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Letras políticas

El poder de las palabras en política es determinante. Su capacidad de evocar, interpretar y dar sentido es decisiva. Pero en comunicación política cada vez más se usan las letras —sean iniciales o acrónimos— como parte un símbolo político de gran potencial, que sirve para identificar un proyecto político, un liderazgo o todo un país.

Lo estamos viendo en el contexto actual de la guerra entre Ucrania y Rusia, donde la «Z» ha protagonizado parte del combate político y comunicativo. Aunque no existe en el alfabeto ruso, el Kremlin señalaba que la «Z» pintada de color blanco, que aparecía en paredes, camiones militares, etc. como señal de apoyo al Gobierno de Putin, significa Za pobedu (Para la victoria). Y el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores hacía un llamamiento a todos los Estados para criminalizar y prohibir el uso de este símbolo a escala internacional, por representar el apoyo a la agresión rusa contra su país.

Una sola letra, cargada de significado distinto, que deviene en símbolo político, en atajo cognitivo para mostrar apoyo a una causa, ayudando rápidamente a interpretarla. El uso de siglas, iniciales y/o de una sola letra, como foco de atención, contribuye a enfatizar y potenciar un mensaje, una idea, que puede declinarse y adaptarse a múltiples formatos y propuestas. A lo largo de la historia, hemos visto numerosos ejemplos que han perdurado en nuestra memoria visual.

Desde la A de anarquismo, adoptada como un símbolo de la Alliance Ouvrière Anarchiste (AOA), fundada en 1956 en Bruselas; pasando por la D de Democrats, símbolo y logo del Partido Demócrata de Estados Unidos; la O de Obama, con los colores de la bandera norteamericana, creada por la compañía Sender LLC de Chicago; la H de Hillary Clinton, en la campaña electoral de 2016; la M de Michelle Bachelet protagonista en la campaña presidencial chilena de 2013; la Z de Zapatero en 2007; o la famosa y popularizada V de victoria, signo que se hizo famoso durante la Segunda Guerra Mundial y que asociamos especialmente a Winston Churchill y Charles de Gaulle, máximos propagandistas de este símbolo.

Cuando las palabras no bastan, no alcanzan o, sencillamente, no existen, las letras se convierten en el discurso, en la marca y en el proyecto. La comunicación reducida a una letra. Simplicidad total. Eficacia máxima.

Publicado en: La Vanguardia (7.04.2022)
Fotografía: Sven Brandsma para Unsplash

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