Este artículo forma parte de la serie de contenidos del espacio ELECCIONES USA 2024, donde irán escribiendo distintas firmas invitadas.
La democracia es un sistema basado en la confianza. Uno acude a votar y apuesta por el candidato/a o el partido en el que más confía, suponiendo que el proceso seguirá su cauce y, entre todos los ciudadanos, elegiremos a nuestros gobernantes. Confiamos en su criterio para tomar decisiones, para dirigir un país. Confiamos en los contrapoderes e instituciones que le pondrán límites si es necesario. Confiamos y, por ende, la democracia funciona. Porque es la confianza en el proceso, en la idea democrática, la que legitima el sistema y su gobierno.
El populismo pone en riesgo esta confianza atacando a las instituciones, a su criterio, sus decisiones. Genera dudas sobre el proceso, sobre la acción y, finalmente, sobre su legitimidad. Las instituciones pierden el sentido de ecuanimidad y son vistas por el populista como una herramienta política al servicio del adversario. «Del otro» al que se refiere como el enemigo a batir, incluso usando una jerga más propia de la guerra.
Una vez situado en la retórica y el marco del conflicto, se acepta la adopción de medidas extraordinarias para hacerle frente. Eso es lo que Donald Trump ha logrado tras 8 años en la élite política estadounidense. Del excéntrico candidato outsider de 2016, a proponer la creación de un ‘nuevo Estados Unidos’. Más parecido a un imperio, a su imagen y semejanza, que a la democracia más avanzada del mundo.
Lo ha hecho en una entrevista con Eric Cortellessa, quien, en medio de la vorágine de la campaña electoral norteamericana, ha pedido a Trump una conversación extensa, de más de una hora y media, dividida en dos encuentros, con el único propósito de interrogar al magnate sobre cómo sería una segunda administración Trump. Y en esta larga charla, el republicano ha expuesto lo que asesores han definido como ‘una presidencia imperial’.
Los 7 puntos de su imperio
1. Macrooperación de deportación. Un paso más allá del muro. Esta vez propone la deportación de 11 millones de personas para lo que se valdría del ejército. Incluso se muestra dispuesto a habilitar «campos de detención», si «es necesario mientras los expulsamos».
2. Control total de la Guardia Nacional. Para reforzar la seguridad e implicarlos también en la deportación masiva. Así como «mantener la ley y el orden en todo momento», incluso abriendo la puerta al uso de violencia contra civiles porque «es lo que hay que hacer» dado que «no son civiles, son inmigrantes» o delincuentes.
3. Estados Unidos, el ejército privado del mundo. Trump parece querer convertir la lógica militar de Estados Unidos en un buen negocio. «Hay que hacer que nuestros aliados paguen sus facturas». Algo que quiere aplicar tanto en la OTAN como en sus misiones en Corea o el resto del Sudeste Asiático. «Quiero que paguen y por eso soy muy claro: al que no pague no le defenderemos». Algo para lo que incluso dice que no necesita el apoyo del Congreso: «puedes hacerlo ahora mismo».
4. Despedir a fiscales que no sigan sus órdenes. «Dependiendo de la situación» puede llegar a despedir a aquellos fiscales que no sigan sus instrucciones, incluso emprender acciones legales contra los que le enjuiciaron a él, y nombrar a un fiscal especial para ir contra Biden.
5. Indultos del 6 de enero. Trump se muestra favorable a indultar a las más de 800 personas que han sido condenadas por sus acciones del 6 de enero en el asalto al Capitolio y el resto de las protestas que lo siguieron. Aquellos a los que se refiere como «patriotas del 6E» y a los que ve como «mayormente buenas personas» que solo protestaban y «no hicieron daño a nadie, salvo a una persona que murió», afirma, pese a que la comisión bipartita del Congreso concluyó que hasta siete personas murieron.
6. Solo negacionistas en la Casa Blanca. Lo que tiene claro Trump es que solo quiere con él a sus leales. Por eso no cree que llegue a contratar a alguien en su gabinete que no este «muy convencido» de que, en 2020, los demócratas le robaron las elecciones.
7. Libre control del aborto en cada estado. Celebrando el fin de Roe v. Wade (la sentencia del Supremo que garantizaba el aborto como un derecho federal), gracias a los tres jueces que él nominó, afirma que los estados deben ser los que legislen sobre el aborto. De una forma literal. Sin límite para los estados, incluso permitiendo la monitorización de los embarazos.
Trump parece decidido a todo para ‘hacer grande América de nuevo’ y parece que el camino es desplegar la presidencia imperial a partir de enero. Y no se dejará detener. Tiene un plan más claro que nunca, un partido más a su medida que la primera vez y un grupo de asesores convencidos de la necesidad de un imperio. Y una justificación que ya expuso en 2020 en Truth Social: «Un fraude masivo de este tipo y magnitud permite la finalización de todas las reglas, regulaciones y artículos, incluso aquellos que se encuentran en la Constitución». El imperio se convierte así en el precio a pagar para ser grandes de nuevo.
Y es que la evolución del discurso y la retórica de Trump no solo han resquebrajado la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Ha abierto la puerta a que cualquier acción esté justificada (y validada) ante sus seguidores. Así es como Trump quiere justificar la creación de su propio imperio a partir de noviembre: como la única forma de derrotar a ese establishment que les robó las elecciones y que ha enjuiciado a Trump. El mismo que es responsable de que América esté tan devaluada.
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Ilustración realizada con IA
Yo estoy acojonado.