El pasado 1 de septiembre el presidente Joe Biden pronunció un contundente discurso contra la política de odio radical: «Y ahora Estados Unidos debe elegir: ¿avanzar o retroceder? ¿Construir el futuro u obsesionarse con el pasado? ¿Ser una nación de esperanza, unidad y optimismo, o una nación de miedo, división y oscuridad? Los republicanos Donald Trump y del MAGA (Make America Great Again) han hecho su elección. Abrazan la ira. Prosperan en el caos. No viven a la luz de la verdad sino a la sombra de la mentira».
El discurso, sobre el estado de la democracia y de la investigación del Departamento de Justicia de los documentos clasificados incautados en la residencia del expresidente Trump, es un duro alegato contra la deriva radical de la política norteamericana y contra el discurso de odio de sus partidarios.
Esta radicalidad que alimenta la polarización tiñe desde hace tiempo gran parte de las redes sociales. Son muchas las personas atrapadas en debates estériles, linchamientos sin escrúpulos, confrontaciones prejuiciosas, ataques lacerantes… Un tipo de violencia digital que se vierte y extiende con rapidez, amenazando las bases más sólidas de la democracia.
Fenómenos como el nutpicking, por el cual se seleccionan los ejemplos más tontos o absurdos de una posición o una persona que se quiere contrarrestar, para que sea más fácil atacarla desde la burla y el desprecio degradante, o los peligros de seguridad, ocultados en redes como Twitter, ponen en evidencia la deriva negativa que están tomando las redes sociales y las responsabilidades que deberían asumir las empresas tecnológicas.
Biden ha encontrado, parece, su lugar. Después de meses de liderazgo titubeante, parece decidido a enfrentar —sin vacilaciones— la amenaza democrática del MAGA al sistema político y de valores de los Estados Unidos de América. «La democracia no puede sobrevivir cuando un lado cree que solo hay dos resultados en una elección: o ganan o fueron engañados. Y ahí es donde están hoy los republicanos del MAGA». Pero Trump sigue avanzando: el 60% de los estadounidenses tendrá un candidato, en la papeleta electoral este otoño, que no reconoce la victoria de los demócratas de hace dos años. Biden tiene razón: la amenaza es muy seria. Y es global.
Publicado en: La Vanguardia (22.09.2022)