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El poder te cambia

Recientes estudios están corroborando la sentencia del filósofo francés Montesquieu («Quien tiene poder tiende a abusar de él») y confirman que quien experimenta el poder acaba transformándose, mostrando un comportamiento más egocéntrico y menos democrático. Una investigación realizada en la Universidad de Columbia prueba que los poderosos tienen menos capacidad para ponerse en el lugar de los demás y otra, de la Universidad de California, asegura que les cuesta más reconocer las emociones del prójimo. Es la paradoja del poder: las virtudes con las que lo obtienes se pierden progresivamente con su ejercicio.

Pero esta mutación de la personalidad en el poder, hacia posiciones más arbitrarias o con culto vanidoso a la personalidad, ya no necesita de la gestualidad ni de la pulsión autoritaria. Se las apaña con la claudicación resignada o con la coerción consentida inconscientemente. En La sociedad paliativa, el filósofo Byung-Chul Han afirma: «A diferencia del represivo poder disciplinario, el poder elegante no duele. El poder se desvincula por completo del dolor. Se las arregla sin necesidad de ejercer ninguna represión. La sumisión se lleva a cabo como autooptimización y autorrealización. El poder elegante opera de forma seductora y permisiva. Como se hace pasar por libertad, es más invisible que el represivo poder disciplinario. También la vigilancia asume una forma elegante».

La reflexión del filósofo surcoreano sobre el enjambre digital de nuestras vidas nos interpela y nos lleva a afirmar que la hiperconectividad no nos libera a través de la comunicación. Al contrario. La sensación de libertad al compartir constantemente nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestras preferencias (al contar nuestra vida en todas las plataformas digitales) acaba siendo el instrumento perfecto para la vigilancia panóptica total, haciendo que la libertad y la vigilancia se vuelvan indiscernibles y complementarias.

¿Es realmente distópico este escenario? Quizás no tanto. El poder puede cambiar a los que lo detentan, sí. Pero el verdadero nuevo poder —el del ecosistema tecnológico que nos envuelve— cambia más a las personas que lo aceptamos o lo soportamos. O lo que es peor: a las que ni tan solo lo detectamos ni somos conscientes. El poder cambia y te cambia.

Publicado en: La Vanguardia (4.01.2024)

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