La Libertad guiando al pueblo es uno de los cuadros más famosos de la historia del arte. Esta obra de Eugène Delacroix, que se puede ver en el Louvre, fue pintada en 1830 y se convirtió en la imagen principal de la Revolución Francesa, cuyos valores (Libertad, Fraternidad e Igualdad) se han convertido en la base de la democracia moderna.
Casi 200 años después, Kamala Harris ha escogido de nuevo la libertad para que sea el mensaje que guíe su campaña electoral para derrotar a Donald Trump, si finalmente resulta ser la candidata demócrata, y proclamarse presidenta de Estados Unidos. Lo ha hecho en un spot cargado de emoción, ritmo y contraste que, en poco más de un minuto, deja claro por qué su llegada redefine por completo la carrera presidencial.
Pero el anuncio también vuelve a abrir un debate que va más allá de Estados Unidos y de las elecciones del 5 de noviembre. La libertad es un concepto sumamente polisémico que depende de la forma en el que se enmarque: ¿Libertad para qué? ¿Libertad para tomar decisiones sobre tu cuerpo, como el aborto? ¿O libertad para poder comprar armas sin la necesidad de superar una prueba psicológica o un chequeo pormenorizado?
Por todo ello, la libertad ha sido una bandera levantada y aprovechada por figuras muy diferentes. Por ejemplo, hoy lo hace Harris, pero lo ha hecho Javier Milei en la Argentina o Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid y, tradicionalmente, ha sido uno de los valores favoritos del discurso del Partido Republicano en Estados Unidos.
El politólogo y filósofo Isaiah Berlin hizo en 1958 uno de los aportes académicos más relevantes sobre el concepto de la libertad. Según su visión, existe una «libertad negativa», que implica la ausencia de cualquier tipo de restricción o coerción de parte de otros, y una «libertad positiva», que se refiere a la capacidad de toda persona de ser dueña de su voluntad y construir su destino.
Ambos conceptos están reñidos, pues para garantizar que todos los ciudadanos tengan oportunidades de cumplir las metas válidas que se planteen se hace perentorio colocar límites. Es decir, hay que restringir la libertad negativa para hacer posible la positiva. Esta disgregación académica puede resultar abstracta, pero ayuda a mostrar por qué en la práctica las visiones sobre la libertad pueden resultar tan divergentes. Un asunto complejo.
En los últimos años, diversas campañas de extrema derecha se han abrazado al concepto libertad para movilizar a sus seguidores. Ocurrió especialmente después del año de confinamiento por la pandemia de la COVID-19, lo que puso en el foco el tema de las libertades personales. Pero si es un tema que la extrema derecha ha sabido explotar políticamente en los últimos años, ¿por qué le puede funcionar ahora a Kamala Harris?
Todo depende del marco y del momento político. Trump decidió enmarcar la campaña ante Joe Biden bajo el concepto de fortaleza: Estados Unidos ha perdido el bienestar y su posición en el mundo por culpa de un presidente débil y debemos recuperarla con uno fuerte. Miró hacia otro lado al pensar que la libertad no era el valor principal de esta elección.
La vicepresidenta ha sido rápida al reclamar el concepto. En los meses que duró la campaña de Joe Biden se hizo hincapié en el miedo a Trump y en el peligro que representaba para la democracia. Su potencial movilizador quedó en entredicho. Por eso se ha cambiado de estrategia y se apuesta ahora por la defensa de la libertad, una idea que se puede asociar al progreso y al futuro, un tema vedado cuando la carrera era entre los dos candidatos con más edad de la historia.
Entonces: ¿de quién es la libertad? Depende. Se podría decir que de nadie. Es una idea poderosa que servirá exitosamente a quien la enmarque de una manera que conecte mejor con los intereses y emociones que tenga una sociedad en un momento determinado. Por eso, nunca se debe renunciar a participar en la lucha por el concepto de la libertad. Dejarlo libre y a disposición de los adversarios políticos es regalar un arma muy valiosa. Harris y el Partido Demócrata se han dado cuenta.
La libertad seguirá guiando al pueblo como en el cuadro de Delacroix. Hacia dónde dependerá de quién coja con más fuerza la bandera.
Mejor no se puede explicar. El gran problema es el uso tendencioso e inmoral que hacen quienes solo piensan el la libertad «negativa» para conseguir sus objetivos.