Nuestra conectividad aumenta exponencialmente con el confinamiento. Las pantallas eran nuestras ventanas al mundo, pero ahora también son nuestros platós personales y profesionales. Un nuevo escenario vital. El mundo exterior se ha vuelto interior. Y viceversa. Las imágenes de videoconferencias aparecen cada día en los medios de comunicación y la ciudadanía en general ha empezado a familiarizarse con ellas. Plataformas como Zoom (desconocida para una inmensa mayoría hasta hace muy poco) han visto crecer su uso, siendo una de las más populares en el ámbito profesional y también en el de la política.
Cada vez más, pensamos y estudiamos a través de qué dispositivo nos conectaremos, desde qué lugar y momento del día y con qué escenografía. En un solo día se viven momentos de intimidad, ratos de diversión, conversaciones informales, en donde la naturalidad, lo lúdico y la espontaneidad son la norma audiovisual; pero también el teletrabajo nos abre a reuniones, entrevistas, presentaciones… y todos ellas tienen códigos, formatos y duraciones distintas. Aceleradamente estamos pasando de un mundo íntimo y privado a un mundo público que nos ofrece nuevas oportunidades para mostrar —y controlar— nuestra bio digital a través de estas conexiones audiovisuales.
Las videoconferencias son ya las nuevas tarjetas de presentación. Fondo, vestuario y aspecto. Las conexiones pasan a ser planos escénicos en construcción, atmósferas visuales y plasticidades emocionales. El selfie era posado. La video es secuencia y relato audiovisual. Y, en este contexto, en el que cada vez son y serán más las personas que se suman al teletrabajo, aspectos como el encuadre, la iluminación o la indumentaria se suman a la gestualidad, a la expresión facial, la forma de mirar, el movimiento o no de las manos y a la actitud postural como elementos clave de nuestra comunicación a través de las pantallas.
Sabemos que la comunicación no verbal es altamente reveladora y en ella podemos destacar factores clave como: las cualidades no verbales de la voz (vocalizaciones, risas, gruñidos, bostezos, silencios momentáneos o pausas repentinas…); la forma en que utilizamos el espacio (ahora un plano casi cinematográfico) para hablar y expresarnos; el movimiento corporal y la fisiognomía del rostro en busca de pistas que expliquen nuestra forma de comportarnos y sentir. Aspectos todos ellos que deben interpretarse siempre en un determinado contexto, que ahora es limitante y potenciador a la vez. Transmitimos, y percibimos, alrededor de un millón de claves y señales tanto consciente como intuitivamente a través de expresiones faciales y gestos. Y, en un plano cerrado, la información emitida puede tener una gran carga positiva, pero también negativa.
El teletrabajo, además, puede terminar modificando definitivamente los hábitos de indumentaria «laborales» que hemos conocido hasta ahora. Walmart transmitía a Yahoo Finance que ya está vendiendo más camisetas que pantalones, respondiendo a los requerimientos de un plano medio o primer plano que son públicos, mientras el resto queda oculto y en el marco de nuestra privacidad. El confinamiento permite liberar corsés y normas sociales, y nos lleva a buscar el bienestar y la comodidad en las pequeñas cosas. Andar descalzos, en zapatillas, o en ropa interior o muy cómoda está provocando una paradójica gestión de la identidad visual: la pública (del plano de la video) y la privada (protegida por no estar en el plano de cámara). Arriba y abajo. Dos mundos. ¿Dos identidades?
Mientras, la imagen que se proyecta al exterior encuentra nuevos elementos de expresión. Desde los objetos cotidianos que forman parte de nuestros planos (libros, plantas, fotografías… banderas), a la ausencia de estos, activando una simple función de difuminación de fondo. La decoración de la pared que se confronta con la pantalla pasa a ser, también, motivo de cálculo profesional, y es muy posible que el aspecto general que se logra recupere cierta relevancia en el crédito y la imagen de cada uno y cada una en la escena laboral. Descubrimos también el enorme potencial humanizador que puede tener la presencia inesperada de un gato, un niño que reclama atención o el susto de alguien que se cuela en el plano sin estar advertido. Volveremos a valorar lo auténtico, lo sincero, lo genuino. Caen las máscaras, los accesorios, lo superficial. Las videoconferencias, en todas sus dimensiones, son personalidad transparentada, cotidianeidades honestas o fantasías del amor en tiempos de confinamiento.
Pensar en el momentum, en los pros y los contras de cada decisión puede tener su efecto en estos encuentros virtuales. Zoom permite cambiar el fondo, escogiendo un color y/o cualquier imagen de la Red (desde paisajes a fotografías personales), Skype, entre otras, nos da la opción de difuminarlo, buscando una sensación de neutralidad. Y, ante estas posibilidades, algunas iniciativas que se suman al potencial de diseñar nuestros ‘fondos’, con obras de arte, por ejemplo, de la mano de Europeana, en un intento de animar las reuniones y dar un toque de creatividad. Y empezamos a recibir —y a buscar— consejos sobre cómo mirar a la cámara, qué lugar elegir para la llamada y cómo expresarnos. Imaginar un software que sustituya el fondo por un color o imagen a nuestra elección o con una recomendación apropiada según la indumentaria que se lleve podría ser una iniciativa de futuro en el contexto de #LoQueViene.
En cualquier caso, saber encontrar la combinación adecuada, el punto de equilibrio entre sobriedad y creatividad; cercanía y profesionalidad…, en cada ocasión, será clave para una comunicación efectiva. Un camino para explorar, también, en la asesoría de comunicación, con sus retos y oportunidades, desde una mirada estética y discursiva. Palabras e imágenes. Una vez más, las formas son fondo…, y fondos.
Publicado en: El País | Blog Seres Urbanos (14.04.2020)
Enlaces de interés:
– How to Collaborate Effectively If Your Team Is Remote (Harvard Business Review)
– Zoom dispara sus ingresos durante el coronavirus (Mónica Mena. Statista.es, 2.03.2021)
– Por qué las reuniones con Zoom cansan más que las presenciales. Un estudio de la Universidad de Stanford advierte de la fatiga adicional que genera la videoconferencia (Álvaro Sánchez. El País, 3.03.2021)
– 2020, el año de las videollamadas (Mónica Mena. Statista, 17.02.2021)
– Teletrabajo, teleducación… teletodo: ¿resistirá internet nuestra hiperconexión? (Alexis Rodríguez-Rata. La Vanguardia, 10.04.2020)
– Tutorial para videollamadas durante el confinamiento (video). (Moeh Atitar de la Fuente,11.04.2020)
– Cuidado con lo que se ve y se escucha: consejos para hacer una videollamada (La Vanguardia, 25.04.2020)
– ¿Qué dice su foto de perfil? (Karelia Vázquez. El País, 5.02.2012)
– Why is video conferencing so exhausting?Zoom fatigue is a real thing (engadget. Nicole Lee, 27.04.2020)
– La “fatiga de Zoom”: ¿por qué las videollamadas cansan más que las charlas cara a cara? (TN, Todo Noticias, 27.04.2020)
– Bookcase Credibility analiza la credibilidad que da a una persona la estantería que tiene a su espalda (Mar Abad. Yorokobu, 6.05.2020)
– La estética de la pandemia (Jorge Carrión. The New York Times, 9.05.2020)
– Cómo hablar en público – Especial videollamadas (La Escuela de Periodismo UAM-El País)
– WFH Jammies, un pijama con cuello de camisa para videorreuniones (Yorokobu. Ximena Arnau, 27.05.2020)
La distancia entre los que disponen de medios de alta o baja calidad, solo puede reducirse si el discurso las acorta. Nos acercamos a muchas personas, a la misma velocidad que nos alejamos de otras. Es «humanismo tecnológico» creo que es el camino!!