Desde la óptica organizativa, en el marco de una sociedad cada vez más conectada, las entidades del Tercer Sector tienen retos similares a los del sector público o los de la empresa privada. Obviamente, en cada uno de los tres sectores las peculiaridades son propias pero una observación de conjunto determina elementos comunes, transversales y entrelazados.
Por un lado, esta caracterización común se concreta en todos los ámbitos: en el económico, por una reducción o una fluctuación en el modelo de ingresos; en el social, por un aumento de la complejidad para conectar y comunicarse con el círculo relacional de la organización; y en el gubernamental, por una vigilancia más intensa y una exigencia de un nivel de transparencia más elevado.
Por otra parte, los movimientos sociales, las organizaciones no institucionalizadas o el activismo, que en etapas pretéritas habían ejercido una influencia más epidérmica, tienen —hoy en día— una capacidad de incidencia más determinante.
En definitiva, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) favorecen, como facilitadoras, un tránsito hacia un nuevo marco relacional, donde los roles de poder dominantes y la influencia hegemónica dan paso a un espacio donde la intercooperación se convierte en un aspecto clave y no sólo entre los tres sectores tradicionales sino también entre aquellos agentes sociales que, a veces, resultan de difícil clasificación y tienen un recorrido de base. Por lo tanto, resulta evidente que la capacidad de crear puentes entre sectores y agentes es inevitable.
Figura 1. Evolución del marco relacional de las organizaciones a partir del impacto de la transformación digital.
En todo caso, por su naturaleza, las entidades del Tercer Sector, como parte de las organizaciones que promueven la economía social, deberían ser las más capaces de adaptarse al nuevo paradigma de una sociedad más conectada en red. Precisamente, es la recuperación de los valores fundamentales de su esencia lo que hace que las entidades del Tercer Sector puedan adaptarse a este entorno donde, aparentemente, la atención está situada en la transformación digital.
En cualquier caso, y a pesar de que esta lógica parece bastante evidente, el Tercer Sector está teniendo dificultades para aproximarse al uso de las TIC. Incluso, en muchas ocasiones, el riesgo de exclusión ya no es sólo el marcado por la desigualdad económica o social, sino también tecnológica.
Transformación digital y buenas prácticas
La capacidad de incidir en una parte importante de la ciudadanía y la posibilidad de fomentar cambios estructurales son dos oportunidades que la transformación digital ofrece en el campo de las organizaciones sin ánimo de lucro.
Poletika, proyecto promovido por Oxfam Intermón, se centra en la voluntad de mostrar el compromiso social y político de la entidad, más allá de las campañas de concienciación de recorrido más clásico del Tercer Sector. El análisis de los programas electorales para significar políticas que acentúan la desigualdad, la movilización de voluntarios y activistas, la interacción con otras organizaciones afines y la incidencia mediática son aspectos relevantes de su acción y que se focalizan en la sensibilización a través del activismo y el posicionamiento social y político.
Pam a Pam, el mapa de SETEM y la Xarxa d’Economia Social, favorece el reconocimiento de las iniciativas de la economía social y solidaria. Por lo tanto, con una voluntad de transformación estructural. La profundidad del análisis, la transversalidad que recorre desde las escuelas a los gobiernos municipales, la interacción con las personas voluntarias y la perspectiva para construir un mercado social más amplio son muestra de su voluntad transformadora.
Ambos proyectos adoptan la tecnología digital como un instrumento. En este caso, como base para la organización de la comunidad de activistas y de comunicación de los valores y/o de los contenidos analizados o creados.
Creación de tecnología para el compromiso social y político
El desarrollo tecnológico también ha sufrido esta dicotomía entre la expansión corporativa y la promoción de un modelo más afín a los valores sociales que fundamentan las entidades del Tercer Sector. En los dos ámbitos podemos identificar ejemplos de éxito y fracaso. Sin embargo, la balanza no está equilibrada y, a nivel de uso, parece obvio que hay que centrar la atención en que las TIC no sean una segunda anilla de desigualdad social.
Incluso, cuando se crea tecnología, los colectivos a los que ésta va destinada quedan a menudo excluidos. El análisis realizado por apps4citizens de los veintiún hackathones en torno a la crisis de los refugiados, durante el año 2015, significa el olvido de la propia comunidad para la que está destinada la acción de promover el desarrollo de tecnología. Esta aproximación más mediática que estructural nos ha hecho repensar el recorrido y la temporización de la creación tecnológica:
Figura 2. Esquema de deconstrucción tecnológica propuesto por apps4citizens.
El diálogo con la comunidad a la que va dirigida (1), la identificación de los retos reales (2), investigar soluciones ya creadas (3), evaluarlas con las personas interesadas en su uso (4), recoger demandas (5) y, en su caso, construir soluciones (6) para volver a ser valoradas conlleva un proceso más lento, menos mediático, pero, a nuestro entender, más efectivo.
Una vez más, desde esta aproximación con voluntad más transformadora, es el Tercer Sector un espacio idóneo para promover la adopción y el desarrollo tecnológico con una revisión clara de los motivos y el formato sobre el que se impulsa. Además, este enfoque permite una redefinición de los roles y los modelos de las entidades que, más allá de prestadoras de servicios, se convierten en agentes clave en el empoderamiento ciudadano.
La intercooperación para la construcción de alternativas sociales
La autogestión, vinculada al activismo, es a menudo el punto de partida de muchas iniciativas con voluntad de transformación estructural social. Estas propuestas tienen en la tecnología un instrumento no sólo de sensibilización y amplificación, sino también de financiación. La referencia de Goteo para el apoyo, básicamente económico, de proyectos que promueven el bien común, a través de su plataforma de código libre, es un ejemplo de las posibilidades que permite la tecnología cuando es capaz de intercooperar en base a unos valores sociales, económicos y medioambientales y que favorecen modelos relacionales horizontales y distribuidos.
La creación de estas herramientas u organizaciones que actúen de nodos estructurales debe ir acompañada de la capacidad de intercooperar con organizaciones del primer y segundo sector, pero manteniendo la esencia sobre la que se fundamentan los valores del Tercer Sector. Precisamente, porque a menudo es éste el más legitimado para construir puentes con las organizaciones desinstitucionalizadas, los movimientos sociales o el activismo.
Al mismo tiempo que se observa una oportunidad para el Tercer Sector de liderar un cambio relacional de las organizaciones tradicionales con el resto de agentes sociales, también hay un peligro de adopción, incluso en la captura del propio lenguaje, para designar procesos, también de transformación digital, que sólo se centran en el qué y se olvidan del cómo y del por qué, al menos desde la óptica social. La réplica de modelos capitalistas en el mundo digital, como indica Mayo Fuster, favorece la producción social pero no la economía social. Así, Trebor Sholz, en el ensayo ’Cooperativismo de plataforma’, reivindica un retorno a los valores cooperativistas para construir una alternativa a una transformación digital secuestrada por las grandes corporaciones y que no favorece un desarrollo social y económico con menos desigualdades, al contrario.
En todo caso, esta aproximación también es una oportunidad para la transformación de las propias corporaciones que, actualmente, con una conceptualización más amplia en su dimensión social, ciudadana, incluso activista) de su público potencial y de su rol (no sólo cliente-consumidor), encuentran limitaciones en el papel tradicional de la Responsabilidad Social Corporativa y están obligadas a nuevos modelos de relación con el conjunto de la sociedad.
Así como la alineación entre el sector gubernamental y el de las entidades no lucrativas es clave para construir una alternativa en la transformación social y política, básicamente con el foco en los retos locales, la transformación digital, a nuestro entender, debe seguir un recorrido similar, hacia la intercooperación cooperativa. Intercooperación cooperativa que, situando la atención en retos locales concretos, creando un marco de debate y acción que implique a los agentes sociales, políticos y empresariales, promoviendo una adopción y, en su caso, creación tecnológica basada en el retorno social que ésta genera, será la clave que sitúe los valores sociales y económicos del Tercer Sector en el centro.
Este artículo recoge el hilo argumental de la ponencia «Intercooperación cooperativa para la transformación digital del Tercer Sector» presentada en el debate «Transformación digital en el Tercer Sector: frenos, retos, oportunidades», programado en el marco del V Congreso del Tercer Sector que organiza La Mesa de entidades del Tercer Sector Social de Cataluña el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), del 14 al 17 de junio de 2016.
Artículo escrito junto a Ricard Espelt y publicado en Crític (16.06.2016)