¿La moderación es un activo político? Sí, indiscutiblemente. Pero en esta campaña comprobaremos si también es un activo electoral con capacidad competitiva. En esta campaña, Pedro Sánchez está apareciendo como el genuino representante de la moderación política, el «sheriff de la moderación», en palabras de Sergi Pàmies, que, como el sheriff Will Kane de Solo ante el peligro, ha de enfrentarse a cuerpo descubierto a todos sus enemigos electorales.
No se trata tanto de que los socialistas se hayan convertido en moderados ideológicamente (es decir, conservadores), ni que estén llevando a cabo una acción política moderada, sino de que han adoptado —por convicción o por cálculo— un estilo moderado que contrasta con la intemperancia y la crispación de prácticamente la mayoría de sus competidores electorales. La moderación que vemos parece ser más profunda que el simple talante ensayado por José Luis Rodríguez Zapatero.
Es muy llamativo que el Partido Popular aparezca tan alejado de sus raíces conservadoras liberales para competir a voz en grito con un nuevo partido que representa el tradicionalismo reaccionario. Más extraño aún es que Ciudadanos, un partido de vocación liberal, centrista y moderada, participe también de esta «dislocación reaccionaria» de la derecha española, como ha señalado José María Lassalle, que abandona así la centralidad y la moderación.
Ante este giro reaccionario de la derecha y ante el desafío radical del independentismo, el socialismo español tiene la oportunidad de ocupar un amplio espacio político central que represente el anhelo de concordia de una gran mayoría de los españoles. Las formas en política son fondo. Y Sánchez está explorando la centralidad a través de la moderación formal, la contención verbal y la serenidad de abanderar el sentido común. Así, la moderación es la nueva radicalidad frente al populismo.
No es tan sólo una cuestión de estrategia política, sino que puede ser también la ocasión de conectar con la intermitente, pero fructífera, tradición moderada de la política española contemporánea. La que durante el siglo XIX buscó mediar entre el antiguo y el nuevo régimen, de Jaume Balmes a Antonio Cánovas del Castillo; la que en el siglo XX se empeñó en dar vida a una Tercera España que, después de muchos fracasos, hizo posible la Transición democrática, como ha explicado Santos Juliá en su libro Transición. Sánchez está ensayando un proyecto nacional —de mayorías amplias y transversales— sin ser nacionalista, ni de derechas. Puede ganar las elecciones desafiando la idea de España a los guardianes existencialistas. Esto es, a mi juicio, más relevante que el uso instrumental de la moderación como estrategia electoral.
El socialismo democrático tiene asimismo referentes incontestables de la virtud de la moderación, como Norberto Bobbio que dedicó uno de sus últimos libros al elogio de la templanza, entendida como lo contrario de la arrogancia, la prepotencia, la perversidad, la vanidad y el abuso de poder. En estos tiempos duros del populismo de los arrogantes, la moderación y la templanza pueden ser la mejor arma para resistirlos y derrotarlos. La moderación es, hoy, la más progresista de las actitudes: la que cree en la razón ponderada como nervio de la política.
Publicado en: La Vanguardia (26.04.2019)
Enlaces asociados:
– Victoria de la moderación (Infobae, 28.04.2019)
Moderar para modelar una nueva sociedad. Ser moderado para no ser doblegado.