En 1999, Christopher Chabris y Daniel Simons, psicólogos de la Universidad de Harvard, llevaron a cabo el experimento del gorila invisible. Consistía en grabar un vídeo con dos grupos de jóvenes (unos vestidos de negro y otros de blanco) pasándose un balón. Se pedía a las personas que veían la escena que se concentraran en contar cuántos pases hacía el equipo blanco. Y muchas de ellas no detectaban que, a mitad de la grabación, una persona disfrazada de gorila cruzaba todo el plano y se detenía unos segundos en el centro para saludar.
Esto demostraba que, cuando nos enfocamos en un área o aspecto en particular, tendemos a no advertir elementos inesperados, aunque sean potencialmente importantes. «Este error de percepción proviene de una falta de atención hacia el objeto no esperado, por lo que en términos científicos se denomina ‘ceguera por falta de atención’», escribieron los psicólogos en su libro, publicado en el 2011.
La combinación de atención continuada —el cebo cognitivo— y de sobreestimulación y distracción de esta atención con nuevos, inesperados y exigentes estímulos de comunicación puede cegarnos hasta el punto de no ver lo evidente, de no ver al gorila, aunque pase por delante de nuestros ojos.
El investigador Agustín Joel Fernandes Cabal, inspirado en este concepto, denominó «política discoteca» a la estrategia de comunicación de Javier Milei y otros líderes, que consiste en hacer declaraciones ruidosas, emitir mensajes poco claros y lanzar lo que se conoce como cortinas de humo (ruido ensordecedor, falta de visión nítida y una cierta confusión general, elementos todos ellos que se asocian a una discoteca).
La comunicación política avanza, cada día más, hacia una fase experimental que combina psicología social e investigación neurocientífica. Ya no se trata de comunicar, sino de entretener, de distraer. De cegar o ensordecer. Se llama hegemonía.
Publicado en: La Vanguardia (4.06.2024)
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