Las victorias electorales de Alberto Nuñez Feijóo e Iñigo Urkullu tienen, a pesar de sus diferencias ideológicas, algunos elementos comunes que permiten dibujar la emergencia de un modelo de liderazgo sereno y tranquilo que responde bien —y mejor— a la incertidumbre. Los electores, en tiempos de zozobras y preocupaciones, han apostado por algo más que su continuidad. Han confiado en un estilo parecido que ofrece garantías y solvencia. Liderazgos sosegados, maduros, contenidos. Capitanes confiables. Navegación prudente.
Moderación. Feijóo y Urkullu comparten un estilo moderado, de ribetes sobrios, de formas controladas, de expresiones sin excesos. Son casi adustos. También en la victoria. Valió la pena esperar a sus intervenciones, ya bien entrada la noche. Fueron dos ejemplos de autocontrol. Sin concesiones, pero a la vez con la dosis justa de emocionalidad. Racionales pero sensibles. Ganan los estilos sobrios, de palabras justas, de serenidad en la voz, de temple. Moderados en las formas y en las ideas.
Marca personal. Han ganado con sus apellidos: Feijóo y Urkullu. Ambos han protagonizado la campaña como marca electoral. Los logotipos y símbolos de partido han sido relegados o, abiertamente, apartados. Todo el poder a sus marcas personales por encima de cualquier otra consideración estética. La persona es el mensaje. El apellido el lema. Todo condensado en un nombre. El nombre-país. La identificación máxima. El liderazgo absoluto.
Identidad. Más allá de las etiquetas regionalistas, autonomistas, nacionalistas o soberanistas (ambos no utilizaron estas palabras en su comparecencia tras el resultado), Feijóo y Urkullu hablaron —reiteradamente— de pueblo (gallego y vasco), de sociedad. Con diferencias importantes en el concepto de nación (Feijóo habló de “la nación española” y Urkullu de “reconocimiento nacional”), ambos recrearon la idea identitaria de pueblo, de comunidad nacional y política.
Realismo. Feijóo sorprendió ayer al ofrecer “exportar a España” el sentidiño gallego. Una palabra simple pero riquísima en matices, en fondo, en textura. Un concepto que es una mezcla de prudencia, sentido común y cabeza. Urkullu ha hecho gala del realismo en toda la campaña, incluyendo el golpe de puño sobre la mesa al considerar el independentismo cosa del siglo pasado. Los dos líderes han introducido el realismo como activo político y electoral. Frente a los excesos, moderación. Frente a las aventuras, sentidiño y realismos.
Gestión. Es un dato indiscutible: han ganado dos líderes gestores y pragmáticos. Una concepción de la gestión orientada a la funcionalidad y al desarrollo económico. El pragmatismo como divisa y norte. Sin graves errores, parece que los electores optan por los gestores experimentados, por la continuidad. No desean cambios de rumbo, aunque sí aceptarán ritmos, velocidades y prioridades nuevas. Premian la trayectoria sin sobresaltos. Prefieren conducciones sin estridencias, ni volantazos.
Prioridades. Feijóo y Urkullu acentuaron su idea social de las políticas públicas y de la política. “Victoria es cada vez que un joven encuentra un trabajo, o una familia llega mejor a fin de mes”, dijo Feijóo al referirse a su victoria electoral. Urkullu se comprometió a bajar por debajo del 10 % (sí, han leído bien) la tasa de paro en el País Vasco. Los dos discursos hablaron del paro como prioridad de sus respectivos Gobiernos en el futuro. “Construcción nacional y social” le llama Urkullu. Sorprendió que, en un clima de euforia política y partidaria, ambos líderes bajaran el tono y enfriaran el ambiente. Acento social, prioridades claras, sobriedad máxima.
Ayer, en una noche de nervios en el ámbito nacional, ganaron en Galicia y País Vasco dos hombres tranquilos, dos líderes serenos.
Publicado en: El País (26.09.2016) (blog ‘Micropolítica’)