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Gavilán o paloma

«Amiga, hay que ver cómo es el amor,
que vuelve a quien lo toma,
gavilán o paloma.» (Pablo Abraira)

La canción Gavilán o paloma, cuyo autor es Rafael Pérez Botija, fue en su día —en la década de los ochenta y los noventa— una clásica oferta de los diales y de los eventos sociales. En España conocemos esta pegajosa música por la voz de Pablo Abraira y, en América Latina, por José José. La canción era la delicia de los karaokes y de las gargantas desbordadas. La letra, de una calculada ambigüedad, permitía todo tipo de interpretaciones. La base de todas ellas era el fundamento popular de que… se sabe cómo entras, pero no cómo sales (en el amor, en la vida… y en la política).

Curiosamente, el Congreso del PP también se ha debatido entre dos aves: el charrán y la gaviota. Una gaviota es un ave carroñera que vuela bajo y come sobre todo basura. De hecho, las gaviotas se alimentan de todo aquello mínimamente comestible: todo tipo de animales marinos, vegetales, insectos, carroña, pájaros pequeños, como palomas (a las que ataca en vuelo), huevos de pájaros (tanto de otras especies como de la suya propia), pollos, ratas, etc. Si sus presas aún están vivas suelen agarrarlas con el pico y dejarlas caer desde lo alto hasta que mueren o se abren. En cambio, un charrán —muy parecido a una gaviota— es un ave que vuela alto y que come peces a los que atrapa gracias a zambullidas, después de sobrevolarlos. Frecuentemente, los charranes marinos cazan en asociación con marsopas o peces depredadores como anjovas, atunes o bonitos, gracias a que estos grandes animales marinos dirigen a la presa hacia la superficie.

Pero, ¿por qué el PP ha tenido un debate ornitológico? Al margen de la reputación de ambas aves, la Ley de Partidos obliga ahora a identificar el logo con claridad, más allá de la exitosa operación de rediseño corporativo de 2008. Si debiéramos decidir entre cuál de las dos aves querríamos que nos representara, no tendríamos dudas. Sin embargo, para el común, el símbolo del Partido Popular es una gaviota. ¿O no lo es? La historia es interesante. En 1989, Manuel Fraga, fundador del partido, quería substituir su nombre de entonces, Alianza Popular, por un nuevo nombre y un nuevo logo que modernizara su marca. El nombre estaba claro, sería Partido Popular. Sin embargo, para el logo organizó un concurso donde se presentaron las principales empresas de marketing de España. Aunque, finalmente, quien ganó fue un joven del mismo partido, Fernando Martínez Vidal, que era publicitario y también el presidente de Alianza Popular en el distrito Salamanca de la ciudad de Madrid.

Él creó un logo que simbolizaba la «libertad», en comparación con los logos del resto de partidos —para él más agresivos, como el puño socialista o la hoz y el martillo del PCE—. Libertad es también el vuelo alto que realizan los charranes, y que aprendió de verlos diariamente cuando era pequeño y vivía en Valparaíso (Chile). De ahí que un charrán con alas extendidas, volando alto, fuera el logo que finalmente presentó al concurso. A Manuel Fraga ese logo (aunque hizo algunos cambios) le encantó y fue, al final, el escogido. Además, era gratuito y de alguien del propio partido. Pero Fraga lo llamaba «el de la gaviota», y así se quedó. Desde entonces, Martínez Vidal, hoy regidor en el Ayuntamiento de Madrid, pide que deje de llamarse gaviota, el ave carroñera, a lo que es un majestuoso y libre charrán. Martínez Vidal ha presentado enmiendas en los documentos del congreso de este fin de semana para que tenga el nombre correcto. Sin embargo, otros han presentado enmiendas para que definitivamente se llame gaviota.

En un afán de consenso, Fernando Martínez Maíllo, vicesecretario general de Organización del Partido, ha propuesto un acuerdo para contentar a todos. El ave del logo del PP será oficialmente, a partir de este domingo, «un charrán, comúnmente conocido por todos como gaviota». Fernando Martínez Maíllo ha demostrado, una vez más, que parece una paloma, pero que —si se lo propone— puede ser un buen gavilán. Su capacidad para contentar a todos es —parece— directamente proporcional a su capacidad de incomodar a algunos o algunas.

Mariano Rajoy puede respirar tranquilo, como siempre ha estado. El control del tiempo ha sido perfecto. Como Alfred Hitchcock en Los pájaros (1963), ha mantenido la tensión hasta el final, mientras el resto de prometedoras aves se mantienen en sus jaulas, esperando el momento de volar. El Congreso del PP ha tenido casi su debate más feroz, como una metáfora perfecta de la pospolítica, en la ornitología: gaviotas contra charranes, gavilanes contra palomas. En un juego de alteridades en donde las identidades se confunden con sus protagonistas y las intenciones, también. Como observa Slavoj Zizek «asistimos a una nueva forma de negación de lo político: la posmoderna pospolítica, no ya solo reprime lo político, intentando contenerlo … sino que, con mayor eficacia, lo excluye». Cuatro años más.

Publicado en: El País (blog Micropolítica)
Fotografía: Ashis Thakur en Unsplash

Artículos de interés:
La venganza orteguiana de Rajoy (Lucía Méndez. El Mundo, 12.02.2017)

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