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La democracia ‘hackeada’

Los delitos con autoría de hackers rusos, o al menos que se les atribuyen, son innumerables. Parece que a estos corsarios de lo digital no se les resiste nada. Han podido con las máquinas tragaperras de casinos de todo el mundo, filtraron el último capítulo de la serie Sherlock, se introdujeron en el sistema eléctrico de Estados Unidos a través de una planta en Vermont, e incluso manipularon la red de transporte público de San Francisco para que esta fuera gratuita. Gigantes del software como Microsoft tampoco escapan a los ataques. Aunque, por cierto, el ataque no fue exactamente dirigido a Microsoft, sino al Partido Demócrata, aprovechando un fallo de seguridad en el software de esta compañía, en el que utilizaron, también, un spyware especial para dispositivos Apple creado por el FBI.

El origen de la fama y reputación de los hackers rusos empieza en los años 90. Ante el colapso de la antigua Unión Soviética, muchos matemáticos y físicos se quedaron sin trabajo y buscaron actividades alternativas. Todo este conocimiento técnico se transfiere a nuevos ciberguerreros en escuelas de hackers semiclandestinas, en las que aprenden no solo a detectar vulnerabilidades sino también las últimas tendencias sobre la generación de virus y cómo combatirlos.

Algunos de estos hackers ya han alcanzado fama mundial. Vladímir Levin, Ígor Klopov y Evgueni Bogachov son nombres que ya han pasado a la historia. Este último fue uno de los más buscados por el FBI en el 2015, creó el virus Gameover Zeus con el que se presupone que pudo robar más de 100 millones de dólares. También se cree que puede ser uno de los implicados en la comentada y supuesta alteración de los resultados de las elecciones presidenciales de EE. UU. del 2016. La conclusión, después de repasar la hemeroteca, es que los hackers rusos son una verdadera amenaza, tal y como indican los servicios de inteligencia de EE. UU.

Los ciberdelitos que más han preocupado estos últimos meses están relacionados directamente con la manipulación de elecciones. Y de ello se ha acusado repetidamente a Rusia. Una acusación que proyecta una larga sombra sobre la victoria de Donald Trump.

Relacionado con este tema referenciaba a Evgueni Bogachov y su supuesta implicación. Además, ya han sido varias las detenciones que se han producido, una en Barcelona, donde se detuvo a un programador ruso por orden de EE. UU. Esta detención tenía lugar a raíz de la investigación del FBI sobre los supuestos nexos entre el Kremlin y el equipo de Trump para derrotar a Hillary Clinton. Esta trama rusa, que día a día está acorralando al electo Trump, sigue creciendo. Parece ser que, además de Clinton, también fueron objeto de ataques funcionarios y ordenadores del sistema electoral de EE. UU. Estas noticias cada vez ponen más en entredicho la escasa victoria de Trump, que, pese a haber perdido por casi tres millones de votos, consiguió la presidencia por un poco menos de 78.000 votos estratégicamente ganados en Michigan, Wisconsin y Pensilvania.

Incluso la prohibición de trabajo a empresas y desarrolladores rusos ha provocado que algunos de ellos, como Alisa Esage, se quejen de que están siendo cabezas de turco para esconder a los verdaderos autores del ataque.

La sombra de la duda ya afecta a las elecciones de más de 20 países. Según el jefe de Inteligencia de EE. UU, James Clapper, Rusia ha podido influir en la situación política de más de una veintena de países durante los últimos cuatro años. Incluso se señalaba que ya atacaron la campaña de Barack Obama en el 2008.

El caso más reciente se ha producido en las elecciones presidenciales francesas. Dos semanas antes de las elecciones, el equipo de campaña de Emmanuel Macron sufrió el ataque de Pawn Storm, los mismos que filtraron los correos electrónicos de Hillary Clinton. El ataque se confirmó dos días antes de las elecciones, filtrándose 9 gigabites de correos de la campaña del entonces candidato y hoy presidente.

La duda está sembrada. Y aunque los ataques pueden tener origen en Rusia o ser protagonizados, mayoritariamente, por ciudadanos de esta nacionalidad, está todavía por demostrar la vinculación directa del Gobierno de su país en esas operaciones. Pero este vínculo parece cada día más fuerte. En cualquier caso, que nuestra democracia pueda ser hackeada para alterar o manipular nuestras decisiones libres es hoy una amenaza real y posible.

Publicado en: El Periódico (18.06.2017)

Artículos de interés:
El secuestro de las redes sociales (Yoani Sánchez. El País, 24.06.2017)
– Facebook demuestra una importante influencia de Rusia en las elecciones de EEUU (Christiane Drummond. ticbeat, 7.09.2017)
– Las grandes tecnológicas admiten que toneladas de propaganda rusa invadieron sus plataformas durante las elecciones (Amanda Mars y Rosa Jiménez Cano. El País, 1.11.2017)
– No son bots rusos, es Capitalismo 3.0 reventando el debate político online (Marta Peirano. eldiario.es, 20.11.2017)
– No son los rusos, es el big data (Juan Manuel López Zafra. El Confidencial, 20.03.2018)
– “Con 300 ó 400 euros puedes crearte en una tarde un millar de cuentas de Twitter verificadas”, Alessandro Orlowski, exhacker y Spin Doctor Digital (Steven Forti. CTXT, 4.07.2018)
¿Aún podemos evitar que internet se cargue la democracia? (José Ángel Plaza López. El País-Retina, 26.11.2018)

 

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