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Juventud sin futuro

«Sin casa, sin curro, sin pensión. Juventud sin miedo. Recuperando nuestro futuro. Esto es solo el principio», fue el lema de la manifestación que, el 7 de abril de 2011, reunió en las calles de Madrid a un millar de jóvenes y que fue la semilla de Juventud Sin Futuro, una organización clave del 15-M. Han transcurrido más de doce años y los jóvenes españoles en situación de vulnerabilidad económica han pasado de querer cambiar la política —«podemos», decían desde Podemos— a una creciente desconfianza hacia los actores políticos y la forma en que funciona la democracia, debido a que sus mayores problemas (principalmente económicos) no están siendo resueltos. Este es uno de los hallazgos más destacados del estudio Juventud vulnerable y democracia en España, publicado por la Fundación de Estudios Progresistas Europeos, en colaboración con las fundaciones Felipe González y Friedrich Ebert.

A pesar de que la investigación revela que continúa habiendo un apoyo elevado a los principios y valores democráticos, entre sus conclusiones advierte que líderes y partidos extremistas pueden aprovecharse de este desencanto para construir alternativas que terminen actuando contra la propia democracia.

Esta cuestión fue el centro de un debate intenso en el marco de la presentación del informe. ¿Pueden los jóvenes apostar por regímenes diferentes a la democracia si estos proponen mejores soluciones para los asuntos materiales que hoy les agobian? Javier Carbonell, uno de los autores del estudio, considera que depende de dónde pone el foco la ciudadanía. Si el debate se concentra en el sistema, las fuerzas democráticas tienen más opciones de salir favorecidas. Pero, si el descontento por la falta de soluciones es demasiado grande y acapara la atención, los extremismos pueden sacar ventaja.

El tiempo no ha resuelto los desafíos pendientes. Al revés. Los agudiza, los pudre, los envenena. La involución democrática —con sus variadas ofertas electorales— seduce cada vez más frente al fracaso de la democracia en atender lo cotidiano. Los jóvenes ya no quieren cambiar su mundo. Quieren sobrevivir en él y, ahora sí, tienen miedo o lo que es peor: desesperanza. Sin su energía transformadora, la democracia languidecerá. El autoritarismo emerge como alternativa: el sistema está roto.

Publicado en: La Vanguardia (17.01.2024)
He pedido la colaboración de Carla Lucena para realizar la ilustración de este artículo.

Enlaces de interés:
Solo el 16,3% de toda la población joven española está emancipada, lejos del 31,9% de media de la Unión Europea (Ana Torres Menárguez. El País, 16.01.2024)

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