Todos los votos son iguales, pero no todos valen lo mismo. Me explicaré. Según la provincia en la que se viva, el voto vale más o menos debido a las circunscripciones electorales. Por ejemplo, en Madrid obtener un diputado cuesta 187.850 votos (la cifra más alta de toda España). En Soria, por el contrario, bastan 47.550 votos para obtener un representante, según los datos de las últimas elecciones generales.
A este sistema electoral, que prima unos votos concretos (bajo la pretensión de equilibro y cohesión territorial, para garantizar la presencia de todas las circunscripciones), hay que añadir la cuestionable ley D’Hont, con la que se calcula el reparto de escaños y que premia —de nuevo— a las fuerzas mayoritarias. Cabe recordar que en 35 provincias españolas (¡atención!) solo han obtenido representación, históricamente, los dos grandes partidos: o el PP, o el PSOE o ambos. Al PP y al PSOE les cuesta, de media, 60.000 votos cada escaño. A UPyD, por ejemplo, 230.000. La combinación de ambos elementos (escaños asignados por circunscripciones y reparto de los mismos) ofrece nuevos datos de interpretación para responder a la pregunta planteada en este debate: ¿error de cálculo o justamente lo contrario: gobernando con la calculadora?
El PP ha tomado una decisión estratégica. Sabe que impedir, a toda costa, la emergencia de una fuerza política por su derecha es clave para garantizar la victoria en muchas circunscripciones. Solo así se puede interpretar, junto con un cumplimiento electoral programático y algunas deudas ideológicas, la ofensiva de corte extremadamente conservador del último mes: Wert, Fernández, Gallardón.
El PP abandona, supuestamente, el espacio central para cohesionar su voto y así hacerlo muy rentable electoralmente con la normativa actual. Lo que pudiera perder por el centro no es nada comparado con lo que pudiera ceder por su derecha, haciéndole perder por muy pocos votos esos escaños decisivos.
Dividir a la alternativa
Hay, además, otro cálculo. El PP sabe que, con su ofensiva ideológica, el PSOE se desgasta por su izquierda debido a la competencia de IU y de nuevas formaciones que lo acusan de tibio, excesivamente moderado o sin coraje para frenar el avance neoconservador. Así, con su maniobra el PP excita —electoral y competitivamente— a la izquierda del PSOE y divide la concentración del voto alternativo a sus políticas. Con este cálculo, el PSOE solo podría gobernar con coaliciones de cinco o seis partidos (muy exigentes y críticos). Mientras que el PP puede gobernar a través de acuerdos con solo una fuerza, o como máximo dos. La geometría variable parlamentaria de esta estrategia política de los populares favorece sus planes y sus objetivos.
El PP no improvisa. La prima de riesgo ha bajado de los 200 puntos por primera vez desde el 2011 y los datos de ocupación de este diciembre son los mejores de los últimos… ¡12 años! Rajoy gustará más o menos, pero sabe lo que hace: concentrar su voto, dividir el de las oposiciones y apostar a la economía. ¿Error de cálculo? Veremos. Solo las primarias del PSOE pueden alterar este escenario.
Publicado en: El Periódico de Catalunya (5.01.2014)(versión .PDF)
Fotografía: Clayton Robbins para Unsplash