Rajoy es, además de presidente del Gobierno, registrador de la propiedad. En su importante discurso durante la clausura de la convención del PP de Catalunya, ha afirmado que España es un bien indiviso, que significa que sus ciudadanos son dueños de todo en general y de nada en específico, aunque sí son dueños de derechos porcentuales del bien compartido, simplemente. Es decir, que ni los territorios de España ni los ciudadanos de estos territorios tienen soberanía para decidir por ellos mismos algo que pertenece a todos. Otro sí: Catalunya no es sujeto político, según Rajoy. Este abordaje, que relaciona propiedad con soberanía, es un enfoque diferente a los argumentos patrios, emocionales, ideológicos. Es la clave, a mi juicio, del discurso de hoy.
Mariano Rajoy ha «ido al grano», tal y como ha dicho al principio de su intervención y tras el sonoro y contundente «¡Viva Rajoy y viva España!» que ha resonado desde el fondo del auditorio. Finalmente, un discurso con ideas y argumentos, más allá del mantra de que no se va a realizar la consulta que nos ha precedido hasta ahora. Y mucho más interesante y reflexivo que las encendidas declaraciones de ayer de otros dirigentes del PP que cometieron, creo, algunos excesos verbales imperdonables al mencionar a ETA relacionándola con el independentismo.
Rajoy ha explicado por qué no se hará el referéndum: porque no quiere, porque no puede ni debe, porque no conviene. Ha explicado sus «razones». Hoy, se ha hecho pedagogía, se comparta o no. Un detalle: Rajoy ha evitado —siempre que ha podido— la expresión consulta, que podría interpretarse como un tema catalán. Al referirse a referéndum, el marco mental es el de toda España. Justo lo que le conviene para argumentar su idea de España indivisa.
1. No quiere. Es el punto inicial. «Mientras yo sea presidente no se celebrará un referéndum» (‘ilegal’ añadió al final de su intervención), «ni se fragmentará España». Este punto es central. Rajoy no hará nada que vaya contra sus convicciones, aunque pudiera o debiera (después se ha cerrado también estas puertas) porque no cree en ello y porque no conviene, según él. No dialogará con nadie que pretenda hacer algo en lo que no cree. Así de simple. «Yo conozco Catalunya». Rajoy se ha reivindicado como un dirigente que conoce bien Catalunya. «Nadie me tiene que decir cómo es». Esta reivindicación inicial le ha servido para sintonizar su posición política personal con la que cree que es mayoritaria (pero silenciosa) o con la que después de la «fiebre» (así lo ha expresado) volverá al camino catalán tradicional de la sensatez, que será correspondido con «sentido común, certidumbre y bienestar».
2. No puede, ni debe. Esta idea es fuerte. Rajoy ha argumentado que no puede ni debe hacer nada que vaya contra «el imperio de la ley» (este es el significado que tiene para él la palabra democracia), porque no puede traicionar el juramento con el que asumió el cargo de presidente. Cree, y afirma, que la Constitución no permite dividir, segregar, territorializar la soberanía. «No podría ocupar la presidencia sino cumpliera con mi deber y, al asumirlo, me obligo a cumplirlo». Es decir: no puede porque no debe. Y, además, ya sabemos que no quiere. El diálogo no es posible sobre lo que no puede, ni debe. «No puede haber diálogo sobre lo que no es mío. Ni del rey, ni de nadie». Esta es su línea de defensa. También, ha enviado un contundente mensaje sobre formas y decoro a Mas, al acusarle de unilateralismo al acordar pregunta, fecha (y respuestas, casi, ha dicho).
3. No conviene. En este tercer grupo de argumentos, más previsibles, ha explorado líneas de comunicación que van más allá de la simple sublimación de las bondades de la unidad. Son tiempos de integración, mestizaje y unidad, ha dicho. «Sumar es multiplicar». Esto es la modernidad y el futuro, según Rajoy. Referencias que percuten en la idea de que Mas está obsesionado con el pasado (una clara alusión al Tricentenario de 1714) pero que lo que conviene es lo moderno y el futuro. Todo el discurso ha sido un encaje medido para blindar su inmovilidad.
Ha recordado que Catalunya votó la Constitución por encima de la media española. Y que, aunque le piden y jalean que «corte el grifo», no abandonará a los catalanes, a pesar de sus dirigentes. La frase ha sido explícita: «la Seguridad Social es deficitaria en Catalunya, pero los pensionistas cobran sus pensiones». Y ha rematado: «los catalanes no tienen la culpa de la falta de visión de sus dirigentes». Es la solidaridad de ida y vuelta a la que se refiere Rajoy cuando habla de la solidaridad recíproca y de intereses compartidos. «A Catalunya le conviene ser española». Aplausos cerrados en la sala.
Rajoy ha puesto deberes al PP de Catalunya. Deberes que reducen su margen de actuación a la defensa irrenunciable a la españolidad de Catalunya. «Alzad la cabeza con orgullo», ha dicho a sus correligionarios en Barcelona. «Hay muchas personas que callan pero que no quieren que calléis, sois su esperanza. Y con un mandato claro: «que ningún español que viva en Catalunya sea privado de ser español y europeo». Rajoy no quiere que «nadie pase a ser extranjero en su propio país».
Finalmente, parece que ha empezado la campaña, pero no la del referéndum sino la electoral, en Catalunya y en España. Esta es, en parte, mi conclusión tras ver y oír al Presidente. Hemos pasado de ningunear el tema (y a hablar solo de economía) a ponerlo en el centro de todo. Va a ser curioso: una larga campaña electoral sin urnas (de referéndum). Ya lo ha dicho Rajoy: «No bastan las urnas para que un acto sea democrático», sino el respeto a la Ley, de la que él se proclama activo garante y servidor. «¡No pares, sigue, sigue!», le animaban desde el público. Parece que Rajoy ha encontrado su guión. Mas, y los que defienden la consulta, deberán contraargumentar, una por una, las razones de Rajoy. ¡Por fin, el debate!
Publicado en: El País (25.01.2014)(blog Micropolítica)
Fotografía: Erwan Hesry para Unsplash
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