Hoy se han publicado los datos del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre en España. Es una cifra clave que tendrá muchas —y contrapuestas— interpretaciones políticas. Hay una disputa por el relato optimista (o no) entre el Gobierno y la oposición.
El martes de esta misma semana, también, la OCDE anunció una recuperación económica mundial fuerte pero muy desigual. El PIB en todo el mundo ha superado su nivel prepandemia, pero en muchos países siguen existiendo brechas en la producción y el empleo, en particular en las economías de mercados emergentes y en desarrollo, donde las tasas de vacunación son bajas. Y la inflación ha aumentado en países tales como EEUU, Canadá, el Reino Unido y otros emergentes. Luces y sombras.
Mientras el mundo «crece y se recupera», el planeta se hace más vulnerable y nuestras sociedades más frágiles y desiguales. Otra vez, en la Asamblea General de Naciones Unidas, su secretario general advertía esta semana de las consecuencias irreversibles de nuestro modelo: «El mundo debe despertar, nunca ha estado tan amenazado. Estamos al borde de un abismo y moviéndonos en la dirección equivocada».
La urgencia —y la necesidad— por superar la pandemia está acelerando, parece, nuestra capacidad autodestructiva. Avanzamos hacia la Cumbre del Clima de Glasgow COP 26 sin compromisos adecuados y con datos muy preocupantes.
La consagración del PIB como único instrumento de medición del desarrollo debe ser quizás revisada. Recientemente, hemos visto cómo se han ido incorporando otra serie de indicadores que tratan de repensar la economía, teniendo en cuenta otros valores y dimensiones y midiendo de distintas maneras lo que se entiende por nivel de crecimiento y/o bienestar de un país. Desde los índices impulsados por la ONU, como son el de Desarrollo Humano (PNUD), el de Desarrollo de Género o el de Igualdad o Pobreza, hasta el Índice Mundial de la Felicidad.
Nueva Zelanda, por ejemplo, ha abandonado la doctrina del crecimiento económico a cualquier precio. Su primera ministra, la laborista Jacinda Ardern, ya trabaja con los denominados presupuestos del bienestar.
Hacer crecer la economía, cohesionar la sociedad y cuidar el planeta. No hay otro camino sostenible. Atentos el domingo a las elecciones de Alemania. Marcarán un camino.
Publicado en: La Vanguardia (23.09.2021)
Fotografía: The Humantra para Unsplash