Donald Trump no solo quiere cambiar Estados Unidos, quiere cambiar el mundo. Ambición ilimitada para un poder presidencial sometido al control de la Justicia y del poder legislativo, en un contexto multilateral y de poderes condicionados y superpuestos.
Así lo ha dicho, sin pudor ni rubor, esta misma semana durante su intervención en el tradicional Desayuno Nacional de Oración: «El mundo tiene problemas, pero vamos a arreglarlos, ¿ok? Eso es lo que yo hago, arreglo cosas».
Trump confunde, parece, la política con su capacidad ejecutiva, siempre limitada y condicionada en un equilibrio de poderes garantizados por la Constitución. Le gustaría que todo fuera tan fácil y simple como dar una orden, tener una intuición o lanzar un balón. Como en sus empresas, como en un partido.
Esta semana, de peculiar diplomacia telefónica («hay que ser duros», afirma el presidente) y de controvertidas medidas ejecutivas, culmina con la entrevista que el presentador Bill O’Reilly le realizará en la previa de la Super Bowl.
A Trump le gustaría ser el quarterback del mundo. Ordenar la jugada, lanzar el balón y avanzar sin retroceder. En el fútbol americano se hace lo que deciden entre el quarterback y el coach, que están en constante diálogo, unidos por la estrategia. A los otros jugadores solo les toca obedecer.
Estas dos semanas empiezan a revelar, también, la transcendencia de Steve Bannon como el gran coach de Trump.
La Super Bowl, además de la cantidad ingente de dinero que mueve por cuenta de los anuncios publicitarios, el merchandising y el consumo, también es el momento de máxima conexión entre la política y el deporte en los Estados Unidos. Y este año lo será aún más.
La transmisión de la entrevista a Donald Trump, por parte de Fox News, tan solo 15 días después de la toma de posesión, hará de este evento global el de mayor vinculación y transferencia de ideas e imágenes entre política y deporte.
Trump se sentirá cómodo, quizá. Prefiere el deporte que la sala de prensa de la Casa Blanca.
Esta entrevista no será el único momento político de la Super Bowl. El anuncio, por ejemplo, de la marca alemana Audi (que se emitirá durante el tercer cuarto del partido) es una defensa contundente de la igualdad de género.
El anuncio, titulado Daughter llega —oportunamente— en pleno rechazo generalizado por las desafortunadas palabras del presidente que exige a sus colaboradoras y empleadas que se «vistan como mujeres».
La respuesta de mujeres de todo el mundo (#Dresslikeawoman) que han respondido al magnate con fotografías en su trabajo ha sido una muestra más de que Trump no tendrá impunidad, ni descanso. A cada provocación, una respuesta.
La esperada actuación de Lady Gaga, en el descanso del partido, con el show más caro de la historia de la Super Bowl (costará 10 millones de dólares según la CNBC), será otro momento significativo.
La estrella espera que su espectáculo celebre la «inclusión» y el «espíritu de igualdad» en momentos de división nacional, en clara alusión a las políticas de Donald Trump. «Esta actuación es para todo el mundo. Quiero crear un momento que todo el que esté viendo no lo olvide nunca», dijo la cantante en la conferencia de prensa.
Lady Gaga, como ya ha hecho en la campaña electoral y durante el período de transición, desafiará y retará —estética y artísticamente— al presidente. La NFL ha negado que le pidiera a Lady Gaga no opinar sobre Trump en la Super Bowl.
Scarlett Johansson, que en la Marcha de las Mujeres tomó la palabra, («Te pido que apoyes a mi hija, que no podrá tomar decisiones sobre su cuerpo que tu hija, Ivanka, sí pudo») será también la protagonista de uno de los anuncios más esperados: un adelanto, en primicia, de Ghost in the Shell, la próxima película de la que muchos consideran la actriz más influyente de Hollywood.
En definitiva, habrá un choque indirecto entre la entrevista del Presidente y el protagonismo de las artistas que participan en directo o través de anuncios. Máxima rivalidad. Choque de marcos mentales.
Trump desearía ser lo que Tom Brady es para New England Patriots —su equipo preferido—, y aspira a ser el quarterback del mundo.
Pero los problemas del mundo, a los que el Presidente quiere dedicar sus esfuerzos y sus soluciones, necesitan algo más que simplemente competir y lanzar balones, o pelear por la posesión. Se trata de algo más complejo. Y mucho más serio.
Publicado en: Univisión Política (5.02.2017)
Fotografía: Anushka Srivastav en Unsplash
Enlaces de interés:
– Trump y la Super Bowl, política y deporte (entrada de Telegram)
– Entrevista completa de Bill O’Reilly al presidente Donald Trump (entre hoy y mañana, a las 8pm, emitirán algunos apartes en ‘The O’Reilly Factor)
– Los ideólogos del trumpismo se imponen en la Casa Blanca (Marc Bassets. El País, 6.02.2017)
Sobre la entrevista:
– Muchas preguntas y pocas respuestas en la entrevista a Trump justo antes del Super Bowl (Univisión, 05.02.2017)
– La tarde en la que Donald Trump hizo enfadar a todo el mundo (Daniel Iriarte. El Confidencial, 05.02.2017)
– La comparación entre Rusia y Estados Unidos del presidente Trump que enfureció a miembros del partido Republicano (BBC, 06.02.2017)
Sobre la Super Bowl:
– Los 10 anuncios de la Super Bowl 2017 que tienes que ver (Álvaro P. Ruiz de Elvira. El País, 6.02.2017)
– Ver la Super Bowl en la tele ya es mejor que estar en el campo (Javier Penalva. Xataka, 05.02.2017)
– Super Bowl: 1.300 millones de alitas de pollo y otras cifras de locura (Mundo Deportivo, 03.02.2017)
– Lo que de verdad importa en la Super Bowl (tecnonews, 7.02.2017)
– Super Bowl 51: our round-up of the best adverts this year (It’s Nice That)
– Video «Hero’s Journey»
– Vídeo Coca-Cola | It’s Beautiful: