De las plazas a las redes. De las redes a las plazas. Y, ahora, cuatro años después, muchas de las personas que llenaban ambas, con su activismo político, han dado un paso al frente: hasta hace una semana eran cabezas de lista, candidatos, coordinadores o directores de campaña. Hoy son concejales, diputados y posiblemente alcaldes. Como en Madrid y Barcelona. Del no nos representan, al quiero ser tu representante. Una evolución extraordinaria que es, seguramente, el indicador más relevante de revitalización democrática de nuestra sociedad. Hace cuatro años, el bipartidismo político y la opinión pública (y publicada) institucionalizada no salían de su zona de confort y se preguntaban con displicencia y arrogancia: ¿Quiénes son? ¿De dónde han salido? ¿Qué quieren? ¿Quién manda? ¿Cómo se organizan?.
Cuatro años después, el #15M ha actuado como un gran fertilizador democrático. Han parecido nuevos medios de comunicación, nuevas prácticas de vigilancia política, nuevos liderazgos y nuevos partidos (después de una etapa de adanismo refractario a la construcción política). Esta legislatura ha sido la legislatura del #15M. Su impacto en la cultura política ha superado todas las expectativas, y propósitos, de sus protagonistas hasta inocular en la sociedad española conceptos y prioridades que ya son parte de cualquier de nuestro patrimonio político colectivo: desde la transparencia a la tecnopolítica.
El #15M supuso la eclosión inesperada e imaginativa de un malestar social y político incubado en plena crisis económica, pero que ahondaba sus raíces en un progresivo deterioro de las instituciones surgidas de la Constitución de 1978. El #15M se produce en medio de la tormenta perfecta provocada por la concatenación de la crisis económica y de la crisis institucional, en la que la percepción de la impotencia política para actuar con eficacia para prevenir la crisis y para evitar las severas secuelas sociales provocó la rebelión contra la resignación del «no hay alternativa», que más allá de la indignación social acumulada abrió las puertas a la búsqueda de otras políticas alternativas. Resetear España era la auténtica alternativa.
Lo cierto es que la falta de reacción de los grandes partidos (pero también de los partidos pequeños del sistema y de los sindicatos) ante la crisis institucional supuso una oportunidad para el surgimiento de nuevos proyectos políticos. En el caso de Catalunya el movimiento alternativo se ha encarnado en el movimiento independentista, de carácter transversal. En el conjunto de España, Podemos, primero, y Ciudadanos, más tarde han sido la concreción de la alternativa. Sin olvidar la incisiva avanzadilla que supuso el Partido X y sus mutaciones posteriores.
Así pues el #15M ha provocado como mínimo un cambio en la agenda política (corrupción, desigualdad, reforma de la política, reforma constitucional) y un cambio en la oferta política y social que supondrá una modificación del mapa político, como hemos visto en las elecciones del pasado 24M, y a la espera del dibujo definitivo en las elecciones generales de noviembre. Esta ha sido su legislatura, sin estar en las instituciones. Ahora empieza la otra legislatura. De los sueños a los presupuestos.
Y empieza en Madrid, y en Barcelona. El pasado domingo, el PP ganó, pero perdió. Ganó en la mayoría de las Comunidades Autónomas donde gobernaba (con excepción de Extremadura y Canarias) pero perdió todas sus mayorías absolutas y tiene muy complicada la gobernabilidad. Lecciones de humildad. El PSOE aguanta, pero ganó. Las victorias en tres comunidades, revalidando el poder en Asturias, así como el resultado global de las municipales (con importantes victorias en las capitales andaluzas) le permite presentarse como una alternativa real, y una suma imprescindible —o central— para la articulación de alternativas de izquierdas.
El bipartidismo empata con los emergentes y diferentes. El PP y el PSOE solo representan poco más del 50% de los votos emitidos. Siguen las paradojas. Ada Colau gana, pero no será fácil gobernar. Manuela Carmena pierde, pero su opción a ser alcaldesa crece y es más que posible. Ciudadanos no da el sorpasso, ni la sorpresa, a pesar de haber concentrado todas las expectativas —y apoyos— posibles en las últimas semanas. Y Podemos crece, en todas partes, pero realmente gana cuando se funde y se retroalimenta con otras dinámicas de cambio social que desbordan los cauces de los partidos. Una lección de humildad, también. Y de pragmatismo.
La gobernabilidad de comunidades y ayuntamientos va a depender de la capacidad no solo de pactos aritméticos. Se trata de algo más relevante: una nueva cultura política del acuerdo, el consenso, el compromiso y la negociación. Ganarán los humildes y flexibles. Perderán los soberbios e inflexibles. Eso también vale para la nueva política…. Que deberá comprender que ganar no es suficiente para gobernar y que para ello es imprescindible negociar apoyos permanentemente. La intransigencia en política no te permite resolver problemas ni garantizar gobiernos. El adanismo y el prejuicio (al adversario, al rival o al ex socio) no creará mayorías ni alianzas.
Las mayorías se pactan. Ya no se ganan. Es tiempo de negociadores y de estructuras de partidos (que van a seguir siendo imprescindibles) para armar acuerdos y disciplinas que los hagan realidad. En la noche del 24M se han abierto muchas compuertas. Se han abierto muchas ilusiones. Ahora hay que encauzar sueños con responsabilidades. Victorias con pactos. Es un tiempo nuevo. Las alternancias (bipartidistas) dan paso a las alternativas (multipartidos). Hemos ganado mucho en representatividad. Ahora hay que ganar en gobernabilidad.
Los éxitos electorales de Ada Colau y Manuela Carmena en Barcelona y Madrid, respectivamente, no se pueden explicar sin una reflexión profunda sobre su manera de entender la comunicación política y la política misma. Ambas campañas, y ambas prácticas políticas —espero que también de gobernabilidad— van a configurar un inusual puente aéreo de la nueva política. Barcelona y Madrid pueden rivalizar y, a la vez, construir una pasarela de conocimiento político y de complicidades nuevas que, además, superen prejuicios antiguos y obsoletos. Estas podrían ser algunas claves que pueden dar pistas sobre lo sucedido.
Ha sido, también, el triunfo de las causas políticas más que de las casas —marcas— políticas. Causas transversales, que conmueven los corazones, sacuden las conciencias y mueven a la acción. Causas políticas, que se viven y se sienten. Banderas políticas que son luchas sociales o desgarros cotidianos. Vivir y sentir la política, más que teorizarla. Estas campañas han hecho sentir la política a muchas personas. Espacio y estadio imprescindible para incorporarla como activo de conciencia social.
Ada y Manuela. Manuela y Ada. Dos mujeres con itinerario. A sus votantes no les ha importado su inexperiencia en la gestión. Valoraban su trayectoria moral, su compromiso profesional o ético. Mujeres que han hecho de su comportamiento personal su conducta pública. Radicales con sonrisa. Sus estilos han despertado confianza y optimismo que contagia. Sus liderazgos se han fundido con las voces de sus entornos. Son personas que más que obedecer o seguir, se respetan y se admiran, de maneras diversas, no exentas de dudas. Pero su reputación es más relevante que su preparación. La tecnocracia no entendió que lo moral es la auténtica política. Es tiempo de rebeldes. «El individualismo solidario contra la sociedad de masas», como decía Albert Camus en El hombre rebelde. Eso representan, de alguna manera, Ada y Manuela: rebeldía y solidaridad. Es decir, el corazón de la política.
Publicado en: El Telégrafo (Ecuador) (31.05.2015)
Fotografía: Alina Grubnyak para Unsplash