La ejemplaridad y la coherencia en la vida privada son deseables, convenientes. Nos hacen mejores personas. En la vida pública (y en la responsabilidad política) son exigibles. Nos hacen ser mejores servidores públicos. El paso de la moral privada a la moral pública, es decir, a la ética política, es uno de los grandes temas en la filosofía política. ¿Puede alguien inmoral en la vida privada ser virtuoso en la pública, en la política? Difícil. Y cuando esto sucede, el cinismo se apodera de los dirigentes políticos y la verdad acaba por resquebrajar la confianza y la credibilidad política.
El filósofo español Javier Gomá Lanzón, en su ensayo titulado Ejemplaridad Pública afirma: «Nos guste o no, nos parezca bien o no, los demás son un modelo para nosotros y nosotros somos un modelo para los demás». Es así: todos somos ‘ejemplos’. Pero podemos convertirnos en un ejemplo a seguir, en un modelo a imitar o, en los casos menos felices, podemos convertirnos en un ejemplo de lo que no hay que ser, decir y hacer. Sucede que somos casi siempre ‘ejemplos’, pero no naturalmente ‘ejemplares’.
Normalmente, desearíamos que nuestros familiares, amigos, vecinos o compañeros tuvieran siempre un comportamiento ejemplar. Pero no siempre sucede así. Se producen decepciones que surgen ante determinados comportamientos, incoherencias entre lo que piensan, dicen y hacen, y, a pesar de ello, nacen y se consolidan los afectos… Pero sí es algo incuestionable que les pedimos a los políticos: que se merezcan nuestra confianza, que nos la devuelvan en forma de credibilidad y servicio. Exigimos políticos ejemplares. Siempre. Y esto ocurre, principalmente, porque quienes ostentan cargos públicos poseen mayores niveles de responsabilidad. Todo lo que hacen y dejan de hacer es de interés público.
Les observamos, vigilamos y juzgamos. La ejemplaridad se ha convertido en una demanda ciudadana ineludible y, en consonancia, en una aptitud muy bien tasada en toda construcción de liderazgo. El mismo Gomá Lanzón reconocía esto al afirmar que la ejemplaridad se ha vuelto «una categoría política fundamental».
Pero… ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ejemplaridad? ¿Qué es ser ejemplar? Gomá Lanzón definía la ejemplaridad como «una rectitud genérica que involucra todas las esferas de la personalidad». Así, el concepto de ejemplaridad puede vincularse con la virtud aristotélica. Para Aristóteles, un hombre virtuoso era quien tenía el hábito de actuar con «un justo término medio», sin caer en el exceso, ni en el defecto. Pero ser ejemplar implica mucho más que hacer lo correcto, más que simplemente seguir y cumplir con las normas. Ser ejemplar es tener un comportamiento capaz de despertar admiración y de querer ser imitado. La ejemplaridad es, por lo tanto, identificación. En política esto se traduce con la capacidad de hacer algo más que lo correcto: se trata de hacer lo justo, lo conveniente. El bien común.
La ejemplaridad es necesaria, sí, pero no es suficiente. Que un político sea ejemplar supone que nos identifiquemos con él, que nos reconozcamos en sus ideas y conductas. Pero, ¿qué es lo que finalmente nos inspira? ¿Qué es lo que nos anima a involucrarnos en política? Simon Sinek, en su best-seller La clave es el porqué, procura explicar cómo algunos líderes y algunas grandes empresas han logrado inspirar a su público. Habla de Apple, de Martin Luther King, de John F. Kennedy. Y desarrolla un modelo llamado el Círculo de oro, donde diferencia tres dimensiones: el QUÉ, el CÓMO y el PORQUÉ. Según Sinek, la gran mayoría sabe QUÉ es lo que hace, solo algunos conocen CÓMO hacerlo y pocos —muy pocos— son conscientes de el PORQUÉ hacen lo que hacen. El PORQUÉ inspira. Y el CÓMO acredita que aquello QUE proponemos, lo hacemos de manera ejemplar.
Sinek lo explica de este modo: «saber el PORQUÉ es esencial para tener un éxito duradero y la capacidad de evitar que te pongan en el mismo saco que a los demás». El PORQUÉ es mucho más que ganar elecciones y mucho más que contar con altos índices de aprobación. Conocer el PORQUÉ significa tener perfectamente claro el propósito de la acción política.
El PORQUÉ es lo que inspira, lo que contagia. Solo si conocemos el objetivo de nuestras acciones seremos capaces de inspirar. La gente ya no se siente única y simplemente atraída por lo que uno hace, sino por su PORQUÉ. Tiene que haber identificación. El PORQUÉ de los políticos tiene que coincidir con los PORQUÉ ciudadanos. Si estos encuentran sus principios e ideales representados en una agrupación o en un líder político, no dudarán. Es la política de causas y no de casas. Las causas son las nuevas creadoras de fidelidad. Las lealtades partidarias, tal y como las conocimos, están cambiando.
Y detrás de un gran PORQUÉ siempre hay un gran líder. Un líder capaz de entusiasmar e ilusionar. Capaz de transmitir su PORQUÉ y de lograr que sus seguidores comprendan que su razón de ser es también su causa. Sinek referencia, en varios fragmentos, el ejemplo de Steve Jobs y distingue entre ‘líderes’ y ‘personas que lideran’. Los líderes son los que ocupan un puesto de poder y las personas que lideran son las que inspiran. No se trata ni de persuasión, ni de retórica ni de incentivos externos… se trata de inspiración. Si la ejemplaridad se nutre de las causas, es en las formas (en el CÓMO) donde acredita su coherencia y su autenticidad.
Dov Seidman, autor de How. Por qué CÓMO hacemos las cosas significa tanto, sostiene que en el mundo hiperconectado en el que vivimos, el QUÉ ya no nos diferencia. Cualquiera es ahora casi capaz de hacer o decir lo mismo que nosotros. Estamos frente a la universalización del QUÉ. Lo que nos diferencia, según Seidman, es el CÓMO.
La nueva izquierda latinoamericana conoce del PORQUÉ y de líderes inspiradores. Su PORQUÉ es, entre otros, la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades. Un PORQUÉ que logró reducir la pobreza infantil del 55,3 % en 2000 al 40,5 % en 2014 −según un reciente estudio de la Cepal− y la tasa regional de analfabetismo. Reconocido por la Unesco, al valorar hace unos días la excelencia e innovación, por ejemplo, del programa ecuatoriano Educación Básica para Jóvenes y Adultos.
Y si el PORQUÉ está claro, todo es más fácil, los engranajes funcionarán cada vez mejor. La tarea pendiente es comunicar el PORQUÉ y continuar trabajando en el CÓMO.
Publicado en: El Telégrafo (Ecuador) (14.09.2014)
Fotografía: Piotr Musiol en Unsplash
Que lejano veo el panorama político de la «ejemplaridad». Por supuesto que les requerimos al orden, les vigilamos, no en vano les hemos puesto en el gobierno para eso, gobernar. No solo han destrozado el país, también las ilusiones, y no por banalidades, sino por ser consentidores de población infantil desnutrida, (29%), retroceso en sanidad, educación, investigación etc…Hay un hecho común entre los líderes políticos en el poder, que parece se han puntado todos, (o casi), a saquear la economía y ponerla a buen recaudo en paraísos fiscales. Creo que, con su devolución se devolvería el bienestar que tanto acusan de su pérdida a la crisis. Crisis sí, pero de valores, corrupción y ausencia de aplicación de la ley a los grandes evasores. Creo que es exactamente el sentido opuesto a la ejemplaridad. Si hablamos de actitudes, de pactos, (la política son pactos y consenso), tenemos el ejemplo de Rajoy y Mas, posturas radicales, nunca he percibido división social ciudadana, hasta hoy, el que no luce una estelada es enemigo del que se abandera. Hacer el sucio juego político de enfrentar, es deleznable. Tanto como una ciudadanía dispuesta a ponerse al alcance de las «patrañas» de unos y otros, con una sola finalidad, ganar votos sí o sí, cueste lo que cueste, caiga quién caiga. No seré yo quién forme parte de la «V», ni mueva un dedo para protestar contra el Constitucional, el juego de la «humareda» esconde otras razones detrás de las que esperan les salvemos. No, yo me sumo a toda protesta justa, si hay «ejemplaridad».
BUENAS NOCHES, BUEN EJEMPLO PARA LOS QUE TRATAMOS DE SER POLITICOS. LOS CONCIENTES SENTIMOS LA HUMILDAD DE LAS PERSONAS, POR TAL RAZON NOS COMPROMETEMOS SER PARTE DE IGUALDAD.