El bien abundante es la información. El bien escaso es el tiempo. Un segundo no puede crecer. Tampoco un minuto, ni una hora, ni un día. El tiempo no crece, no es elástico. Es inexorable. Esa es la gran tensión de nuestra civilización: el control, la gestión y el sentido del tiempo. La lucha por conseguir captar nuestra atención —o nuestra disponibilidad temporal— se ha convertido en la lucha cultural decisiva.
En su libro Abundancia. La experiencia de vivir en un mundo pleno de información, Pablo J. Boczkowski analiza las interpretaciones, emociones y prácticas vinculadas a lidiar con esta disponibilidad en la vida cotidiana. A partir de un extenso trabajo de campo y de encuestas, el autor examina los factores culturales y estructurales que moldean la experiencia de vivir en un mundo con muchísima información. Concluye que esta abundancia genera una imparable dinámica de inestabilidad y cambio permanente, y una reconfiguración de los vínculos interpersonales (los fragiliza), promoviendo una sociedad que aprecia cada vez menos los hechos y más las ficciones.
La pandemia, además, ha impulsado cambios drásticos globales, que afectan a casi todos los aspectos de la vida. Según el informe de DataReportal, publicado en el 2020 por We Are Social y Hootsuite, la cifra de personas usuarias de internet y de redes sociales en todo el mundo aumentó en más de 300 millones. Good Rebels destacaba que los hábitos de consumo se han modificado y que aquellos que se adquirieron en el confinamiento se irán consolidando en un 72% de la población.
Esta oferta incesante de información, esta abundancia desbordada y torrencial nos acogota y debilita. La convicción de que el mundo va más rápido que nuestra capacidad de aprehenderlo y que se disminuye nuestra autonomía consciente nos acelera o nos aísla, paradójicamente. Esa sensación extraña de pérdida de oportunidades que ni tan solo podemos comprender ni asir nos desbarata emocionalmente. Existe el síndrome FOMO —fear of missing out (temor a perderse algo)—, una patología psicológica descrita como «una aprensión generalizada de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente».
La abundancia contrasta con nuestra experiencia de ausencia, un vacío que desasosiega y que nos provoca incapacidad material de estar conectados, informados y presentes en la realidad que nos rodea. La nuestra y la mostrada por otras personas, cercanas o lejanas, y que nos altera hasta hacernos incapaces de disfrutar o vivir con naturalidad el tiempo presente. Esa extraña sensación de que el tiempo se desvanece y, con él, todas las gratificaciones emocionales o intelectuales que la experiencia del momento nos ofrece.
Nunca tanta abundancia generó tanta frustración, soledad y escasez. El tiempo no crece, ni crecerá. Pero, más que nunca, debemos saber vivir con esta limitada experiencia de una ilimitada oferta. Serán felices aquellos y aquellas que sepan administrar esa tensión.
Enlaces asociados:
– Vivir en tiempos de «bombardeo de información»: Pablo J. Boczkowski presentó su libro Abundancia (Infobae, marzo 2022)