de riesgo percibe en esto?
Es el gran debate. La datacracia (el poder de los datos) es el elemento más nuclear de la nueva economía. Las plataformas digitales, con su falso espejismo de gratuidad, han diseñado un entorno narcótico de dependencia basada en su gran capacidad técnica (eficacia de los algoritmos e inteligencia artificial) para anticipar nuestros deseos, cosificarnos y reducirnos a un patrón de comportamiento que inhibe y condiciona nuestro libre albedrio. Necesitamos un humanismo tecnológico que anteponga el oligopolio de estas enormes plataformas muñidoras del deseo impaciente y adolescente. La democracia está asediada por la datacracia-. Y la libertad individual por la previsibilidad digital.
¿Qué tipo de ajustes necesita hacer y en qué medida los ciudadanos somos responsables de esos ajustes?
Los desafíos para la gobernabilidad y las instituciones democráticas son muchos y profundos. La desconfianza política, sumada a las profundas consecuencias en la desigualdad social que dejará la pandemia, favorecen una reacción, son polvorines muy condensados en la ciudadanía. Esta situación, en una sociedad conectada, en red, gente con una capacidad de empoderamiento e intervención en el debate y en la agenda, se convierte en mechas. Por lo tanto, si hay polvorines y hay mechas, cualquier chispa puede hacerlos prender. Esta es una metáfora que utilizo con frecuencia y creo es muy representativa del momento que vivimos.
Los Gobiernos deben comprender las causas estructurales que se encuentran detrás del malestar ciudadano y desarrollar nuevos mecanismos de escucha, nuevas formas para reconectar a la ciudadanía con la democracia. A los problemas no resueltos de 2019 se suma, ahora, la fatiga pandémica de una sociedad con paciencia limitada. Gestionar las emociones para evitar el desborde y avanzar en la administración democrática del cambio y la demanda social son algunos de estos desafíos…
A partir de las elecciones en Estados Unidos el tema de la censura se trasladó a las redes sociales. ¿Qué opinión le merece? ¿Internet dejó de ser el espacio “libre” que muchos pensaban?
Con la toma del Capitolio, Estados Unidos vivió un momento traumático, con imágenes muy potentes, por el origen de las mismas y por cómo impactan. Y, como suele suceder con las empresas tecnológicas, la realidad se ha precipitado a la regulación. Los empresarios tecnológicos tomaron como una responsabilidad individual la defensa de las libertades colectivas. Por supuesto, genera preocupación que sean unas pocas personas del sector privado —la élite— quienes tomen decisiones sobre los límites de la expresión en redes sociales, especialmente de un cargo electo democráticamente. Este tipo de decisión no debe recaer sobre empresarios, sino que, en todo caso, el control debe ser ciudadano, en este caso mediante sus representantes. Es decir, si se deben proteger a las instituciones democráticas, incluso en el espacio virtual, debe reforzarse la capacidad y la calidad de ellas, no delegarlo en una élite. La información es poder.
Permítame concluir con un asunto de política española. ¿Qué opinión le merece la crisis de gobierno en Madrid?
Es una jugada atrevida por parte de la presidenta madrileña. Ha visto en lo sucedido en Murcia una excusa creíble para romper su gobierno en la capital, anticipándose a un escenario similar, e intentando que los votantes de Ciudadanos pasen al Partido Popular. Ayuso parece con ello estar convencida de que ganaría unas nuevas elecciones, en caso de que estas se convocaran finalmente. Veremos si esta maniobra acaba resultando demasiado arriesgada (por el aumento no del PP, sino de Vox, o en caso de que no lograra formar Gobierno de nuevo). Veremos también si la ciudadanía no ve en esta maniobra algo innecesario en la situación actual. Creo que en este momento lo importante es la pandemia, la gestión de las vacunas y quizás esta maniobra meramente política puede no ser tan bien vista por la población no tan politizada y que se encuentra en una situación de cansancio, hartazgo y fragilidad extrema en muchos casos.
Publicada en: Aristegui Noticias (24.03.2021)
Una entrevista que destaca por apuntalar cada uno de los puntos cardinales de tu filosofía esencial,… o al menos me lo parece.