Hace un par de años, el estudio The Perception Gap de la organización More in Common se propuso comprender cómo se perciben entre sí los estadounidenses de partidos políticos opuestos. Los hallazgos evidenciaron que ambos tienden a tener una idea muy distorsionada de lo que piensa el otro. Los demócratas, por ejemplo, percibían que el racismo no era un problema para los votantes republicanos. Sin embargo, cuando se les preguntaba directamente a los republicanos, estos afirmaban que sí lo era.
El primer estudio español sobre brechas de percepción realizada por el CEMOP de la Universidad de Murcia, arrojó que, por ejemplo, los electores de izquierdas ven a los de derecha más extremos de lo que estos dicen ser.
A este comportamiento la Ciencia Política lo llama polarización afectiva: las personas que se identifican o simpatizan con partidos de izquierdas o de derechas tienden a percibir negativamente a los partidarios del otro bloque ideológico. Convierte al adversario en enemigo, al discrepante en un peligro y al disidente en un traidor. A la par, implica un sentimiento de pertenencia o adhesión, de forma casi tribal, a un espacio o formación política. Es decir, no tiene en cuenta solo la dimensión ideológica, también incluye cuestiones identitarias y emocionales. Somos tribus.
La polarización política y social es la gran culpable de este fenómeno, pero no la única causa. También tiene su cuota de responsabilidad un tipo de sesgo cognitivo que confunde percepción con realidad y nos hace sobredimensionar aquello que nos diferencia del otro. Vemos lo que queremos ver. Este sesgo de percepción reduce al adversario hasta el estereotipo. Los apriorismos, prejuicios o ideas preconcebidas juegan un rol cada vez más protagónico en la mente de las personas. No dejamos tiempo para la duda, para la reflexión y tampoco para la escucha. Una sociedad emocional, guiada por sus (falsas) percepciones, agudizará el deterioro de la convivencia democrática.
Este fenómeno de las «brechas de percepción», sin embargo, tiene una lectura positiva, que es que, en realidad, no somos tan diferentes como creemos, aunque no queramos reconocerlo o saberlo. Admitir que somos muy parecidos y que tenemos más ideas compartidas de las que creemos es el primer paso para la construcción del interés general.
Publicado en: La Vanguardia (29.07.2021)
Foto: Brett Jordan en Unsplash
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– Las falsas percepciones que tenemos sobre los partidos políticos contrarios (Ismael Crespo, Alberto Mora, José Miguel Rojo. The Conversation)
Somos tan parecidos como distintos…y las fronteras siempre son confusas.