Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
Hace algunas semanas, conocimos que Donald Trump vende biblias por 60 dólares. Fue, precisamente, durante la Semana Santa cuando animó a sus seguidores a comprar God Bless the USA Bible, una publicación que, además de los textos religiosos, incluye la Constitución, la Declaración de la Independencia y hasta el estribillo de una canción del cantante country Lee Greenwood. En el vídeo de promoción, el candidato republicano decía: «Todos los estadounidenses necesitan una Biblia en su casa, y yo tengo muchas. Es mi libro favorito». Y cerraba con una reversión de su ya clásico eslogan: «Make America pray again».
Este movimiento de Trump pareciera ir a contracorriente de la tendencia general. Según un reciente estudio del Public Religion Research Institute (PRRI), el 26% de las y los estadounidenses no se identifica con ninguna religión, lo que representa un aumento de cinco puntos porcentuales respecto a la medición que se hizo en 2013, y solo el 53% considera la religión como algo importante en sus vidas, un porcentaje que, hace diez años, era del 72%. ¿Por qué, ante esta pérdida de fe en la sociedad norteamericana, Trump se muestra más religioso que nunca?
- Porque, aunque las encuestas muestren un sostenido crecimiento del agnosticismo en la sociedad norteamericana, las y los votantes no quieren un presidente ateo. Tal como se observa en este gráfico de Statista, es el atributo presidencial que genera más rechazo, incluso por encima que el haber tenido una relación extramarital.
- Para disputarle el voto católico a Joe Biden. Históricamente, las y los votantes han sido más propensos a apoyar a candidatos de su propia religión (Beyerlein y Klocek, 2020). Por ello, por ejemplo, a John F. Kennedy le votó el 78% de los católicos de la época. Biden, también católico, pareciera tener más dificultades: en 2020 le eligió el 52% de las y los católicos y una encuesta reciente del Pew Research muestra que solo el 35% conserva una opinión positiva del actual presidente. Trump, aunque es presbiteriano, tiene mejor imagen y apuesta por quedarse con la mayoría del voto católico.
- Para mantener (y movilizar) el voto de los cristianos evangélicos. Es un colectivo que, históricamente, ha respaldado a los candidatos republicanos y Trump, aunque su conducta diste mucho de ser ejemplar, no es la excepción. En 2016, el 81% de los evangélicos blancos votó por él. Para Kristin Kobes du Mez, autora de Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación (Capitán Swing, 2023), los evangélicos ven en Trump (al igual que en John Wayne, por ello el título del libro) un «ícono de la masculinidad cristiana» y un defensor de la sociedad patriarcal. La agenda conservadora es crucial para este votante evangélico y habrá que ver si entiende (y acepta) el equilibrio que busca Trump con sus últimas declaraciones sobre el aborto.
- Y, finalmente, porque «los republicanos tienden a apoyar más a los candidatos religiosos que los demócratas» (Beyerlein y Klocek, 2020: 555). Este fenómeno, que en la literatura se conoce como «God Gap» (Putnam y Campbell, 2012), fue testeado en un estudio experimental que demostró que cuando un candidato revela un alto grado de religiosidad tiende a aumentar su favorabilidad entre los electores republicanos y conservadores, y a disminuirla entre los demócratas y liberales, aunque lo segundo es menos evidente que lo primero por la existencia de un grupo de demócratas religiosos, fundamentalmente latinos y afroamericanos (Castle et al., 2017).
La religiosidad —ya no solo la identificación religiosa— se ha convertido en un elemento importante en la construcción de estrategias biográficas de candidatos y candidatas. Esta religiosidad se pone de manifiesto en el discurso (del clásico y universal «God Bless America» al «Make America pray again» de Trump), en la inclusión de ritos u otro tipo de simbología y en el posicionamiento respecto a temas clave. Las biblias de Trump no son (solo) una excusa para recaudar dinero.
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Ilustración realizada con IA
