El atractivo político y electoral del no, de la propuesta negativa es indudable y creciente. En tiempos de zozobra, oponerse a los oficialismos (sean del signo que sean) es un refugio frente a la incertidumbre y una respuesta sin matices y sin confianza. Si afirmar o elegir, en positivo, no es seguro… entonces el rechazo toma el relevo. «Las elecciones ven triunfar cada vez más coaliciones negativas que llevan al poder a personalidades improbables cuyas principales cualidades son la virginidad política y el surgimiento de la nada» afirma Pierre Rosanvallon en su ensayo El siglo del populismo: Historia, teoría y crítica.
Este rechazo no se presenta como racional, sino como castigo, casi visceral, a un estado de cosas que genera frustración y resignación. Así, el voto negativo es, más que una opción, una denuncia. No es una alternativa, es un desahogo. En este contexto, emergen todo tipo de líderes que expresan la peineta política como propuesta electoral. Y este bufido, este corte de mangas, este exabrupto electoral es atractivo cuando se ha perdido la confianza, incluso en las alternativas.
El desencanto democrático contribuye a una mayor personalización de la política, donde una presencia física y digital inmediatas —de mesiánicos y líderes de atajos improbables— parece más sugerente que un programa distante, sobre todo, cuando muchísimas palabras han quedado desacreditadas por obra de las mentiras y los incumplimientos. «Los viejos partidos de ideas van así disipándose ante nuevos movimientos políticos formados en la estela de una personalidad cuyo avance ellos acompañan», concluye Rosanvallon.
Las coaliciones negativas no construyen, pero son efectivas para destruir y oponerse, para castigar en forma de implacable rechazo a la política que se percibe como incapaz, insuficiente o inútil. Afirmar es un compromiso. Negar es una reacción. Las alternativas políticas que se nutren de la rabia y la desazón colectivas para tumbar oficialismos pueden sucumbir luego a los fuegos que provoquen y alimenten.
La paciencia democrática se ha agotado. Cada vez es más difícil gestionar el tiempo como garantía de cumplimiento de los programas o compromisos. La aceleración del desencanto empuja a muchos sectores sociales a abrazar el populismo negativo. El voto como castigo.
Publicado en: La Vanguardia (27.04.2023)
He pedido la colaboración de Carla Lucena para realizar la ilustración de este artículo.