La política parece, muchas veces, inexplicable para la ciudadanía. E inextricable, difícil de interpretar, incompresible, casi absurda. Todo el debate público alrededor de la mesa de diálogo entre los gobiernos de Catalunya y España está siendo, como mínimo, controversial; y, para muchas personas, una muestra más o bien de la enorme complejidad política o bien de la más pura nimiedad personal.
Más allá de la reacción que provoquen en cada uno de nosotros los últimos acontecimientos, sería bueno no subestimar el aspecto formal de este tipo de diálogos. Una vez más, en política, las formas son fondo.
Sin ningún paralelismo, pero para ilustrar el carácter complejo de estas conversaciones, hay que recordar lo que significó, por ejemplo, la Conferencia de París (una serie de reuniones iniciadas en 1973 como intento para tratar de lograr un acuerdo de paz en el conflicto de Vietnam). Las negociaciones se fueron postergando y las reuniones se prolongaban sin que las delegaciones de Estados Unidos, el Frente Nacional de Liberación, la República de Vietnam y la República Democrática de Vietnam encontraran un punto de acercamiento. Todo eran obstáculos, incluso la forma de la mesa para negociar. Estados Unidos optaba por una mesa redonda en la que no se visibilizara ningún bando en el momento de sentarse y Vietnam exigía una mesa cuadrada con un formato similar a la que se usó en las Conferencias de Ginebra de 1954. Finalmente, se acordó que la mesa sería ovalada.
En política, el lugar donde se celebra la reunión, la sala elegida, la decoración de la misma, la forma de la mesa y la disposición de los objetos sobre ella, la ubicación de las sillas —incluso el tipo de sillas—, la distancia entre los participantes o la distribución de las delegaciones son elementos que se negocian hasta el último detalle. Forman parte del código de señales que, ambas partes, trasladan a sus electorados y a la ciudadanía en general.
El debate es apasionante, aunque pueda parecer grotesco o insignificante. Sentarse cuesta, es el primer paso. Y como todo primer paso, el miedo, el recelo y la duda atenazan a los líderes. Todos van a perder algo y no saben, todavía, qué van a ganar. Necesitan tiempo y, el resto, un poco de paciencia y, si es posible, confianza. Catalunya se lo merece.
Publicado en: La Vanguardia (15.09.2021)
Fotografía: ©Jordi Bedmar
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Algunas pistas sobre la importancia de la disposición del espacio físico en los diálogos políticos:
El proyecto Mapping Dialogue: A research project profiling dialogue tools and processes for social change, de la Cooperación Técnica Alemana (GTZ), en apoyo a la Fundación Nelson Mandela (NMF), exploró las formas en las que se puede utilizar el diálogo para abordar los desafíos sociales en Sudáfrica. La investigación aborda las diferentes aristas que deben tenerse en cuenta en el momento de abordar un proceso de diálogo y otorga un especial análisis a la configuración del espacio físico del encuentro.
Sobre la forma y el valor de sentarse en círculo, encontramos la interesante obra de Christina Baldwin, Calling The Circle, que también, a través de la compañía educativa, PeerSpirit, dedicada a construir comunidades de reflexión y propósito, destaca los beneficios de las reuniones con sillas dispuestas en círculo, como la configuración más adecuada para un diálogo, o tres principios del círculo:
1. El liderazgo rota entre todos los miembros del círculo. El círculo no es una reunión sin líderes, es una reunión de todos los líderes.
2. Se comparte la responsabilidad por la calidad de la experiencia.
3. Las personas confían en última instancia en la inspiración (o el espíritu), en lugar de en cualquier agenda. Hay un propósito superior en el centro de cada círculo.
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