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¿Puede ganar Biden si EEUU está triste?

FRANZ VON BERGEN

Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.

EEUU cayó por primera vez por debajo de la vigésima posición en el World Happinnes Report, un ranking anual que lleva 12 años produciendo la encuestadora Gallup. El país retrocedió 8 casillas hasta quedar en la vigésima tercera posición, ahora por detrás de naciones como Emiratos Árabes, Eslovenia o Lituania.

Este estudio es el último de una serie de investigaciones demoscópicas que sugieren que el pesimismo se ha apropiado de una parte importante de los estadounidenses.

Por ejemplo, según el promedio de encuestas de Real Clear Politics, solo un 27% considera que el país marcha en la dirección correcta actualmente, una caída importante de más de 15 puntos respecto a los primeros meses de la presidencia de Joe Biden.

De igual forma, es la primera vez en 13 años que el porcentaje de ciudadanos «satisfechos» por su situación personal cayó hasta el 78%.  Desde que Gallup empezó a preguntar por esto en 1979, solo dos veces se ha estado por debajo del 78%: en 1979 y en 1982, cuando se llegó a 76%. Durante el primer año gobernaba el demócrata Jimmy Carter y en el segundo hacía poco que acaba de perder la reelección a manos del republicano Ronald Reagan. La referencia seguro que resulta sumamente agria para la campaña de Biden.

Muchos recuerdan la presidencia de Carter como un punto bajo para el orgullo estadounidense. La crisis de los rehenes en Irán y la escasez de combustible por la crisis petrolera del 79 se unieron para alimentar la idea de que la influencia mundial de EEUU se tambaleaba. Hoy los republicanos intentan alimentar la misma narrativa. Dicen que Biden es un presidente débil y lo argumentan recordando la retirada desorganizada de Afganistán y el alto número de conflictos que hay en todo el mundo. A esto se suma que, según el último estudio de la German Marshall Fund, entre los estadounidenses y sus aliados se empieza a percibir que China reta la posición de EEUU como única superpotencia mundial.

En la década de los 80, la respuesta de los republicanos fue una campaña profundamente optimista (el It’s morning again in America de la campaña de reelección de Reagan se sigue poniendo como ejemplo de spot positivo). En esta ocasión, la respuesta ha sido distinta: Donald Trump incita a la ira para recuperar el poder.

¿Qué puede hacer Biden?

Tras confirmarse las candidaturas de Biden y Trump a la presidencia, la campaña del primero ha decidido entrar en el juego de la polarización, tal como escribe Antoni Gutiérrez-Rubí. Lo ha hecho por la necesidad de movilizar al electorado anti-Trump y por la creciente división que existe en la sociedad estadounidense, la cual hace que los discursos más sosegados se pierdan entre el ruido.

¿Pero le es esto suficiente a Biden? En 2020 presentarse como el antídoto para sacar a Trump de la Casa Blanca fue efectivo, pero ganó la elección solo por unos pocos votos. Se impuso en Arizona y en Georgia por 0,3 puntos porcentuales, en Wisconsin por 0,7 y en Pennsylvania por 0,9. Si hubiese perdido esos estados, hoy Trump sería presidente.

Por consiguiente, parece muy arriesgado confiar toda la estrategia a volver a señalarse como la única alternativa para que su rival no vuelva a la Casa Blanca. Más aún si se considera que los jóvenes no están tan movilizados como en 2020 (lo repasaba Xavier Peytibi en este artículo), que los menores de 30 están especialmente desanimados, que los grupos minoritarios ya no le apoyan con la misma fuerza y que hay un tercer candidato, Robert Kennedy Jr., que no va a ganar pero sí que puede hacer perder.

Biden necesita reavivar la esperanza y la confianza en el futuro de sus votantes, los cuales, aunque la economía en general esté creciendo, no están sintiendo todavía la recuperación. Debe transmitirles que lo que ofrece es algo más que bloquear a Trump, que tiene un plan para ellos y para EEUU.

Nietzsche escribió que el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa. Biden tiene que hacer sonreír y entusiasmar a su base de apoyo con nuevas ideas y retos a futuro. Si no lo hace, corre el riesgo de convertirse en una nueva prueba de la sentencia que escribe Gutiérrez-Rubí en su libro Gestionar las emociones políticas: «los tristes no ganan elecciones».

(Más recursos e información en ELECCIONES USA 2024)
Ilustración realizada con IA

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