InicioComunicación#OpenDraghi: inhibidores absurdos

#OpenDraghi: inhibidores absurdos

La decisión personal, sin acuerdo de la Mesa y sin precedentes, del presidente del Congreso de los diputados de instalar inhibidores de frecuencia para anular las señales wifi y 3G, con el objetivo expreso de impedir las comunicaciones dentro de una de las salas de audiencias, es un paso grave e inexplicable. Y absurdo.

Una vez más, se ha demostrado que se utiliza o se regula mal lo que no se entiende. Y el presidente Jesús Posada no entiende casi nada… de comunicación, pero eso no le exime de su responsabilidad política. De nuevo, ha quedado en evidencia que el Reglamento del Congreso (de 1982) está más que obsoleto. Es un residuo arqueológico para el desarrollo normalizado hoy de las funciones legislativas de nuestros representantes. La incapacidad para reformar esta norma, a lo largo de casi tres décadas, es parte de la incapacidad de la política tradicional para comprender la sociedad a la que representa y debe servir.

Las funciones del Presidente son las reguladas en el Reglamento; específicamente, en el Artículo 32: «1. El Presidente del Congreso ostenta la representación de la Cámara, asegura la buena marcha de los trabajos, dirige los debates, mantiene el orden de los mismos y ordena los pagos, sin perjuicio de las delegaciones que pueda conferir». Es muy difícil sostener que inhibir la frecuencia de las telecomunicaciones se pueda considerar «asegurar la buena marcha de los trabajos». Todo lo contrario. Posada ha incumplido, gravemente, su responsabilidad. Y ha impedido, con su decisión, el trabajo de representantes democráticos y de los medios de comunicación.

Es más, el Artículo 98 sobre el trabajo de los medios de comunicación obliga a la Mesa de la Cámara a adoptar «las medidas adecuadas en cada caso para facilitar a los medios de comunicación social la información sobre las actividades de los distintos órganos del Congreso de los Diputados». Y, aunque en su punto 3 establece un discutible y anacrónico «nadie podrá, sin estar expresamente autorizado por el presidente del Congreso, realizar grabaciones gráficas o sonoras de las sesiones de los órganos de la Cámara», es imposible considerar que una «visita y una sesión informativa» —como así consta en la web del Congreso, aunque sea del mismísimo presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi— sea una sesión de un órgano de la Cámara. Evidentemente, este punto no afectaría a nuestros representantes.

Con su decisión, el presidente Posada ha demostrado tres cosas: ignorancia, prepotencia e incapacidad. Hay incluso quien piensa que, quizá, hasta haya cometido un delito involuntario al «obstaculizar el uso de un sistema informático ajeno». Ignorancia para comprender la sociedad red y la libertad de información y expresión de los propios diputados a los que debería servir y atender, en lugar de boicotear. Prepotencia al aplicar una medida absurda que no tiene justificación ni política, ni jurídica, ni técnica. E incapacidad porque no ha impedido la grabación y la difusión del contenido completo de las secretas declaraciones de Draghi, quien —según él mismo— había manifestado que había venido «fundamentalmente a escuchar».

Frente a esta pretensión, un grupo político, La Izquierda Plural (IU-ICV-CHA), lanzó #OpenDraghi contra el «secreto» de la comparecencia. La habilidad y la determinación de los diputados Joan Coscubiela, Alberto Garzón y Pablo Martín, principalmente, impidieron el silencio informativo con un streaming en diferido y una buena cobertura en Twitter. La torpeza de Posada ha dado una oportunidad política a algunos diputados.

En términos políticos, la decisión (¿y el pacto?) de garantizar al presidente del BCE hablar «a puerta cerrada» (sin medios y sin «frecuencia») es peligrosa y exigirá una respuesta pública y política. Y, en términos comunicativos, ha sido un desastre, generando un efecto Streisand (un fenómeno de Internet en el que un intento de censura u ocultamiento de cierta información fracasa o es incluso contraproducente para el censor, ya que esta acaba siendo ampliamente divulgada, recibiendo mayor publicidad de la que habría tenido si no se la hubiese pretendido impedir).

Ha sido, también, un disparate que avergüenza a los funcionarios que trabajan en el Congreso. Un bochorno democrático inigualable, que ha obligado a la clandestinidad a nuestros diputados, y un absurdo político lamentable. El remate: que el propio Draghi dejara en ridículo al presidente Posada al afirmar, al finalizar la jornada, que «no le hubiera importado comparecer en abierto» y que no habría exigido ninguna excepcionalidad. En fin, peor imposible.

Hace unos meses, en el Parlamento de Kiel (Alemania), se aprobó otro absurdo en una polémica votación: impedir el uso de ordenadores —y su conexión a Internet— a los diputados en el hemiciclo. La respuesta inteligente de los representantes del Partido Pirata fue llevar viejas y ruidosas máquinas de escribir que utilizaron como forma de protesta. Toda una lección. Espero que no llegue el momento en el que los diputados y diputadas deban ir al Congreso con las reliquias del pasado, a riesgo de instalarse, definitivamente, en un museo de antigüedades.

PS: Este es mi artículo 100 en #Micropolítica. Muchas gracias a @el_pais por su confianza y, especialmente, a todas las personas lectoras de este blog, y a las que me hacen llegar sus sugerencias, ánimos, correcciones, críticas, pistas, datos y opiniones. Muy agradecido. Seguimos.

Publicado en: El País (13.02.2013)(blog Micropolítica)
Fotografía: Debby Hudson para Unsplash

Enlaces de interés:
Discurso pronunciado por Mario Draghi, presidente del BCE. Reunión con los miembros del Congreso de los Diputados de España (Madrid, 12 de febrero de 2013)
#OpenDraghi: historia de una iniciativa para la transparencia (Políticos en red, 12.02.2013)
Sus señorías y #OpenDraghi (David Álvarez. Sesión de Control, 14.02.2013)

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