La economía estadounidense experimentó un enorme crecimiento económico entre 2021 y 2024, justo en los años de presidencia de Joe Biden (y pospandemia) y superando en mucho a otras economías desarrolladas. La disminución de la inflación, el rápido crecimiento del empleo (14,1 millones de empleos nuevos) y el impulso a la inversión empresarial hicieron de este periodo algo histórico, en lo que a la economía estadounidense se refiere: un 3,3% de aumento del PIB, desempleo por debajo del 4% durante 22 meses consecutivos (una racha no vista en más de 50 años) o menos inflación (aunque había aumentado bastante), más aumento de salarios y menos pobreza y desigualdad. Además, todos estos datos económicos están bien narrados y comunicados, con el Bidenomics, un muy buen frame para relacionar clara y constantemente al presidente con estos logros de gobierno.
En otro momento, significaría sin duda que Biden tendría muchas posibilidades de ser reelegido. Sin embargo, cuando se pregunta a los ciudadanos sobre cómo se sienten —emociones, siempre prioritarias— la respuesta es que son pesimistas sobre el futuro. En julio de 2023, el Pew Research Center preguntó sobre ello y mostró que una gran mayoría de adultos estadounidenses dice que en 2050 —faltan poco más de 25 años— la economía será más débil, Estados Unidos será menos importante en el mundo, las divisiones políticas serán más amplias y habrá una brecha mayor entre ricos y pobres. Se volvió a preguntar en septiembre de 2023 sobre optimismo y pesimismo respecto a otros temas y se observó lo mismo: un tremendo pesimismo. El elemento común de ambos estudios, sin embargo, es que el pesimismo era infinitamente mayor en votantes republicanos que en votantes demócratas. El problema es que ese pesimismo también afectaba a los independientes, que son quienes suelen decidir las elecciones con sus votos.
Así, aunque la economía suele ser un factor determinante en las elecciones, la realidad es que el resultado electoral dependerá de una mezcla compleja de satisfacción con los logros económicos, la habilidad de los candidatos para conectar con el electorado sobre temas que les afectan a nivel personal y la capacidad de movilizar a los votantes en un ambiente político que continúa siendo extremadamente polarizado. Es en esta polarización cuando las emociones son más importantes que nunca. Es, en esta polarización, que los prejuicios ya son mucho más relevantes que los juicios, porque opinamos según nuestra ideología. No importa qué se dice, sino quién lo dice.
En la comunicación política actual, también durante las campañas electorales, no importan tanto los datos sino las sensaciones. Los sesgos, los prejuicios, pueden acabar dominando el pensamiento lógico, la razón, y conduciendo a ejercer el derecho al voto en detrimento de los propios intereses, evidenciando la compleja relación entre percepción y realidad. Estamos pasando cada vez más de la razón a la emoción, y eso tiene efectos electorales decisivos.
Fotografía: Pixabay
(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2024)
Artículos de interés:
– Biden’s economic rating with voters flatlines despite improving outlook (Financial Times, 10.03.2024)
La calificación económica de Biden entre los votantes se mantiene estable a pesar de mejorar las perspectivas
En el río de las emociones, ganan siempre los agitadores de tormentas que paradójicamente prometen calma.