Los electores premian la perseverancia en la política. Intuyen que, detrás de esa tozudez o tenacidad, se esconde una personalidad resiliente, con valores y con convicciones. Un carácter inasequible al desaliento, a las modas o a los reveses electorales o políticos. Una determinación que no es obstinación, sino compromiso. Una vocación de servicio y de lealtad a unas ideas o principios.
La perseverancia está asociada, también, a la cultura del esfuerzo por continuar adelante con lo planteado, imaginado, proyectado… sin rendirse. A veces, incluso con sacrificios personales. Perseverar exige constancia y firmeza. Es una virtud que habla de valores, pero también de aptitudes y actitudes. Es una fortaleza intangible que distingue a los liderazgos transformadores. Una garantía.
Un estudio (de nuevo en el ámbito de la psicología) de la Universidad de Pensilvania, presentado en el 2019 y desarrollado casi durante dos décadas, ponía de manifiesto que entrenar la perseverancia ayudó a cerca de 3.300 hombres y mujeres a desarrollar una mentalidad más resiliente. El perfil que se definía es el de personas muy tenaces que aplican y desarrollan una mentalidad de crecimiento y no de estancamiento (esto es imaginar y trabajar por lo que se puede llegar a ser y no tanto por lo que somos, como punto de partida). Los pensamientos de las personas perseverantes no suelen ser obsesivos, más bien estas hacen uso de un enfoque cognitivo basado en la resolución de problemas, la reflexión positiva o la creatividad.
El dilema entre la ética de la convicción y de la responsabilidad, que apuntaba Max Weber, debe encontrar ese punto de equilibrio: «La pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una ‘causa’ y no hace de la responsabilidad con respecto a esa causa la estrella que oriente su acción.» Weber se refirió de manera más extensa a las dos éticas con las cuales puede actuar un político en su ensayo La política como vocación, un texto que ampliaba la segunda de dos conferencias que desarrollo en Múnich en 1919.
Más de cien años más tarde el texto es de un vigor extraordinario. En política, la diferencia entre la obstinación —que puede derivar en radicalismo y sectarismo— y la perseverancia es sutil, pero clara para diferenciar a los fanáticos de los comprometidos.
Publicado en: La Vanguardia (6.10.2022)
He pedido de nuevo la colaboración de Alberto Fernández (La Boca del Logo) para realizar la ilustración de este artículo.