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Res pública y red pública

Tras el III Seminario de Comunicación Política e Institucional de Alicante, celebrado el 26.03.2015, se publicó el libro: Comunicación local para un mundo global, editado por Adrián Ballester-Espinosa y Marta Martín Llaguno, que podéis descargar aquí, y en el que tuve el placer de participar con este capítulo que comparto a continuación.


Res pública y red pública

«Una de las artes más difíciles es saber escuchar. Cuesta mucho hablar bien; pero cuesta tanto el escuchar con discreción. Entre todos los que conversan, unos no conversan, es decir, se lo hablan ellos todo; toman la palabra desde que os saludan y no la dejan; otros, si la dejan, os acometen con sus frases apenas habéis articulado una sílaba, os atropellan, no os dejan acabar el concepto; finalmente, unos terceros, si callan, están inquietos, nerviosos, sin escuchar lo que decís y atentos sólo a lo que van ellos a replicar cuando calléis». Azorín

Saskia Sassen lo anticipaba bien. Ya en 1991 escribía The Global City y señalaba que las ciudades son el espacio donde los procesos de globalización se localizan: «Las grandes ciudades de todo el mundo son el ámbito en el que una multiplicidad de procesos de mundialización cobran formas concretas, y localizadas, y en eso consiste en gran medida la mundialización». Años más tarde, la globalización de las comunicaciones reconfirma su hipótesis, pero con una nueva dimensión. Las ciudades globales dan paso a los ciudadanos globales. De la ciudad cosmopolita al ciudadano tecnopolítico. De las plazas a las redes. De los barrios a las comunidades. Y, también, en recorrido inverso: una nueva apropiación y conciencia del espacio público desde el empoderamiento digital.

Esta nueva dimensión de las ciudades, gracias a las redes, conexiones y relaciones de sus ciudadanos cambia las ecuaciones de identidad, de representación y de gestión de lo público desde la política democrática e institucional. Lo explican, brillantemente, Indra Adnan y Neal Lawson, cuando identifican las siete revoluciones que cambian el protagonismo de las personas en su dimensión cívica:
1. Revolución de la conexión: podemos llegar a millones de personas con una sola imagen o vídeo.
2. Revolución de la movilización. Podemos movilizarnos, con un solo clic desde casa, en favor de cualquier causa, o crearla nosotros.
3. Revolución de la colaboración. Podemos colaborar con cualquiera en cualquier lugar.
4. Revolución de la mediación. Podemos hablarle directamente a los políticos.
5. Revolución de la localización. Podemos dialogar con cualquier persona de cualquier lugar del mundo sin salir de nuestra casa, u oficina… incluso desde la palma de la mano.
6. Revolución de la identidad. Podemos crear nuestra identidad e interactuar con ella en mil lugares sin aparecer nunca personalmente.
7. Revolución de la conciencia. Podemos crear nuestras propias experiencias, de modo real pero online, aprendiendo e interactuando.

El desafío es extraordinario. La conciencia cívica puede crecer con la potencia de nuestras comunicaciones y las nuevas relaciones y redes derivadas de ellas. La capacidad de monitorización, vigilancia, fiscalización e intervención del ciudadano en la res pública, gracias a la red pública nos obliga a una revisión múltiple de todos los ángulos de la gestión de lo público desde las administraciones locales. Deberemos revisar los conceptos de representación, gestión y planificación o diseño de políticas públicas. Y abrazar la política que se declina con «co»: codecisión, cogestión, y cocreación. La nueva gestión de lo público no dependerá de la capacidad de acción, única y exclusivamente, sino de la capacidad de escucha, como decía Azorín, sabiamente.

Estoy convencido del enorme potencial de interés público de tanta actividad privada. Datos (de conversaciones, de conexiones, de sensores, de redes) que, liberados del corsé propietario, fácilmente accesibles y con una vocación de servicio de interés general, puedan ofrecernos nuevas cartografías de intervención. Los datos, y sus relaciones, se han convertido en los nuevos mapas. La geolocalización de datos aporta nuevas visiones de la realidad sobre la que vivimos, actuamos o intervenimos desde las políticas públicas o desde las vivencias personales. La res pública no se puede hoy pensar sin la red pública. Este desafío es la nueva ecuación. Una realidad donde las sumas, multiplican.

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