Pedro Sánchez lo repitió varias veces en la rueda de prensa posterior: “Esta reunión será la primera de muchas”. Para desandar, o para ir lejos, se necesitan pasos cortos, constantes, sin desmayo. Esta reunión no será relevante por los acuerdos, pero sí por las voluntades. Y querer es poder. El diálogo es posible, desde la discrepancia, y útil. Decía Adolfo Suárez que “el diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo, pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores”. En este contexto, ¿por qué y para qué puede servir esta reunión?
El primer paso. Normaliza, porque institucionaliza, las relaciones entre el President y el presidenciable del Gobierno español. Esa idea la ha reflejado la Generalitat, en boca de su portavoz, que ha hablado de Sánchez como presidenciable y no como secretario general del PSOE. Sánchez y Puigdemont comparten objetivo: evitar que Rajoy continúe. Objetivos comunes permiten acuerdos tácticos.
La presión sobre Podemos. La aproximación es también un guiño indirecto a En Comú Podem y, por extensión, a Podemos. Que Sánchez hablara de la voluntad catalana de un Gobierno de cambio, y que la portavoz lo hiciera de la voluntad catalana de un referéndum, abre el espacio a la secuencialidad, más que a la condicionalidad de ambas aspiraciones. En este caso, Podemos no podría ser más exigentemente soberanista que el Gobierno de Puigdemont.
Los referendos. No uno, dos. La propuesta de Sánchez ha sido la esperada: una reforma constitucional que permita celebrar un referéndum. Aunque, en este caso, serían dos: uno de todos los españoles para cambiar la Constitución y otro, sólo en Cataluña, para votar un nuevo Estatuto.
Los intereses compartidos. Las palabras que repitieron: deshielo, desbloqueo, normalización. Este encuentro sirve para dejar atrás el ciclo de hostilidad e inmovilismo de Rajoy. Empieza una nueva etapa. Sánchez actuó como presidente y, como si ya lo fuera, respondió Puigdemont. El reconocimiento mutuo es un poderoso pegamento. Pueden no estar de acuerdo, pero comparten intereses. A veces, en política, eso es definitivo.
Publicado en: El País-Catalunya (15.03.2016)
Fotografía: Ben Shanks para Unsplash