En el 2024 se esperaba que la inteligencia artificial fuera un factor decisivo que cambiaría las elecciones para siempre. Y no lo fue tanto, o al menos por ahora. Sin embargo, en el año en el que ha habido más comicios en la historia, sí se constata un fenómeno que parece haber impactado en la comunicación política: el papel de las y los influencers. Su participación en las campañas no se limita a un país o a una región. Su impacto es mundial. Y no solo tienen peso para informar (a veces, desinformar) o movilizar a los votantes. En algunos casos, también han sido protagonistas. En Indonesia, por ejemplo, más de 20 influencers lograron entrar en el Parlamento. En Filipinas, los seguidores del youtuber Raffy Tulfo le están pidiendo que se presente a las próximas elecciones. Y en las últimas europeas sorprendieron el chipriota Fidias Panayiotou y Alvise Pérez.
Hasta ahora, la extrema derecha ha sabido adaptarse mejor a este nuevo ecosistema. En Estados Unidos, un reportaje de Wired revelaba que hay nueve influencers republicanos con más de cinco millones de seguidores y solo dos demócratas con audiencia similar. De igual forma, un estudio de Pew Research muestra que, entre los influencers de noticias, el porcentaje que se identifica con la derecha es mayor que el que se sitúa con los progresistas.
La derecha parece haber sabido incorporar mejor las redes sociales a sus estructuras de campaña, lo que nos lleva al segundo cambio. Hasta ahora, la movilización dependía de persuadir a los votantes con contactos directos. La vía era llamar a su puerta, contactar por teléfono o intentar llegar a ellos a través de amigos, familiares o conocidos. Eso todavía funciona, pero ya no es suficiente. Ahora resulta más importante que nunca persuadir y conectar a través de las redes. Y no solo con anuncios microsegmentados, sino a través de influencers. Es importante lograr que, con su estilo propio, hablen sobre las virtudes de un candidato o candidata y de su propuesta o sobre los peligros del rival y sus ideas.
Las y los influencers están cambiando la comunicación política y las campañas. Ya sea como intermediarios del mensaje o directamente como candidatos o candidatas, son el nuevo actor de la política. Ignorarlos es una ingenuidad; subestimarlos, un error.