Una de las críticas más extendidas en relación con la desconfianza de la ciudadanía respecto a la vida política radica en que, para muchas personas, esta se ha alejado de la vida cotidiana. «Los políticos hablan entre ellos, para ellos y de sus temas. No se les entiende y no hacen nada» se lee y se escucha en los focus group de todas las investigaciones demoscópicas y sociológicas. Como toda generalización, a mayor diámetro tenga, menor precisión —y ponderación— de la crítica. Pero hay algo cierto: muchos temas del metro cuadrado de la vida de las personas no tienen la prioridad que merecerían por parte de la agenda política. Atrapada esta entre la rivalidad competitiva y la propuesta superestructural, el día a día de las personas no está en la centralidad del debate.
En Nacimiento de la Biopolítica (Estética, ética y hermenéutica. Paidós. Barcelona, 1999), Foucault define biopolítica como la «forma en que, a partir del siglo XVIII, se han intentado racionalizar los problemas que planteaban a la práctica gubernamental fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población. Se trata, ahora, de un ‘poder sobre la vida’».
La pandemia, con sus restricciones y alteraciones de la vieja normalidad, nos emplaza a pensar más en nuestra vida personal y comunitaria. Y, al mismo tiempo, a la crisis sanitaria, económica y social, se suma una nueva dimensión, como es la relacional. Estamos descubriendo lo que ya estaba y no veíamos: que la soledad o los desequilibrios psicológicos —incluyendo las enfermedades mentales— están cerca, muy cerca, de nosotros y afectan a millones de personas. Un apunte: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 2 millones de personas viven solas en España. El 71% son mujeres y el 43% tiene más de 65 años.
Iñígo Errejón, el diputado de Más País en el Congreso, explora —en muchas de sus cuidadas y estudiadas intervenciones parlamentarias— un tipo de abordaje semántico fruto de otra mirada política más centrada en el valor de lo pequeño, de lo ignorado, de lo marginado. Esas rendijas de dolor son auténticos pozos de preocupación, de prisiones de angustia, para las personas que las padecen. Esos sumideros del olvido social son los que la política debería iluminar y atender.
La biopolítica, en su acepción más cotidiana, puede ser una esperanza de regeneración de la política y una brújula para repensar una nueva cartografía de políticas públicas. La pandemia nos ha mostrado, con toda su crudeza, que los círculos concéntricos que empiezan en nuestro propio cuerpo, pasando por la familia, la casa, el barrio, la ciudad, el país… hasta llegar al planeta, están íntimamente interconectados. Hemos descubierto que el propio cuerpo es la síntesis de nuestra relación con el planeta y la comunidad.
Es el momento de volver a hablar de la vida, de lo íntimo y personal como la mejor manera de hablar del interés general y del bien común. Es la hora de la biopolítica.
Publicado en: La Vanguardia (15.04.2021)
Fotografía: Unplash
Enlaces asociados:
– Lo íntimo y personal (Màrius Carol. La Vanguardia, 18.04.2021)
¡¡Chapeau!!
Biopolítica, la vía que puede dar vida a la política zombie.
Indispensable:
Toda aquella persona que se dedique a la política debería haber sido al menos presidente de la escalera, para entender lo que es: negociar, ceder, plantarse ante lo inaceptable…..Vamos la vida cotidiana..