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La encrucijada climática en la contienda electoral de Estados Unidos: la punta del iceberg de la batalla anti-woke

GUADALUPE DEL VALLE

Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.

El clima se ha convertido en un punto central de la contienda cultural que se desarrolla en el marco de la campaña electoral, en la que republicanos y demócratas disputan la presidencia de la primera economía más grande del mundo y la segunda más contaminante.

La vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París y el nombramiento de un zar del clima, el enviado especial John Kerry, fueron las primeras señales del presidente demócrata, Joe Biden, de que su gobierno revertiría los desaires de Donald Trump a la política climática.

Su iniciativa más relevante fue la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), la normativa climática más importante en la historia de Estados Unidos, que prevé desembolsar casi 400.000 millones de dólares en los próximos diez años para reducir las emisiones de carbono, disminuyendo el costo de las tecnologías de energía limpia y direccionado los subsidios a la transición, entre otras cuestiones.

La otra faceta de su «embestida verde» (cancelación de oleoductos, reducción de las perforaciones, desaliento del fracking) encontró pronto un límite en el aumento del precio de los combustibles —motivado por diversos factores— y en el malestar creciente de los consumidores, a medida que se acercaba el proceso electoral.

A principios de 2023, Biden aprobó un importante proyecto petrolífero en el norte de Alaska, denominado proyecto Willow. También revocó una moratoria, impuesta un año antes, que suspendía los permisos de explotación de gas y petróleo en terrenos federales. Además, la guerra de Ucrania permitió que Estados Unidos pasara de ser importador a exportador de gas natural licuado (GNL) gracias al fracking.

La percepción pública mantiene la inflación como un asunto crítico para la campaña de reelección del presidente Biden, a pesar de indicadores que apuntan a una desaceleración. Sin embargo, igual de significativa es la inquietud de los ciudadanos estadounidenses respecto al cambio climático. Según una encuesta del Programa de Yale sobre Comunicación del Cambio Climático, un 46% considera que el calentamiento global ya está afectando negativamente a personas en su país «en este momento», y un 43% afirma haber sentido personalmente sus efectos. Adicionalmente, un estudio del Pew Research Center revela que dos tercios de los estadounidenses opinan que se debería dar prioridad al desarrollo de energías renovables en lugar de promover la expansión de los combustibles fósiles.

Hace pocos días, el presidente Biden dio un nuevo giro que promete renovadas repercusiones en la disputa electoral: la administración suspenderá las aprobaciones de nuevas instalaciones de exportación de gas natural licuado. Trump emitió un comunicado criticando la decisión y prometió aprobar nuevos proyectos «en mi primer día de regreso» durante un mitin de campaña.

En el discurso de victoria tras los resultados del caucus de Iowa, que le resituaron como el candidato republicano con más chances, Trump aseguró que una de las prioridades de una futura administración sería «drill, baby, drill» o «taladra, cariño, taladra». Es decir, aumentará las operaciones de gas y petróleo.

Su equipo de asesores ya está ideando formas de atenuar las conclusiones de los informes federales sobre ciencia climática, mientras que ya tiene diseñada su política para el sector: aumentará la producción de combustibles fósiles, eludirá la opinión de los científicos del gobierno, revertirá las regulaciones y se retirará del Acuerdo de París.

«Trump deshará todo lo que [el presidente Joe] Biden ha hecho, actuará más rápidamente e irá más lejos que antes», dijo Myron Ebell, quien dirigió el equipo de transición de Trump en la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos durante su primer mandato.

En este marco, y con el reciente resultado de la COP28 (de diciembre pasado en Dubai), donde todos los países acordaron hacer una transición para abandonar los combustibles fósiles, un potencial regreso de Trump al despacho Oval de la Casa Blanca abre un conjunto de interrogantes, que se multiplican con la tendencia a la aparición de otros líderes escépticos respecto de la acción contra el calentamiento global, en los Países Bajos y Argentina, por ejemplo. Incluso, también hay un retroceso en países que antes estaban a favor del clima, como el Reino Unido.

Biden tiene el desafío de mostrarle a la ciudadanía estadounidense que la sustentabilidad ambiental es compatible con la disminución de la inflación y la creación de empleo. Trump, por su parte, de afrontar el reto de legitimar un discurso fuertemente antiambiental ante una opinión pública que demanda acción.

Pero la controversia no se agota aquí: los sectores más conservadores están impulsando un cambio de paradigma a nivel mundial, buscando priorizar los resultados empresariales inmediatos sobre la generación de valor sostenible a largo plazo, entre otros aspectos de una agenda diversa que incluye iniciativas estatistas, nacionalistas, antiinmigración y «anti-despertar».

Ahora, lo que decida el electorado en noviembre será revelador sobre la dirección e intensidad futuras de estas dinámicas.

(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2024)

Nota: Para quienes deseen comprender a fondo la dinámica y las últimas tendencias de la carrera climática en el contexto de la contienda presidencial de Estados Unidos, sugiero suscribirse a News on Green, el boletín climático de Ideograma.

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