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¿Puede una palabra derrotar a Donald Trump?

Gianni Rodari (1920-1980), escritor, pedagogo y periodista italiano, decía que las palabras son elementos poderosos que provocan reacciones en cadena. Porque todo empieza con las palabras. Con ellas damos sentido, contexto, intención y generamos sentimientos. Las palabras tienen el poder de evocar el plano consciente e inconsciente, de asociarse a imágenes, recuerdos y experiencias. Con el lenguaje, construimos nuestro modo de entender el mundo. La semana pasada, Tim Walz, gobernador demócrata en Minnesota y candidato a vicepresidente de Kamala Harris, dijo que tanto Donald Trump como su vicepresidente, JD Vance, son «sencillamente raros» («These guys are just weird»). Extraños, estrafalarios, una rareza —en su traducción al inglés— algo siniestra y peyorativa. Y con «weird» empezó una reacción en cadena.

Porque lo que hizo Walz (y repitieron inmediatamente altos cargos demócratas y la propia Kamala Harris) fue poner nombre a un concepto que no existía: cómo actúa Trump y su ejército MAGA. El adjetivo «weird» encapsula una serie de comportamientos y discursos que muchos consideran fuera de lo común o desconcertantes. Pero que, en medio de una enorme polarización, se observaban como discusiones políticas o ideológicas. Para Walz, para los votantes demócratas y para mucha ciudadanía estadounidense, no lo son, sino que son ocurrencias extrañas y sin sentido. Pero alguien debía decirlo y empezar la reacción.

De hecho, el mensaje implícito en muchos de los mensajes MAGA es que lo que ellos decían lo compartía la gente normal de Estados Unidos, una mayoría silenciosa. Denominarlos raros implica que no son como la mayoría de la población, que no son ninguna mayoría silenciosa, sino tan solo una minoría estridente y extraña, irracional.

Las palabras de Walz sirvieron a su vez de catalizador para que la opinión pública entienda, de manera sencilla, que Trump no es un candidato al uso y normal, sino raro, controvertido, peligroso. La etiqueta «raro» proporciona a los votantes un marco simple y claro para interpretar las acciones y declaraciones de Trump y su equipo: no son normales, no son como todos, no son lógicos, lo que dicen no tiene sentido. Y es mucho más difícil votar o apoyar a algo sin sentido que a algo normal. Esa es la importancia de la palabra, porque hace concreto algo que era abstracto.

El lenguaje juega un rol crucial en la comunicación política. Las palabras no solo transmiten información, sino que también construyen narrativas y moldean opiniones. Hoy, «weird» se está transformando en mucho más que una simple palabra. Es un símbolo de todo lo que muchos consideran problemático en la era de Trump y captura la esencia de una manera de entender la política, marcada por la controversia constante, las mentiras y la imprevisibilidad. Es una sola palabra, pero que puede cambiarlo todo.

James Baldwin, poeta y activista por los derechos civiles estadounidense e icono de la lucha progresista en el mundo escribió: «Escribimos para cambiar el mundo […] El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo». Las palabras pueden cambiar el mundo. Lo han hecho siempre así en la historia. No sabemos si «raro» puede conseguirlo. Sería una rareza que lo hiciera. Pero, de momento, ha conseguido alterar el guion imperial de Trump. Aunque sea un milímetro. Si hay palabras, hay esperanza. Otra vez, y más que nunca «Hope».

Publicado en: El País – #ElPaísUS (12.08.2024)

Fotografía: Gerd Altmann en Pixabay

Enlaces de interés:
#LibroDelViernes: Sin palabras: ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? (PolíticaCreativa, 24.05.2024)

 

 

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