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Los niños en la Oficina Oval

No es extraño ver a niños en el Despacho Oval. En 1962, se publicó una foto de los hijos de John F. Kennedy bailando frente a su padre. Un año después, otra imagen de uno de sus pequeños debajo del escritorio presidencial se hizo famosa. Más reciente, de 2009, es la fotografía de Pete Souza que capturó a la hija pequeña de Barack Obama jugando a esconderse detrás de un sofá, mientras el presidente leía la correspondencia.

Las imágenes de los niños y niñas en ese espacio emblemático han sido siempre una muestra de humanidad y naturalidad. La prueba de que en la oficina donde se toman las decisiones más difíciles, donde a veces toca elegir entre la vida y la muerte, hay otros momentos para la risa, para el contacto cercano y para las emociones. Los protagonistas no siempre han sido los hijos e hijas de presidentes. También el pequeño de unos empleados de la Casa Blanca pidió tocar la cabellera de Obama y el hijo de unos agentes secretos decidió lanzarse al sofá mientras sus padres hablaban con el presidente.

Por todo esto, ver una fotografía del hijo de Elon Musk en el Despacho Oval no tendría que ser sorprendente. Sin embargo, lo es. No por el hecho en sí, sino por la situación en la que ocurrió. En todos los ejemplos anteriores, los niños fueron retratados en el contexto de la inocencia de sus juegos. Momentos privados alejados de la toma decisiones del día a día que se compartieron posteriormente para transmitir cercanía.

Musk ha cambiado estas reglas. Llevó a su hijo voluntariamente a un acto de gobierno, exponiéndole a los medios, con el objetivo de capturar más atención para sí mismo y sus medidas de recorte del gobierno federal. Pasó del uso de la imagen como un elemento de cotidianidad, proximidad y humanización, a una ‘aparente’ instrumentalización directa con motivos políticos.

El hijo de Musk de cuatro años, X AE A-XII, no tuvo libertad para esconderse detrás de un sofá como la hija de Obama. Estuvo forzado a dar vueltas durante más de 30 minutos alrededor de su padre y de un Trump sentado en su escritorio mientras ambos respondían a las preguntas de la prensa. Incluso hubo un momento en que el niño manifestó que tenía ganas de ir al baño, y no pudo hacerlo. Cuando juegas, hay momentos de pausa. Cuando participas en una reunión importante, no los hay.

La propia madre de X, la cantante canadiense Grimes, lamentó más tarde la situación y dijo que se había enterado por las redes sociales: «No debería ser expuesto en público de esta forma».

Ni Michelle Obama ni Jackie Kennedy criticaron nunca la publicación de las fotos de sus hijos en el Despacho Oval. Es una cuestión de contexto. No es lo mismo decidir compartir un momento espontáneo, a posteriori, que poner a un niño en el centro de una escena, en directo, para llamar la atención.

Y Musk consiguió su objetivo. Después de que iniciara el gobierno de Trump con una responsabilidad menor vinculada oficialmente a la optimización de asuntos digitales del gobierno federal, la orden ejecutiva que firmó el presidente ese día le dio nuevos poderes a su Agencia DOGE para completar su misión de desmantelar las instituciones desde dentro. La noticia trascendió. Por su importancia, pero, sobre todo, por la presencia poco usual de un niño de cuatro años ante las cámaras.

El hombre más rico del mundo también intentó conseguir algo más ese día: que los ciudadanos le vieran con otros ojos. Durante las primeras tres semanas de gobierno, estuvo vinculado a despidos masivos y recortes que parecieron golpear negativamente su imagen. Según diversas encuestas, la mayoría de ciudadanos desaprueba el rol que ha desempeñado en el gobierno y cree que no debería tener tanto poder. Eso le ha convertido en un blanco para los demócratas.

En el Despacho Oval, no sólo se presentó con su hijo. También lo hizo vestido con una camiseta y una gorra. Dejó de lado la corbata que había empezado a usar en las últimas semanas para recuperar su imagen de multimillonario rebelde y cazador de burócratas. Mucho más alineado con el estilo de sus publicaciones en X e intentando ser auténtico ante la ciudadanía: «Visto como tú y mi hijo también me interrumpe cuando estoy en medio del trabajo».

Más allá de cuáles sean sus objetivos finales, Musk parece ir muy en serio en su misión de transformar el gobierno federal y aumentar su impacto político en EE. UU. y en el mundo. Lee las encuestas y cuida su imagen.

La compra de Twitter le confirmó que el dinero no lo es todo. Que para influir en política y en la sociedad hace falta tener impacto en la opinión pública con el fin de construir y moldear narrativas que fortalezcan su posición.

Para lograrlo, parece estar dispuesto a todo.

Publicado en: Univision (23.02.25)
Fotografía: President John F. Kennedy with children, Caroline and John, Jr., in the Oval Office, 1962. (Photo by John F. Kennedy Presidential Library)

Enlaces asociados: Los niños que vivieron en el corazón del poder de los EE. UU. (David Maris. Univision, 14.06.2017)

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