Cuando se define a una persona como calculadora, rápidamente se asocia a alguien frío, que no se deja llevar por sus emociones y sentimientos para lograr el objetivo planteado. Su forma de pensar y actuar puede reflejar, también, grandes dosis de pragmatismo e inteligencia, atributos que, en algunos contextos, se pueden percibir y valorar de manera muy positiva. También negativa.
En política, tomar las decisiones analizando desde todos los prismas, equilibrando pros y contras, requiere racionalidad, estrategia y astucia. Al análisis de los eventos gobernados por la probabilidad se le llama estadística. Y para comprenderla y analizarla necesitamos pensamiento matemático y capacidad de cálculo. Gobernar es prever y no podemos hacerlo sin calcular. Godfrey Harold Hardy, destacado matemático inglés, reconocido por sus trabajos relacionados con el análisis matemático y la teoría de números, afirmaba: «Un matemático, al igual que un pintor o un poeta, es un constructor de modelos».
Aunque la política no es una ciencia exacta, sí que debería acercarse más a ella e incorporar la estadística y las matemáticas como fuente de legitimidad y/o fiabilidad. Los electores quieren gestores apegados a la verdad matemática. En el libro Piensa claro, Kiko Llaneras nos muestra cómo descifrar lo que nos dicen los números, enseñándonos a desconfiar de nuestra intuición, a eludir errores frecuentes y a hacer predicciones fiables. Los datos son clave.
En las campañas electorales, por ejemplo, ya se utilizan números y recursos matemáticos, como el índice de poder de Banzhaf, definido por la probabilidad de cambiar el resultado de una votación en la que la cantidad de votos no está dividida en partes iguales entre los votantes. Para calcular el poder de un votante usando este índice se listan todas las coaliciones ganadoras, después se cuentan los votantes críticos, entendidos como votantes que, si cambian su voto, ocasionarían que la coalición pierda.
Sea para la gestión pública, para la competición electoral, para el análisis de escenarios, para la proyección de recursos —siempre limitados— o para la evaluación, el pensamiento matemático debería estar en el centro de la toma de decisiones. Desconfíen de los intuitivos. Necesitamos seguridades, no albures.
Publicado en: La Vanguardia (22.12.2022)
He pedido de nuevo la colaboración de Alberto Fernández (La Boca del Logo) para realizar la ilustración de este artículo.
Enlaces de interés:
– «La objetividad es un ideal, como la justicia o la libertad», Kiko Llaneras. Entrevista de Fran Sánchez para la revista Ethic (4.01.2023)
Los datos ayudan, aunque sin intuiciones todo lo previsible se convierte en rutinario y de ahí al hastío hay un paso. La política también requiere dosis de audacia e innovación.