Entrevista con Guillem Carol para The New Barcelona Post, que reproduzco a continuación, y que se desarrolló en el marco de mi intervención como invitado del segundo encuentro Esmorzars de Forquilla que organiza la Cambra de Comerç de Barcelona.
“Barcelona tiene que ser un lugar en el que se pueda hablar de los temas que afectan al mundo. Tiene que ser una gran ágora de debate sobre el momento que nos toca vivir”. Esta sentencia, con su dosis justa de dramatismo esperanzado, fue lanzada por el consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí, el segundo invitado del ciclo de encuentros Esmorzars de Forquilla que organiza la Cámara de Comercio de Barcelona, patrocinadas por Indra y con The New Barcelona Post como medio colaborador.
Después de un buen almuerzo —servido puntualmente a las 8.30 de la mañana en las nuevas instalaciones de la Cámara—, Gutiérrez-Rubí concedió esta entrevista al TheNBP.
— Dice que vivimos un momento revolucionario a nivel global. ¿También en las ciudades?
— La ciudad es hoy un refugio y un valor democrático extraordinario ante las ofensivas de las derechas e iliberales. Un espacio de convivencia donde las diferencias y los intereses necesariamente tienen que cohabitar. Y esta cohabitación tiene que ser ordenada, planificada, debatida y contrastada. Hoy, las ciudades son el espacio público más importante para la defensa de los valores democráticos. Ante esta oleada de derechas extremas, de derechas iliberales y de derechas libertarias, la ciudad es un espacio de referencia de convivencia y de cohabitación. Por lo que significa convivir con otros, compartir el espacio público con otros, ya sean los vecinos de tu escalera, los vecinos de tu calle o los vecinos de tu ciudad.
— Pero no todas las ciudades responden igual.
— Sí, es evidente. Hay visiones políticas diferentes, pero todas comparten una idea central: el espacio público en la ciudad tiene que ser para todo el mundo. Después, pueden haber diferencias y matices —y algunos de ellos, muy importantes—, pero la idea de que la ciudad no puede excluir, sino que tiene que incluir, me parece que es un valor compartido entre las ciudades. De hecho, los valores democráticos se defienden cuando eres plenamente consciente de que tu destino no depende solo de tu voluntad, sino que tu destino depende de los otros. Y no hay nada mejor para entender esto que la convivencia en una escalera de vecinos. Al final, todo lo que pasa de puertas adentro puede no ser suficiente, si lo que pasa de puertas afuera no es compartido. El espacio público forma parte de lo que tienes que entender como tu casa. Si entiendes esto, las posibilidades de que la resolución de los conflictos y de los intereses sea por la vía democrática aumentan.
— Y aquí, ¿dónde sitúa a Barcelona?
— Barcelona es una ciudad que atrae el interés internacional. No solo por los visitantes que recibimos: visitas de turistas, de negocios o de actividad académica. Barcelona continúa siendo un lugar de referencia, un espacio simbólico. Seguramente este símbolo no lo tendríamos sin las Olimpiadas, pero no es solo esto. Lo es por la posición geoestratégica que ocupa, por su historia, por el hecho de que sea caminable y que, por lo tanto, el espacio público y el espacio privado convivan en una intersección permanente. Barcelona es un símbolo para mucha gente que, incluso, no la ha visitado. Barcelona es una metáfora de la libertad cívica, de la libertad democrática, que es el gran combate contra la libertad sin restricciones. Esta idea de símbolo es poderosísima, y los barceloneses y barcelonesas creo que no somos suficientes conscientes de esta enorme capacidad que significa el símbolo Barcelona.
— ¿Cuáles son los activos de Barcelona?
— Primero, asumir la responsabilidad y la oportunidad de un liderazgo internacional. En este mundo imperial, las ciudades son el contrapuntos. Barcelona tiene que asumir su responsabilidad internacional y tiene que estar presente y tiene que hacerse presente. Barcelona tiene que tener una agenda internacional para defender su modelo. Sin vocación internacional, no se podrá consolidar, defender, proteger y ampliar esta idea de faro. Segundo, los temas de debate mundiales tienen que ser temas de Barcelona. No son solo la paz, la masificación turística o la movilidad. Barcelona tiene que ser un lugar en el que se pueda hablar de los temas que afectan al mundo. Tiene que ser una gran ágora de debate sobre el momento que nos toca vivir.
— ¿Y esto cómo se traduce?
— Se traduce en acoger más proyectos de debates internacionales, más cumbres, más debates académicos y más pensadores globales. Barcelona tiene que ser un lugar cómodo, atractivo y amable para las ideas. Y esto pasa por tener una estrategia específica de cómo atraer permanentemente a los pensadores y a las pensadoras que están hoy interpretando el mundo. Barcelona tiene que incorporar la enorme diversidad internacional y cultural que tiene en su liderazgo. Las comunidades nacionales de otros países que viven en Barcelona no tienen suficiente presencia pública en forma de liderazgo. Tenemos que dar una oportunidad para que estos ciudadanos y ciudadanas, barceloneses y barcelonesas de nueva hornada, tengan más protagonismo.
— Dentro de un mundo de alianzas estratégicas, ¿hacia dónde tiene que mirar Barcelona?
— Barcelona tiene que recuperar el protagonismo del mundo en español. No el mundo español, sino el mundo en español. La presencia, por ejemplo, de la huella y rastro catalán-barcelonés en Centroamérica es extraordinaria y es totalmente desconocida. Barcelona tiene que volver a mirar hacia Centroamérica, el Caribe y la Gran Colombia. Sobre todo, este puente de dos grandes capitales como Barcelona y Buenos Aires. Países y culturas en las que la presencia catalana es rastreable y donde hay admiración hacia Barcelona. Cuando pensamos en Latinoamérica, nos parece que está muy lejos, pero para los latinoamericanos, estamos muy cerca.
Publicada en: The New Barcelona Post (01.03.2025) (versió en català)