Todo empieza con las palabras. Con ellas damos sentido, contexto, intención. Son conocimiento y sentimiento. Somos palabras, sin ellas no seríamos seres humanos. Con el lenguaje, construimos nuestro mundo y la manera en la que nos relacionamos. Formas y fondo se funden de nuevo. Las palabras tienen el poder de evocar el plano consciente e inconsciente, de asociarse a imágenes, recuerdos y experiencias.
Gianni Rodari, escritor, pedagogo y periodista italiano, hablaba de las palabras como elementos poderosos que provocan reacciones en cadena. Rodari referenciaba de este modo el efecto que causa la palabra y la implicación de la mente en el proceso de otorgarle significado: «Una palabra, lanzada a la mente por azar, produce ondas de superficie y de profundidad. Provoca una serie infinita de reacciones en cadena, atrayendo en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que interesa a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente».
El diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE) contiene 93.000 palabras —de las que conocemos, de media, no más de 30.000, usando de forma habitual únicamente unas 2.000— y se estima, además, que más de un 30% de las que utilizamos no aparecen en el diccionario. El ansia por seguir ampliando nuestra esfera referencial es insaciable: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», escribió el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein. De hecho, existen diccionarios online de palabras inventadas y numerosos recursos que nos invitan a ello, con fórmulas muy diversas: desde fusionar dos palabras, a adaptar palabras tomadas de otros idiomas, acrónimos convertidos en sustantivos, modismos de toda índole.
Pero de entre todas las palabras, las palabras poderosas, son las que que cambian nuestra manera de ver el mundo y nos transforman. Las que evocan momentos y recuerdos vitales de gran significado. Un ejemplo de ello son los discursos de graduación. Las personas que acaban sus estudios y asisten al ritual de la entrega de diplomas esperan, siempre, con mucha expectación las sabias palabras de quienes apadrinan la promoción. Discursos memorables como los de Steve Jobs, J. K. Rowling, Ellen Degeneres, Michelle Obama o Paxton Smith, la estudiante que se saltó el guión para criticar la nueva ley contra el aborto de Texas hace unos meses, son algunos ejemplos.
La política son palabras. Son el espíritu de la democracia y con ellas se construye el interés general, el bien común. «Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento», decía George Orwell. Por eso, cuidar la democracia es cuidar el lenguaje. No todo vale. Su degradación es la decadencia colectiva.
Son muchos los discursos que han marcado nuestra historia y que han trascendido al paso del tiempo, con palabras poderosas que marcaron una época y que continúan manteniendo vigente su significado.
Publicado en: La Vanguardia (26.08.2021)
Foto: Raphael Schaller en Unsplash
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– Diccionario de la lengua española (oficialmente DLE desde la 23.ª edición y DRAE hasta la 22.ª edición)
– Parole, parole, parole… (José Luis Pardo. El País, 26.06.2022)
Las palabras construyen la realidad y la ficción… Es clave no confundir el lado de la frontera.