El Índice de Democracia Global, elaborado por la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist, ponía de manifiesto un estancamiento continuado en el logro de la calificación como ‘democracia plena’ de los 167 países analizados. En el 2022, sólo 24 de ellos fueron calificados así, lo que representa el 8% de la población mundial.
Esta calificación, que se lleva a cabo desde el 2006, se basa en cinco categorías (el sistema electoral y el pluralismo político; el funcionamiento del Gobierno; las libertades civiles; la cultura política; y la participación política) a partir de las cuales se define el nivel democrático de un país: democracia plena, democracia deficiente, régimen híbrido o régimen autoritario.
La fragilidad democrática aparece, una vez más, como una preocupación constante y común en todo el mundo. A pesar de que la democracia sea considerada uno de los sistemas políticos más efectivos para garantizar nuestros derechos y libertades, también se muestra muy vulnerable actualmente a amenazas internas y externas, como pueden ser la polarización política, la corrupción, el debilitamiento de las instituciones democráticas, la limitación de la libertad de expresión o la erosión de la confianza en los procesos electorales, entre otras muchas.
La estabilidad de la democracia está en riesgo y la ciudadanía dosifica y enfoca su energía en la lucha diaria por sus necesidades, cotidianas y apremiantes. Proteger la democracia y asegurar que continúe siendo una fuerza motora y positiva para el bienestar colectivo exige vigilancia permanente, fiscalización y exigencia de rendición de cuentas, participación y compromiso activo en la vida política, social, cultural… demasiados requisitos en un momento de desafección, desilusión y desconfianza.
Promover los espacios reales de escucha activa, debate y diálogo sobre los grandes temas de interés público, diseñar los mecanismos efectivos que permitan la participación en la toma de decisiones, apoyar y acompañar a los movimientos sociales, a pesar de las dificultades, son algunas de las acciones que pueden convertir esta fragilidad en solidez y fortaleza.
Una democracia frágil es vulnerable y puede sucumbir al desafiante avance de la cultura autocrática. Fortalecerla es la tarea principal de la política democrática.
Publicado en: La Vanguardia (16.03.2023)
He pedido la colaboración de Alberto Fernández (La Boca del Logo) para realizar la ilustración de este artículo.
Y el sistema político sigue anclado en las casas y no en las causas, siguiendo tu acertada clasificación!